lunes, 17 de noviembre de 2025

Falso Matrimonio: Capítulo 59

Con una sonrisa tímida, dejó una de las tazas en la mesita baja que había junto al sillón de cuero reclinable en el que se había acomodado él, y con su propia taza fue hasta uno de los ventanales.


—¿Qué hizo que te vinieras a vivir a Nueva York? —preguntó un momento después.


—Nueva York es una obsesión mía desde que era un crío. Federico cursó sus estudios universitarios aquí; yo vine a verlo y me enamoré de la ciudad.


—Pero es tan grande y con tanto jaleo —suspiró—. Cada vez que salgo, tengo la sensación de que me va a engullir. ¿Cómo te acostumbraste?


Dejó el libro y tomó la taza.


—Recuerdo el momento en que me bajé del taxi en mi primera visita. Me sentí como un niño conociendo a Papá Noel. No tuve que acostumbrarme porque, desde aquel momento, supe que era el lugar en el que quería estar.


—¿Alguna vez echas de menos Sicilia?


—A veces. Cuando oigo una canción de las que le gustan a mi madre, o veo una película que antes vi con mi padre.


Paula se mordió un labio.


—¿Cómo está tu madre?


Él suspiró.


—Va día a día.


Ella cerró un instante los ojos.


—¿La ha ayudado volver a su casa?


Pedro no supo cómo iba a explicarle las cosas sin hacerle daño, pero con Paula solo la verdad podía servir.


—No quiere vivir en ella sin mi padre.


Los ojos se le humedecieron de inmediato.


—Tenían un matrimonio muy sólido, ¿Sabes? —continuó—. Nos querían mucho a Federico y a mí, pero se adoraban el uno al otro. Cuando yo era un adolescente, trabajaba con papá después de las clases. Siempre esperó que uno de los dos siguiera con su negocio, y recuerdo cómo era ir a su oficina. Un día, debía tener yo quince años, le oí hablar con su abogado. Le decía que no quería fusionarse con una empresa grande norteamericana. Le habían ofrecido comprarle la empresa, pero él no había aceptado. Creo que, para entonces, ya había comprendido que ni mi hermano ni yo nos íbamos a hacer cargo, pero aún albergaba la esperanza de que quizás un nieto la quisiera. Pero dejó escapar la posibilidad de vender o de fusionarse, aunque le habría dado estabilidad económica, ya que el mercado del aceite puede ser bastante precario, sobre todo porque estás a merced del tiempo. Un mal verano, y la cosecha se echa a perder. Rechazó la fusión porque habría significado tener que viajar con frecuencia a Norteamérica. Tenía una foto de mi madre en las manos y supe que la rechazaba porque no podía soportar estar lejos de ella. Mi madre detesta viajar. Va a Florencia a ver a su hermana, y eso es todo.

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