viernes, 14 de noviembre de 2025

Falso Matrimonio: Capítulo 52

Pedro se levantó, y vestido con un pantalón de deporte, bajó al gimnasio. Necesitaba quemar aquellas sensaciones conflictivas, embriagadoras y horribles. Se había despertado con una erección que podía rivalizar con el Empire State Building, y había estado a punto de despertar a Paula con un beso en la nuca, antes de que la cordura lo sacara del apuro. Nunca había imaginado que pudiera existir semejante tortura. Estar tumbado junto a ella y no tocarla había sido un verdadero infierno. Ojalá tuviera la capacidad de hacer avanzar el tiempo y que su hijo naciera ya. Le compraría una casa cerca para poder mantener el contacto con el bebé, pero lo suficientemente lejos para no encontrarse con ella por casualidad. Pero ese día parecía no llegar nunca. 


Apenas llevaba una semana en su casa y ya se sentía a punto de estallar. No había pasado peor noche que aquella en toda su vida. El único alivio fue despertar y descubrir que Pedro ya se había marchado. Paula se duchó y se vistió rápidamente, y luego bajó a la cocina a prepararse un chocolate. Se lo estaba tomando en la terraza cuando él apareció, vestido con una camisa negra y unos viejos vaqueros, con una taza de café en la mano. La saludó apenas con una inclinación de cabeza, sentándose en el sofá más alejado de ella, y conectó el teléfono.


—¿Te duele la garganta? —le preguntó después de unos minutos de ser ignorada.


—¿Por qué lo dices? —preguntó, mirándola.


—Porque no has dicho una sola palabra desde que has llegado. Creía que las cosas habían ido bien en la cena, pero ahora estamos los dos aquí y vuelves a ignorarme. Tan pronto una cosa como la contraria… No es fácil.


Pedro dejó el móvil. Tantas emociones distintas parecían brillar en sus ojos verdes que, por una vez, fue difícil descifrar en qué estaba pensando. Un pulso le tembló en la sien.


—No sé cómo actuar contigo —dijo.


—Solo tienes que ser tú mismo. De eso se trata todo, ¿No? De que seamos sinceros el cuanto a quiénes somos. Que forjemos algo que nos permita ser padres juntos.


—Lo intento, pero es más difícil de lo que me esperaba. Mucho más. Te miro y veo una hermosa mujer inocente a la que he tratado fatal, y luego recuerdo que eres la hija del hombre que mató a mi padre. El corazón me dice que no sabías nada de los tejemanejes de tu padre, pero mi cabeza no entiende cómo podías vivir con alguien toda tu vida y ser ciega a su verdadera naturaleza. A pesar de tu dislexia, eres una mujer inteligente y observadora. Te das cuenta de todo, así que dime cómo voy a creer que nunca has sabido quién era tu padre de verdad.


Era la primera vez que alguien le decía que era inteligente, pero no pudo saborear aquel cumplido inesperado por el torbellino de emociones que giraban en su interior.

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