lunes, 24 de noviembre de 2025

Falso Matrimonio: Capítulo 69

Pero la verdadera obra de arte era ella: Llevaba los vaqueros y la camiseta cubiertos de harina. Incluso en el pelo la llevaba, y una salpicadura de azúcar rosada había acabado en su mejilla izquierda. El pecho se le contrajo de tal modo que, durante un instante, fue incapaz de hablar. Con esfuerzo apartó la mirada de ella y la puso en la tarta.


—Es increíble. ¿La has hecho tú?


Ella asintió sonriendo.


—Es para la hija de Nadia. Es su cumpleaños, y le van a dar una fiesta.


—¿Nadia te ha pedido que se la hagas?


—El otro día estuvimos hablando. Me dijo que le encantaban mis bagels… Por cierto, no sabía que le habías llevado algunos. Le dije que me aburría aquí, y que en el convento hacía dulces. Fue entonces cuando me dijo si querría hacerle la tarta.


—¿Hacías dulces para el convento?


—Tartas y pastas principalmente. Los vendían e invertían el dinero en sus obras benéficas.


—No me lo habías contado.


—Es que no lo hacía con regularidad. Solo un par de días a la semana.


—¿Y eso no te parece regular? —preguntó, rascándose la cabeza.


¿Cómo era posible que los investigadores a los que había encargado que rebuscaran en su pasado lo hubieran pasado por alto? En realidad, tenía que reconocer que Miguel hacía un buen trabajo rodeándose de gente que le era fiel por encima de todo. No había conseguido infiltrar a nadie en su entorno.


—Yo quería hacerlo todos los días, pero molestaba al chef de mi padre, y me racionaron el uso de la cocina de la villa.


—Conozco gente que pagaría una fortuna por una tarta como esta — dijo, contemplándola.


—Ojalá supiera cómo hacer de ello mi carrera. Lo único que se me da bien es la jardinería y la repostería.


—¿Quieres tener una carrera?


—Lo único que he deseado toda mi vida es ser independiente. Sé que me vas a comprar un apartamento cuando el bebé nazca, y que te ocuparás de los gastos del mantenimiento, pero lo que no quiero es que me mantengas a mí.


Aquella era la primera vez que Paula hablaba de irse a vivir a otro sitio desde que eran amantes, y oírselo decir con aquella despreocupación hizo que todos los músculos de su cuerpo se tensaran.


—Eres mi esposa y la madre de mi hijo —respondió, y fue una sorpresa que consiguiera mantener el tono calmado de su voz—. Los dos son mi responsabilidad.


Ella lo miró a los ojos y, por cómo contestó, también ella se estaba esforzando por no perder la calma.


—Yo no soy responsabilidad tuya, y no quiero serlo. Llevo toda mi vida teniendo que responder ante un hombre. Nunca le faltará nada a nuestro hijo, pero cuando me vaya de aquí, será ganando mi propio dinero. Puede que te parezca una tontería, pero quiero pagarme mi propia ropa y todas las cosas que sean solo mías.


—No me parece una tontería —contestó, intentando deshacer el nudo que se le había hecho en la garganta—. Y saber cuáles son tus puntos fuertes es un buen modo de empezar. ¿Quieres que te busque un tutor especializado en dislexia en adultos, y que pueda ayudarte en ese aspecto?


—Eres muy amable, pero tú ya tienes bastante lío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario