—No puede hacerse antes de las ocho de la mañana. Dame hasta las tres.
—Las doce.
—La una. Tendré las acciones a tu nombre a la una de la tarde de mañana.
Paula se cruzó de brazos y asintió.
—Está bien. La una. Pero esperaré aquí hasta que todo esté hecho.
Seguía sin confiar en él y, además, quería hacerle sufrir con su compañía. Enzo había perdido y ella iba a marcharse de aquella casa con todo lo que él había luchado tanto por arrebatarle con sus malas artes. Pedro la miró fijamente y asintió.
—Y, si te retrasas un solo minuto… —dijo ella. Chascó los dedos y sonrió—… saldré inmediatamente ahí fuera y cantaré delante de esos periodistas como un canario.
Una hora después de que Paula hubiera decidido atormentar a Pedro atrincherándose en su mansión hasta que las acciones de su abuelo le pertenecieran legalmente, empezó a arrepentirse. Se había sentido tan orgullosa de su situación de poder que se había olvidado de las razones por las que había sentido tantos deseos de salir huyendo. En cuanto acordaron la hora, Pedro desapareció para ocuparse de todas las gestiones. Paula se quedó allí, mirando las paredes de la sala en la que él le había pedido que se casaran. Antes de que se mudara allí hacía una semana, Paula había visitado la mansión en seis ocasiones. No recordaba la impresión que le había causado la mansión que era el hogar de Enzo porque se había sentido demasiado abrumada por el viaje en avión privado y la ostentación de riqueza y poder que él hacía. Sabía que Pedro era rico, pero no había comprendido hasta aquel momento cuánto. Y al día siguiente por la noche,él le pidió que se casara con él… Se tiró del pelo con fuerza, hasta el punto que algunos cabellos rubios quedaron entre sus dedos. No iba a volver a pensar en ese momento ni en cómo él le había repetido la pregunta en tres ocasiones antes de que ella comprendiera exactamente sus intenciones.
—¿Por qué? —le había preguntado totalmente aturdida.
—Porque no me imagino mi vida sin tí —le había respondido él con una aparente sinceridad que ella había creído a pies juntillas.
Cuando estuvieron prometidos, Paula había dejado de tratar de comprender y había permitido que su imaginación se desbocara. Había pensado en los niños, que llenarían la imponente mansión de risas y travesuras. Pasarían también temporadas en Londres y en el departamento que Pedro tenía frente a Times Square en Nueva York, pero sería allí en Florencia donde vivirían y donde criarían a sus hijos… Incapaz de soportar sus recuerdos y los sueños rotos, salió al jardín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario