miércoles, 12 de febrero de 2025

Engañada: Capítulo 14

Paula pensó en su segunda cita, cuando él le había explicado entre risas que su negocio estuvo a punto de terminar incluso antes de empezar.


—Yo era muy ingenuo y esperaba un éxito inmediato. Sin embargo, para competir con los más grandes, necesitaba algo novedoso.


—Diamantes sintéticos —susurró ella, comprendiendo de repente. 


Recordó que Pedro le había comentado que se había dado cuenta de que el creciente movimiento para la obtención de productos de una manera más ética significaba que debería ocurrir lo mismo con los diamantes.


—Sí —afirmó él. —Diamantes sintéticos. Tu abuelo era un visionario que se dió cuenta mucho antes que yo que había un mercado para esos diamantes e invirtió en ese campo. Sin embargo, era un adelantado a su época. Cuando yo empecé a tratar con él, tu abuelo tenía graves dificultades económicas.


Paula empezó a comprenderlo todo con claridad. Los diamantes que Pedro utilizaba en sus joyas provenían del laboratorio. La técnica utilizada hacía que su pureza fuera casi idéntica a los diamantes naturales, algo por lo que Alfonso era famoso.


—E invertiste en Schulz Diamonds.


—Sí. Compré el cincuenta por ciento.


—¿Y cómo te pudiste permitir un desembolso tan grande? —le preguntó ella entornando los ojos. —Por aquel entonces, debías de tener unos veinte años… a menos que me estuvieras mintiendo también cuando me dijiste que no empezaste a tener éxito en los negocios hasta que cumpliste los veinticinco.


—No te mentí. Los diamantes de laboratorio contribuyeron mucho a mi éxito. De hecho, es la mayor parte. Una empresa de gran renombre se ofreció a comprarle el negocio. Si tu abuelo hubiera aceptado su oferta, habría podido pagar todas sus deudas y habría tenido dinero más que de sobra para vivir con comodidad el resto de su vida. En vez de aceptarlo, decidió dar un salto de fe conmigo y me vendió las acciones a un precio muy bajo. El dinero fue suficiente para poder pagar a los acreedores que lo estaban asfixiando. Yo pagué mi mitad con el dinero que me quedaba de la herencia de mi padre y con un préstamo que pedí para completar lo que me faltaba.


Paula decidió que no iba a permitir que la mención del padre de Pedro le tocara la fibra emocional. El padre de Pedro murió a los veintiocho años, cuando él solo tenía seis, de un aneurisma cerebral. Dejó un seguro de vida para que su hijo pudiera cobrarlo cuando cumpliera los dieciocho años. Recordaba claramente que él le había dicho que había utilizado ese dinero para pagar el alquiler y el stock de su primera tienda. Le había hecho creer que aquella primera tienda se había llevado todo su dinero. Otra mentira.


—Y ahora quieres que Schulz Diamonds te pertenezca en su totalidad.


Pedro no reaccionó al desprecio con el que ella le había hablado.


—Tu abuelo lo fundó, pero nos pertenecía a los dos a partes iguales. Los dos convertimos a esa empresa en lo que es hoy. Si yo no hubiera sido su socio, tu abuelo habría terminado en la ruina y Alfonso no existiría. Se acordó que cuando él muriera, y tu abuelo sabía perfectamente que se estaba muriendo, sus acciones serían mías.


Aquel comentario dejó a Paula sin palabras.

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