lunes, 7 de julio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 45

 —Digamos que los dos estamos reservándonos algo de tiempo para otras cosas. Para promocionar la salsa de Horacio, para viajar, para ir a muestras de colchas de retazos…


A Pedro le gustaba ver feliz a su padre. Sabía que se merecía pasar ese tiempo con Norma. Se dirigió a Miguel y Alejandra.


—Es posible que esté retirado, senador, pero se acuerda muy bien de cómo llevar el ganado, señor. Agradezco mucho la ayuda de hoy.


—Me ha encantado. Es lo que tiene de bueno dejar de trabajar. Se pueden hacer muchas cosas… —Miguel guiñó un ojo a su esposa y le pasó un brazo por los hombros—. Puedo levantarme al alba para ayudar a un vecino o quedarme en la cama hasta mediodía.


—No te quedarías en la cama hasta mediodía ni aunque quisieras —se burló Alejandra Chaves.


El senador la miró y le guiñó un ojo.


—Me quedaría si tuviera un motivo.


El amor entre ellos era evidente. Pedro no pudo evitar mirar a Paula y acordarse de cuando habían pasado todo un fin de semana en la cama. Ella también lo miró a los ojos y sintió que le abrasaban las entrañas.


—Todavía me cuesta creer que estés tan dispuesto a ser ranchero en vez de senador —intervino Gonzalo.


—Es muy fácil —replicó Miguel—. He servido a mi país y ahora voy a disfrutar de mi familia y a ser abuelo.


Todos miraron a Tamara.


—Sí, vamos a tener un hijo —les comunicó Gonzalo.


Todo el grupo empezó a felicitar a la pareja. Pedro sintió envidia y volvió a mirar a Paula.


—Vas a ser tía.


—Estoy deseándolo. Me alegro mucho por Gonza y Tamara.


Pedro se acordó de cuando Gonzalo no estaba seguro de comprometerse con Tamara. En ese momento, parecían una pareja feliz. Ellos, como su hermano y Florencia, compartían una intimidad y sintió una punzada de envidia. Se la sacudió de encima.


—¿Los nietos van a llamarle senador o abuelo?


Miguel Chaves sonrió.


—Abuelo —contestó mientras miraba a Paula—. Espero que, en el futuro, alguien más de esta familia utilice el otro título.


—Papá, solo me presento al Ayuntamiento —replicó Paula en tono de advertencia.


—No es demasiado pronto para pensar a largo plazo.


Los comentarios del senador devolvieron a Pedro a la realidad. Paula no iba a quedarse mucho tiempo allí. Era una Chaves y eso significaba que su destino estaba en Washington. Era una vida completamente distinta a la de Kerry Springs. Él pertenecía a esas tierras y ella se marcharía, como todas las demás.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 44

 —No me dirás que no has vuelto la cabeza un poco para mirar a Pedro.


Paula miró a su cuñada de reojo.


—No diré nada de lo que me cuentas —la tranquilizó Tamara—. Si no hubiese estado tan enamorada de tu hermano, el encanto y la belleza de Pedro me habrían subyugado.


—Tamara Hamilton Chaves, me dejas boquiabierta.


Paula sabía cuánto se amaban Gonzalo y Tamara.


—¿Por qué no hablamos de cómo se miran? Él lleva una hora mirando hacia aquí y no creo que sea por la comida.


Florencia abrió los ojos como platos, pero solo esperó a oír algo más.


—La primera noche en tu casa pude notar que había algo entre ustedes —siguió Tamara—. ¿Por qué crees que Gonzalo está tan molesto? Él también ha visto las chispas.


—No hay chispas, no hay nada entre nosotros.


Las dos mujeres se rieron y Florencia miró a Tamara.


—Debe de ser la fase de negar la evidencia.


Paula tenía que acabar con aquello.


—Miren, aunque sintiéramos alguna atracción el uno por el otro, no tenemos tiempo. Tenemos trabajos que nos ocupan todo el tiempo. Yo tengo unas elecciones a la vuelta de la esquina y, Pedro, el restaurante. Además, buscamos cosas distintas en la vida.


Tamara y Florencia sonrieron y se miraron.


—Efectivamente, la negación de la evidencia.



A media tarde terminaron de marcar el ganado y Pedro y los hombres se dirigieron hacia la casa para comer algo. Estaba hambriento, sí, pero, sobre todo, de Paula. Norma, su madrastra, lo distrajo un poco mientras organizaba la fila para ir a las mesas. Entonces, vió a Paula que servía algo de comida a C. J. y le buscaba un sitio en la mesa de los niños. Camila, su sobrina, se encargó de darle el recibimiento. A C. J. no pareció importarle. Cuando los hombres estuvieron servidos, Pedro tomó un plato y se dirigió hacia su familia, que estaba sentada con Alejandra y Miguel Chaves. Paula también se unió al grupo.


—Aquí, hijo —le llamó su padre—. Te hemos guardado un sitio.


Él se acercó y se sentó enfrente de Paula. Le gustaba cómo encajaba con todo el mundo y se lanzaba a hacer las cosas. Efectivamente, algunas veces se enfurecía con él, pero quizá se lo mereciera. Miguel dió un mordisco a su sándwich antes de hablar.


—Pedro, espero que seas lo suficientemente listo como para poner la barbacoa de tu padre en el menú de tu restaurante.


—Eso será lo único que no cambiará —contestó él sin poder apartar la mirada de Paula—. La única diferencia será que mi padre seguirá haciéndola, pero no estará allí para servirla —miró a Norma con una sonrisa—. Ya no trabajará por las noches.


—Bueno, se ha merecido la jubilación —el senador sonrió—. ¿Verdad, Norma?


La esposa de Horacio asintió con la cabeza.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 43

Le gustó cabalgar junto a su padre mientras el capataz Francisco, Gonzalo y Pedro perseguían a las vacas que intentaban desmandarse. Aunque tenía la sensación de que Gonzalo quería estar cerca por otros motivos y que uno de ellos era descubrir lo que había entre Pedro y ella. Nada. Cuidaban juntos al niño, pero nada más. Pedro y ella habían estado demasiado ocupados con otras cosas como para pensar siquiera en empezar algo. Al oír los gritos y silbidos, comprendió que estaban acercándose a los recintos vallados y provisionales. Azuzó a Duquesa, la yegua de su madre, para que se acercara y ayudara a separar a los terneros de sus madres. La yegua también tenía experiencia y sabía hacerlo. Cuando terminaron, fue hasta la valla del corral, desmontó y no le sorprendió que las piernas estuvieran a punto de ceder. Le dolía todo el cuerpo.


—¿Estás bien?


Se dió la vuelta y vió a Pedro.


—Sí. Es que hacía mucho tiempo que no montaba tanto a caballo —sonrió algo abochornada—. ¿Adónde quieres que vaya ahora, jefe?


Él, con el sombrero tapándole los ojos y la camisa vaquera cubriéndole las amplias espaldas, resultaba un cowboy muy guapo.


—Gracias a tí y a tu familia tenemos ayuda suficiente — contestó él—. ¿Por qué no vas a la casa y ayudas a las mujeres?


—¿No me necesitas porque soy una chica o porque de verdad no hago falta?


—Vamos, Paula —contestó él con el ceño fruncido—. Estás agotada y voy a pagar a casi todos esos hombres. Pueden acabar lo que queda —él se acercó y bajó la voz—. Sin embargo, lo has hecho muy bien, estoy sorprendido.


—No soy solo una niña rica y mimada, ¿Eh?


Él la miró con sus intensos ojos azules.


—¿Quién no querría mimarte, cariño?


Paula fue a ayudar a las mujeres en la amplia cocina de la casa de Federico y Florencia. Su madre, Norma, Florencia, Tamara y hasta Marta, la cocinera de los Chaves, habían ido a ayudar a hacer la comida. En el patio había unas grandes mesas repletas con toneladas de comida, desde pollo frito y alubias hasta las famosas enchiladas de Marta y la barbacoa de carne troceada de Horacio. Los vítores que llegaron desde los recintos vallados hicieron que las mujeres salieran al porche para ver a C. J. Se acercaron y vieron al niño sujetando un hierro de marcar con la ayuda de Pedro mientras Gonzalo y Federico sujetaban a un ternero tumbado. Paula sacó una foto justo cuando C. J. apretaba el hierro candente contra el costado del ternero y lo marcaba con la triple A. Era un rito de iniciación en Texas. Volvió a fijarse en Pedro y lo observó avanzar con paso seguro hacia donde Gonzalo había lazado otro ternero. Pedro lo tumbó con facilidad, le grapó una etiqueta en la oreja y, con un rápido movimiento del cuchillo, también lo castró. Pedro, Federico y Gonzalo trabajaban con eficiencia juntos y también parecía que lo pasaban muy bien. La visión de los tres juntos era imponente. Tenían una estatura parecida, los hombros anchos y las espaldas rectas. Sin embargo, Pedro era el más guapo sin duda. Tenía el encanto irlandés y ella había estado loca por él desde el instituto. Sacó otra foto y él la miró guiñándole un ojo. Ella se sonrojó y supo que estaba metida en un lío.


—Cortan la respiración, ¿Verdad?


Paula se dió la vuelta y vió a Florencia con Tamara justo detrás.


—Son cowboys —fue lo único que reconoció Paula—. Es difícil resistirse a los sombreros, las botas… Y a esa jactancia, claro.


La tres se rieron.


—Lo que más me gusta es cuando mi vaquero se quita las botas y el sombrero —añadió Florencia con un suspiro—. ¿Qué puedo decir…?


Paula se sonrojó otra vez. Lo que menos le apetecía era pensar en Pedro.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 42

Pedro oyó que lo llamaban, se dió la vuelta y vió a Florencia que se acercaba con Agustín en brazos.


—Quería alcanzarte antes de que te marcharas. Viene más ayuda para acompañaros.


—¿Quién…? —preguntó Pedro con verdadera curiosidad.


Ella miró hacia el oeste y señaló con la cabeza hacia unos jinetes.


—Algunos vecinos.


Él tuvo que salir del corral y acercarse a los jinetes antes de reconocer el trío. ¿Paula? Miró a los otros jinetes y vió a su hermano, Gonzalo y… ¡Al senador! Se pararon delante de él.


—Hola, vecinos —les saludó Pedro.


Gonzalo se inclinó hacia delante.


—Hemos oído decir que te vendría bien un poco de ayuda.


Pedro se quedó atónito.


—Claro. ¿No te importará tragarte todo el polvo por ir detrás?


Gonzalo se echó el sombreo hacia atrás con una sonrisa.


—No, tu hermano y tú lo han hecho muchas veces en River’s End.


Pedro asintió con la cabeza y se dirigió al senador.


—Gracias por venir, señor.


—Bueno, yo he venido por la barbacoa de Horacio. Creo que está en el menú —Miguel sonrió—. Alejandra y Tamara se pasarán más tarde para ayudar con la comida.


Pedro estaba emocionado. Había tenido que ser idea de Paula.


—Creía que tenías trabajo en la obra.


Paula se encogió de hombros.


—Antonio pensó que sería más útil aquí.


—Me da igual el motivo, pero agradezco su ayuda.


—Somos vecinos y es lo que hacemos los unos por los otros — comentó Gonzalo.


Hubo un momento, no hacía mucho tiempo, cuando Gonzalo no había sido tan amable con Pedro, sobre todo cuando se fijó en Tamara. Quiso intentarlo con ella, pero la belleza de ojos verdes solo sentía algo por Gonzalo y se habían casado el año anterior. Estaba mucho mejor con Chaves. Miró a Paula, pero también se dió cuenta de la mirada de advertencia de su hermano mayor. Él tampoco quería verlo cerca de su hermana. Afortunadamente, Sloan no había estado antes por allí.


Cuatro horas más tarde, Paula estaba sudorosa y cubierta del polvo, pero se sentía exultante. Hacía años que no pasaba tanto tiempo a caballo. Al vivir en Austin, no había podido acudir a reunir el ganado de River’s End. En el rancho Triple A había poco ganado en comparación con el que tenían los Chaves pero, aun así, ese día había que marcar a unos cuantos terneros. Los días anteriores había oído a Pedro que intentaba reunir una cuadrilla para ese día. Sin embargo, había tenido poco tiempo y todo el mundo parecía estar ocupado. Como la inauguración de Alfonso’s Place sería el fin de semana siguiente, tenía que aprovechar esos días. Por eso, Paula le había pedido ayuda a su familia. Era lo que hacían los buenos vecinos en Texas.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 41

Dos días más tarde se reunía el ganado del rancho Triple A. Pedro salió de su casa al alba. La vieja casa del capataz estaba incluida en el acuerdo de asociación con Federico. Dirigía todo lo relativo al ganado. Había tenido que acondicionar la casa de dos dormitorios pero, por el momento, era perfecta para él. Le daba tranquilidad y soledad después de volver del extranjero y, además, era suya. Federico se había casado con Florencia y tenían dos hijos y las viviendas separadas daban intimidad a todos. También era la primera vez que se asociaba con su hermano y no sabía si podría con todo, con ocuparse del rancho y abrir Alfonso’s Place. Afortunadamente, tenía a su capataz, Francisco, para cubrir sus ausencias… y a su familia. Su padre iría esa mañana al restaurante para conocer a Kevin, el nuevo encargado de la barra. Juntos surtirían al bar de alcohol y cristalería y Kevin podría aprender algunas cosas de los años de experiencia de Horacio. A él también la habría gustado estar allí pero, en esos momentos, su prioridad era llevar el ganado al mercado. Aunque no tenía muchos empleados, sí tenía que pagarles la nómina. También tenía que ocuparse de C. J. Se había encariñado de él, pero el chico lo ponía donde no quería estar, cerca de Alisa. Casi convivían en el único sitio que le hacía pensar en la posibilidad de volver a empezar algo con ella. Había conseguido mantenerse alejado de ella desde que volvió hacia un año y, de repente, en dos semanas, era como un imán para él. Peor aún, no le había importado pasar el tiempo con ella. Mal asunto. Paula Chaves no era para él. Procedían de dos mundos completamente distintos. Ella estaba entregada en cuerpo y alma a la gente y a distintas causas, necesitaba a un hombre que estuviera a su lado cuando saliera a dejar su impronta en el mundo. Paula, con su nombre, era perfecta para ese cometido. Solo necesitaba el hombre adecuado para que la ayudara a llegar ahí y no era él, un exsoldado con secuelas y vaquero con aspiraciones de tener un restaurante próspero. No se le daban bien las cosas permanentes como las relaciones a largo plazo. Oyó la puerta que se abría y a C. J. que salía.


—¿Por qué no puedo ir contigo? —le preguntó el niño.


Pedro se puso el sombrero. Ya habían hablado de eso durante el desayuno.


—Te lo repito: Porque va a ser una jornada muy larga a caballo. Montas bien, pero no tienes suficiente experiencia para reunir el ganado.


La tarde anterior, como Paula accedió a que se lo llevara a casa, salió a montar a caballo con C. J. y estaba impresionado de que el niño se manejara tan bien con un caballo. C. J. se había puesto un viejo sombrero texano de paja que él encontró en los establos. Le quedaba un poco grande, pero sirvió para el pequeño cowboy.


—No quiero quedarme con las chicas —se lamentó el niño.


Pedro lo miró.


—Ye te he dicho que puedes ayudar a marcar el ganado cuando volvamos.


—¿Lo prometes?


—Claro, lo prometo —contestó él entre risas—. A no ser que les crees problemas a Florencia o a la abuela Norma.


—No lo haré —replicó el niño antes de salir corriendo hacia la casa principal.


Una vez en la puerta del corral, se encontró con los otros seis hombres, su hermano entre ellos. Federico le dio las riendas de Pegaso, su caballo, que ya estaba ensillado y preparado.


—Gracias —Pedro comprobó las cinchas e hizo un ligero ajuste—. ¿No tienes que comprobar cómo crecen las uvas? — bromeó con su hermano.


—Las tengo adiestradas para que lo hagan solas, pero si no me necesitas…


—Creo que podré aguantarte.

miércoles, 2 de julio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 40

Pedro la observó mientras ella daba un sorbo con la cabeza inclinada hacia atrás y el esbelto cuello estirado. Se acordó de cómo la había besado hasta que se estremeció, de cómo había susurrado su nombre mientras se deleitaba con cada centímetro de ella. Miró a otro lado y también dio un sorbo.


—Pedro, ¿Te pasa algo?


—No, estaba pensando en la recaudación de fondos.


Ella sacudió la cabeza.


—No voy a obligarte a que cumplas tu oferta. La inauguración de Alfonso’s Place es una noche especial. El restaurante y tu familia deberían ser el centro de atención.


—Mi padre y yo lo hemos hablado. El club infantil es importante para el pueblo. En realidad, creemos que eso podría llevar a más gente, aunque solo sea por curiosidad.


—Será algo más que curiosidad.


Pedro se apoyó en la encimera para parecer relajado.


—Hay mucho apoyo e interés en la posible reapertura del club. Las mujeres de Puntada con Hilo van a donar dos colchas de retazos. Podemos hacer una rifa. Podemos añadir algunas botellas de Alfonso’s Legacy y cupones para comidas gratis. Podríamos sacar algún dinero.


Él asintió con la cabeza.


—Hemos hablado de dar algunos aperitivos gratis con cerveza y una cata de vino, claro.


A Paula le pareció que estaba emocionándose con la ida.


—Estoy segura de que Yanina donaría algunos helados —Paula lo miró—. Está ayudándome con la campaña y veré qué puede hacer para anunciar el acto.


—Todavía son amigas íntimas, ¿Eh? Me acuerdo de cuando eran inseparables en el instituto.


Paula se quedó impresionada. Ellas solo eran unas novatas cuando Pedro ya era el veterano más codiciado.


—¿Te acuerdas de nosotras?


Él esbozó su sonrisa marca de la casa.


—Lo suficiente para saber que tenía que mantenerme al margen. Eras una tentación prohibida, eras menor. Eso por no hablar de tu padre y de tu protector hermano.


Pedro había omitido comentar que, además, estaba saliendo con Nadia Haynes, la animadora principal. Su padre tenía una pequeña fábrica a las afueras del pueblo y a Nadia le gustaba ser la hija rica y malcriada.


—Parecías muy ocupado con tu novia.


—Agua pasada —replicó Pedro con el ceño fruncido.


—Te alistaste en el ejército justo después de la graduación — comentó ella con curiosidad.


—Era lo que tenía pensado.


Entonces, ella se acordó de que había oído decir que había perdido la beca. Pedro miró hacia otro lado y se apartó de la encimera.


—¿Se te ocurre alguien más que esté dispuesto a donar algo?


Evidentemente, no quería hablar del pasado.


—Se lo preguntaré a Yanina. ¿Cuándo es la inauguración?


—Dentro de doce días, el sábado veintidós. Es posible que haya algunas cosas sin rematar, pero tendré cocinero, alguien en la barra y cuatro camareras.


—¿Puedo hacer algo? Quiero decir, puedo fregar vasos, limpiar la barra, amontonar cosas.


—No. Si no recuerdo mal, tú también tienes mucho trabajo con Vista Verde —Matt señaló con la cabeza hacia el dormitorio—. Además, está C. J.


—Ayudar al niño es lo más fácil. Tú también le has dedicado tu tiempo. Sin embargo, la inauguración es igual de importante.


—Hablando de todo un poco, este fin de semana tengo que reunir el ganado de Triple A.


—¿Cómo vas a hacerlo? —preguntó ella parpadeando.


—Con ayuda. Con vecinos y un buen capataz.


Pedro sabía que no daba abasto. Todo lo que tenía que hacer era muy importante pero, al mirar a Paula en esos momentos, no podía pensar en otra cosa que no fuese ella. Por eso tenía que largarse inmediatamente. Sería un disparate plantearse siquiera intentar retomarlo donde lo habían dejado. El problema era que no hacía mucho caso de sus propios consejos.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 39

Esa tarde, a última hora, Paula llevó a C. J. en su coche y Pedro los siguió en su camioneta. Cuando llegaron a casa de Paula, ésta dejó que él se ocupara de bañarlo y acostarlo mientras ella terminaba el trabajo que le quedaba. Estaba en la cocina, repasando los turnos de las cuadrillas para el día siguiente, cuando oyó que C. J. la llamaba. Se dio la vuelta y lo vió en la puerta con el pijama puesto y el pelo todavía mojado del baño.


—Ya estás preparado para acostarte…


El niño ya estaba mejorando aunque llevara tan poco tiempo allí. Se había cortado el pelo y se había puesto ropa nueva y la diferencia era muy grande. Todavía tenía que engordar un poco pero, a juzgar por cómo había comido, eso lo conseguiría pronto. C. J., se acercó a ella y la miró con sus ojazos marrones.


—Gracias por ayudarme con la tarea.


—De nada —replicó ella intentando disimular la sorpresa.


El niño estaba radiante pero, aun así, mantenía cierto recelo que ella atribuyó a la influencia de su padre y al abandono de su madre. Al parecer, era algo en lo que se parecían esos dos varones. Ella no podía saber qué era eso. La gente pensaba que su vida había sido perfecta, la de una niña rica que había tenido de todo. Sin embargo, su padre había estado ausente mientras fue senador. Volvió a prestar atención al niño.


—Tú también has trabajado mucho hoy.


—No quiero ir al colegio de verano. La señora Cooper dice que tendré que ir si no trabajo mucho ahora.


—Entonces, creo que vamos a tener que conseguir que alcances a los niños de tu clase.


C. J. asintió con la cabeza y empezó a marcharse, pero se paró y se dió la vuelta.


—Gracias también por llevarme a tu trabajo —el niño miró hacia otro lado—. Fue guay.


Ella se sintió emocionada.


—Bueno, me alegro de que te gustara. Si mañana también salimos temprano, podemos volver a pasar por la obra. ¿Crees que estarás preparado a las siete?


—Claro —contestó él con los ojos muy abiertos.


Pedro lo llamó y C. J salió corriendo. Ella se quedó pensando cuál habría sido el motivo de ese cambio en él. Recogió los papeles del trabajo porque no pensaba pasar otra noche con él. No podía permitir que pasara lo que había pasado la noche anterior. Si él iba a quedarse allí por C. J., perfecto, pero no podían tener otra aventura. Creyó que lo había eludido hasta que él salió al pasillo desde el cuarto de baño y se chocaron. Estuvo a punto de dejar caer los papeles que llevaba debajo del brazo.


—Perdona…


Ella fue a retroceder cuando notó la mano de Matt en el brazo.


—Vaya, tienes prisa.


—Quiero terminar algunas cosas del trabajo.


No pensaba reconocer el motivo verdadero. Sobre todo, cuando él llevaba una camiseta ceñida que dejaba ver sus brazos musculosos y su pecho granítico.


—Tú también estarás agotado. Has tenido mucho trabajo estos días.


—Nunca me había imaginado que hacer de padre fuese tan agotador —los ojos azules de Pedro dejaron escapar un destello—. Tómate una cerveza antes de que me marche a casa. Quiero hablar contigo.


Era una idea nefasta.


—Claro, ¿Por qué no?


Paula dejó los papeles en su cuarto y lo acompañó a la pequeña cocina. Pedro fue a la nevera y sacó dos botellas de cerveza que había llevado además de algo de comida.


—Creo que podríamos hablar de la recaudación de fondos — Pedro abrió las cervezas y le dió una a ella—. Sigues prefiriendo beber de la botella, ¿Verdad? —le preguntó con una sonrisa.


¿Él se acordaba?


—Sí —contestó Paula.