miércoles, 19 de febrero de 2025

Engañada: Capítulo 28

 —Porque no me puedo imaginar mi vida sin tí —le había respondido él, con los ojos brillantes.


Pedro se había puesto de pie muy lentamente y le había tomado la mano. De repente, ella había detectado algo nuevo en sus ojos, algo que no habría podido explicar ni en cien años.


—¿Qué me dices? —insistió él. —¿Te casarás conmigo?


—Sí.


El corazón de Paula había estallado de alegría y esta pareció reflejarse en el rostro de Pedro. Ella estaba totalmente segura de que se había imaginado las sombras que había en sus ojos. Entonces, él la tomó entre sus brazos y la besó tan profunda y apasionadamente que el deseo comenzó a latirle apresuradamente en todo el cuerpo. Pedro rompió el beso para enmarcar el rostro de Paula entre las manos.


—Te amo, Paula… Te amo…


Saber que todo había sido mentira volvió a romperle el corazón y le dió el ímpetu que necesitaba para girar el rostro y apartar la boca de los labios de Pedro.


—¡Basta ya! —le espetó.


La maravillosa presión de los labios de Pedro desapareció inmediatamente, dejando tan solo una agradable sensación en sus labios.También le soltó la cintura.


—Te aseguro que el deseo que siento por tí jamás ha sido mentira — le dijo fervientemente.


—Deja de mentirme. Ya te lo he dicho. No quiero volver a escuchar esas palabras en tus labios.


—¿Y por qué te iba a mentir? ¿De qué me iba a servir? —le preguntó él. Le agarró una mano y se la colocó sobre el pecho. —Ya te he perdido, pero tú no me has perdido a mí. Todo lo que yo…


Se interrumpió y lanzó una maldición. Entonces, apretó los dientes y colocó la mano de Paula con fuerza contra su corazón.


—Sea lo que sea lo que piensas de mí, nunca creas que no te deseé. Resistirme a tí ha sido lo más duro que he hecho en toda mi vida.


¿Cómo era posible que Paula anhelara poder creer aquellas palabras sabiendo que todo se basaba en una mentira?


Otro recuerdo se apoderó de ella. Estaba sentada a horcajadas sobre Pedro en el sofá del ático que él tenía en Nueva York. Los dos estaban completamente vestidos, pero, a pesar de todo, la ardiente erección la tentaba y la frustraba de igual manera. Rebecca había estado totalmente desesperada por conseguir que él le hiciera el amor.


—Me he pasado toda la vida esperando a sentir esto…. —le susurraba al oído.

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