miércoles, 5 de febrero de 2025

Engañada: Capítulo 1

Un frenesí de cámaras disparando sus flashes recibió la llegada a la piazza a la imponente limusina. Desde el anuncio de su compromiso, Paula Chaves había evitado las cámaras como si fueran la peste, pero había sabido desde el principio que aquel día sería imposible. Era el día de la boda del año. El soltero de oro de Italia estaba a punto de casarse y ella era la afortunada a la que él le iba a dar el sí quiero. Mientras esperaba a que el chófer le abriera la puerta, miró el espacio vacío que había a su lado, el espacio que su padre debería haber ocupado. Aquel coche debería ser también el coche de su padre, el clásico de los años sesenta que había comprado casi regalado cuando se marchó para empezar la universidad. Cada vez que ella regresaba, su padre le mostraba con orgullo las lentas mejoras que había ido realizándole. Desgraciadamente, había muerto antes de terminar su proyecto. Saber que el coche estaba encerrado en un almacén le producía un enorme dolor, pero no le había quedado más remedio que hacerlo cuando se mudó a Italia. De hecho, le había resultado aún más duro que abandonar el único hogar que había conocido. Apretó los puños y los dientes cuando el dolor la desgarró por dentro. Hacía cuatro años de la muerte de sus padres y el dolor de la pérdida era aquel día tan insoportable como lo había sido en los terribles y oscuros días posteriores a su fallecimiento. Nunca los había necesitado más que en aquellos instantes. La puerta se abrió y el chófer le ofreció la mano. No solo eran los paparazis los que esperaban la llegada de la novia a la catedral, sino también cientos de curiosos. Todos se apelotonaban tras el cordón de seguridad que Pedro había pedido que instalaran las autoridades,  sufragando él mismo su coste. Tener tanto dinero significaba que podía saltarse los obstáculos a los que se enfrentaba la gente normal. También su dinero había permitido que el lujoso coche la transportara hasta el centro de la plaza pública a la que, normalmente, se impedía la entrada a los vehículos.


Paula respiró profundamente e irguió la espalda antes de fijar una resplandeciente sonrisa en su rostro. Sacó primero un pie y después otro, rezando para no tropezarse con el vestido. Los vítores y los aplausos la transportaron al interior de la catedral florentina. Se había estado imaginado aquel momento durante tanto tiempo… Un equipo con gran especialización y experiencia llevaba meses ocupándose de los preparativos de la boda. Se había imaginado mil veces la expresión de Pedro cuando la viera con aquel vestido de novia de cuento de hadas y la reacción que él tuvo cuando se giró no la defraudó. A cada paso que daba, se acercaba a aquella expresión y se permitía verla con mayor claridad.

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