lunes, 17 de febrero de 2025

Engañada: Capítulo 22

Pedro dió un paso atrás. De reojo, Paula vió que se sentaba sobre el césped, mirándola. Cuando ella por fin se atrevió a dirigir el rostro hacia él, la expresión que había en el rostro de él convirtió la tensión que estaba experimentando en el pecho en un dolor físico. Había estirado las piernas y había apoyado las manos sobre el suelo, adoptando una postura reclinada.


—Si pudiera hacerlo de nuevo, lo haría de un modo muy diferente. No habría mentiras —afirmó Pedro. Paula no pudo encontrar la respuesta que le habría gustado darle. Entonces, vió que Pedro esbozaba una triste sonrisa. —Se lo dije a mi madre la noche antes de que te mudaras aquí.


—¿Te refieres a la noche antes de que dejara mi trabajo y el único hogar que había conocido hasta entonces para mudarme a un país cuyo idioma ni siquiera hablo?


—Sí. Sabía perfectamente a todo lo que tú estabas renunciando. Cuanto más se acercaba el día, más lo sentía.


—¿Qué es lo que sentías? —le preguntó Paula. 


Quería que él dijera exactamente lo que su sentimiento de culpa le había hecho sentir. Tal vez si lo decía lo suficientemente claro, ella podría terminar creyéndolo.


—La… Magnitud…


A Pedro se le había subido la camiseta ligeramente, dejando al descubierto el ombligo. El espeso vello oscuro en forma de flecha hacia el cinturón provocó en Paula una sensación de acaloramiento que la empujó a apartar rápidamente la mirada. Era lo único que había visto del cuerpo de Pedro. Retazos. Él no había permitido nada más.


—Soy la última persona que debería preguntar cómo te sentías…


—Yo nunca… Se había convertido en un enorme peso para mí. La culpabilidad. Era demasiado tarde para contarte la verdad. No podía correr el riesgo de perderte.


—Supongo que te referirás a que no podías correr el riesgo de perder las acciones —replicó.


Pedro la miró muy fijamente.


—No. Las acciones dejaron de importarme cuando me ena…


—No te atrevas a decirlo —lo interrumpió Paula con voz temblorosa mientras trataba de contener las lágrimas. —Ni se te ocurra. Ya te lo he dicho. Si vuelves a hablarme de amor o de sentimientos, yo me encargaré de destruir el negocio como sea…


Pedro la observó con una expresión que ella no pudo analizar.


—Te he hecho mucho daño.


Paula se temió que él fuera a utilizarlo como excusa para seguir disculpándose, algo que no pensaba permitir.


—No quiero seguir hablando de mis sentimientos, de la misma manera que tampoco quiero seguir escuchando tus mentiras. Has jugado conmigo como un gato con un ratón por esas acciones y no voy a seguir consintiéndotelo. Si sientes de verdad algo por mí, quiero que me des tu palabra. No volverás a hablar de tus sentimientos. Si lo haces, te juro que haré todo lo posible por destruirlo todo.


Pedro suspiró y, unos instantes después, le contestó.


—Tienes mi palabra.


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