lunes, 6 de octubre de 2025

Eres Para Mí: Capítulo 65

 —Lo escucho, señor Murray.


—¿Qué quiere?


—Saber quién es mi padre. Si es usted, me gustaría conocerlo para acabar con este asunto de una vez para siempre.


No iba a acceder. Él volvió a carraspear. Los hombres eran cobardes


—En nombre de mi familia y de mí mismo, querría invitarla a una barbacoa en mi casa, este domingo. Tenemos muchas ganas de conocerla.



Dos horas después, Paula seguía en estado de shock al entrar en la cocina de Rosa. Había accedido a la invitación y colgado inmediatamente, temerosa de que la emoción la impidiera seguir hablando. Tenía dos días para recuperarse y conocer a la numerosa familia que tenía su padre. Era poco tiempo y tenía mucho que asimilar, pero no iba a desaprovechar la oportunidad. Al ver a un joven en la cocina de Rosa se sobresaltó.


—Luca, hola. Siento llegar tarde, Rosa.


—Llegas en el momento justo —contestó Rosa señalándole el horno—. Iba a servir la cena.


Paula fue al cuarto de baño a lavarse y, cuando volvió, Luca estaba partiendo la carne, mientras Rosa servía la ensalada y las patatas asadas. Hasta la mitad de la cena, durante la que básicamente había hablado Rosa, no se sintió capaz de volverse hacia su hermano, que había permanecido en silencio, con la cabeza gacha y devorando la comida.


—Tengo una empresa de paisajismo y un buen equipo que trabaja conmigo. Necesito un trabajador para un proyecto que me han encargado para un centro de información turística.


—¿Cuánto pagas? —preguntó él sin mirarla.


—El salario establecido para alguien de tu edad y las dietas que mis empleados reciben por dormir fuera de casa. Puedo mandarte la información, si estás interesado. Es un trabajo de jardinería sencillo, pero, si no estás dispuesto a que te dé órdenes, no lo aceptes, porque te aseguro que no durarás ni un día —no iba a molestar al equipo con peleas familiares.


Se preguntó si debía hablarle del pasado feliz que habían compartido. Y decidió hacerlo.


—Eras un niño cuando me fui de casa. Ahora no nos conocemos, pero sí conozco los defectos de tu padre y su furia. Me fío de la palabra de Rosa, que afirma que no eres como él.


Luca alzó la cabeza y la miró a los ojos. Iba camino de ser un hombre guapo y fuerte, muy parecido a su padre.


—No soy como él.


—¿Estás seguro?


—No soy como él —repitió Luca—. Trabajaré para tí. Quiero el empleo.


—Empezarás el martes que viene y me ayudarás a buscar plantas y a ordenar materiales.


—Me muero de ganas —sonrió levemente.


—Terminen de comer —dijo Rosa con expresión afectuosa. 


Parecía que enfrentarse a viejos demonios no era tan difícil.



EL problema de que Pedro hubiera discutido con Paula era que aún tenían que relacionarse profesionalmente. Él le había prometido que ella no saldría perjudicada si la relación sentimental no funcionaba. Hasta entonces no había cumplido la promesa, pero lo haría muy pronto.

Eres Para Mí: Capítulo 64

 —¿Por qué?


—Creo que puede ser mi padre biológico. Voy a escribirle para preguntarle qué sucedió, por qué me mandaba dinero a través del padre de Pedro y por qué no ha querido conocerme. Y a ver qué pasa.


—¿Esperas algo de él?


—Nada, salvo respuestas, si es que es mi padre. Intento ir hacia delante para ser quien quiero ser. Me debo a mí misma enfrentarme a mis demonios para poder avanzar confiando en mi valía personal y para tener la suficiente autoestima para permitirme amar.


—Hasta mañana —dijo Paula—. Conduce con precaución.


Paula llamó por teléfono mientras paseaba por la habitación de un motel de carretera de tres estrellas. Estaba limpia y eso le bastaba, a pesar de llevar meses viviendo en bonitas cabañas ecológicas. El lujo le daba igual. No tenía el número personal de Francisco Murray, pero sí el de la empresa. Le contestó una voz femenina.


—Hola, me llamo Paula Chaves y querría hablar con el señor Francisco Murray, por favor.


—¿Espera su llamada, señorita Chaves?


—No, pero le agradecería que le dijera que lo he llamado. Voy a mandarle a usted mi dirección electrónica para que se la haga llegar.


—Muy bien. Le diré que ha llamado y le daré su dirección electrónica.


¡Qué mujer tan eficiente, quienquiera que fuera! Paula se apartó el cabello del rostro. No había terminado de enfrentarse a sus miedos, pero había empezado.



Eran las seis y diez de la tarde y a Paula aún le quedaban cientos de kilómetros de camino de tierra para llegar a casa de Rosa. Le sonó el móvil y en la pantalla apareció un número desconocido. Detuvo el vehículo. Allí no hacía falta salirse de la carretera. Agarró el móvil, podía ser un cliente.


—¿Sí?


No hubo respuesta.


—¿Diga?


—¿Paula Chaves? —el hombre carraspeó—. Soy Francisco Murray. 


Paula se quedó sin habla.


—Creo que sé por qué me ha llamado. Llevaba esperándolo mucho tiempo y preguntándome qué le diría llegado el momento.


Le iba a decir que no, pensó ella.


—Tengo tres hijos.


Y Paula se dijo que quién iba a querer una hija teniendo tres varones.


—Y una esposa que lleva cuarenta años a mi lado. 


Iba a negar que había conocido a su madre.


—Y los quiero mucho.


¿Por qué iba a confesarles que había dado dinero a su madre? Había fingido que era obra de Lord Alfonso, que él nada tenía que ver. Lo veía venir. Iba a negarlo todo.

Eres Para Mí: Capítulo 63

Paula estaba desconsolada. Pedro era un imbécil, pero no se daría por vencida. A veces había que hacer frente al mal tiempo hasta que volvía a salir el sol. Mientras se dirigía hacia el oeste pensó que él tenía razón en algunas cosas. Ella seguía teniendo problemas personales que solucionar antes de exigirle a él que resolviera los suyos. Pero como era una mujer segura de sí misma, con mucho amor y energía que ofrecer, podría hacerlo. Agarró el móvil y llamó a la única persona que nunca le había fallado.


—Hola, Rosa, ¿Puedo quedarme en tu casa unos días?


—Ya sabes que sí ¿Cuándo vienes?


—Mañana. Acabo de salir de Brisbane. Pasaré la noche en un motel.


—Creí que seguías en Cooper Crossing.


—Acabamos ayer. Quería darle la buena noticia a Pedro.


—¿Cómo está?


—De muy mal humor. Le resulta difícil aceptar que, después del accidente, no volverá a ser el mismo —le explicaría los detalles cuando la viera. No estaba segura de lo que sabía Gert sobre su relación con Pedro. No se lo había ocultado, sino que había estado muy ocupada.


—Tenía que ocurrir —dijo Rosa suspirando—. Siempre se ha mostrado optimista ante los demás, incluso después de recibir un duro golpe. Es como si creyera que la gente no soportaría que todo lo que lo rodeara no fuera positivo.


—Voy a ir a ver a Gerardo y a Luca —su padrastro y su hermanastro—. A ver si aclaramos la cosas de una vez y puedo olvidarme de todo aquello.


—Creo que no es buena idea. Gerardo lleva borracho varios días.


—¿Qué lo ha provocado esta vez?


—¿Quién sabe? No es un buen hombre.


—Puede que lo fuera hace tiempo.


—No, Paula. Se bebió el dinero reservado para tu educación, te echó de casa de tu madre en cuanto ella murió y amenazó a su hijo con darle una paliza si se relacionaba contigo.


—Últimamente, Luca me saluda con la cabeza cuando me ve. Va a cumplir dieciocho años. Lo ayudaré, si quiere salir de esa casa.


—Te escupió.


—Tenía diez años —Paula no esperaba que la hubiera defendido ante los ataques de Gerardo. Tampoco que la escupiera, pero entendía que lo había hecho para ganarse el favor de su padre. Hasta entonces, su relación había sido buena.


—Quiero ayudarlo ofreciéndole un puesto en mi equipo cuando trabajemos en los jardines del centro de información turística.


—Eso sería como pedirle que declarara la guerra a su padre.


—Lo sé. Y puede que vuelva a escupirme, pero, de todos modos, voy a ofrecerle una forma de escapar de las garras de su padre, del mismo modo que tú me la ofreciste.


—De acuerdo —dijo Rosa—. Vamos a luchar por él.


—Rosa, ¿te suena el nombre de Francisco Murray?


—No.


—Búscalo en Internet, a ver si su rostro te resulta conocido.

Eres Para Mí: Capítulo 62

 —Me dijiste que confiaban en mí y te creí. Dijiste que era una persona valiosa, ingeniosa y fuerte, y también me lo creí. Necesitaba que me echaran una mano y lo hiciste de modo incondicional. Somos amigos y algo más.


Mucho más en tan poco tiempo. Tal vez eso fuera parte del problema.


—¿Por qué no has confiado en mí para apoyarte? —dió un paso hacia él.


—No voy a discutir contigo —contestó él retrocediendo.


—No estoy discutiendo, sino luchando por tí, por nosotros y por un posible futuro en común.


—No quiero que nadie cargue con mis limitaciones. Tú estás empezando y te espera todo lo bueno de la vida.


—Pero tú no.


—Te irá mejor sin mí, mucho mejor.


—Y eso que creía que iba a ser yo quien se resistiera a nuestra relación pensando que no estaba a la altura. No tengo dinero ni contactos ni me considero más inteligente que la mayoría. Sin embargo, me has hecho creer que se me puede valorar y querer por ser como soy, por ser Paula. ¿Por qué no puedes ser tú mismo, herido y sin buena visión periférica, pero entero y digno de ser querido?


Las defensas de Pedro iban desmoronándose como si fueran cerillas. Debía apartarla de su lado, antes de caer a sus pies hecho un penoso guiñapo incapaz de dejarla marchar.


—Tu padrastro y tu hermanastro te echaron de casa. Y a tu padre no quieres ni verlo —dijo él con desprecio—. No puedes luchar contra tus demonios, ¿Y pretendes hacerlo con los míos?


—¿Ese es tu argumento? —se acercó y le puso un dedo en el pecho—. Puedo luchar contra mis demonios y lo haré. Y después volveré a por tí. Mientras tanto, tal vez puedas matar a un par de los tuyos.


Se dirigió a la puerta.


—Te dejas la mochila —pero ella no se volvió.


—Te he construido un jardín sensorial repleto de texturas, sombras, agua y sonidos. Es un refugio para relajarse y renovarse, un lugar majestuoso y tranquilo que te he diseñado con todo mi amor. Los planos están en la mochila. ¿Qué más da que no puedas ver todo lo que he escrito? Tú eres el que posee recursos ilimitados. Si no quieres ir a experimentarlo por tí mismo, haz que alguien te lo explique.


Las puertas de la casa se cerraron suavemente. Él se apoyó en la de salida y se apretó los ojos, que de repente le picaban. Ella había hablado apasionadamente y la quería por eso. En realidad, la quería y punto. Se había dado cuenta en algún momento de la discusión ¿Pero cómo iba a permitir que se quedara y a hacerla feliz, si no veía lo que tenía delante? Debía dejar que se fuera. Sus limitaciones no eran responsabilidad de ella. Al final se daría cuenta de que tenía razón.

Eres Para Mí: Capítulo 61

Pedro no esperaba compañía, así que cuando sonó el sistema de seguridad para anunciarle que alguien quería entrar, salió con calma del spa, agarró una toalla y se acercó a la pantalla de seguridad para ver quién era. Brenda y Federico, por fin, se habían ido esa mañana a su casa, tras varios días de estar con él y de asegurarse de que tenía todo lo necesario. Iba al médico todos los días y un fisioterapeuta lo visitaba dos veces a la semana. Julio, el oftalmólogo, lo había examinado en el hospital y en su casa, hacía dos días. Había recorrido la vivienda y le había hecho preguntas sobre el trabajo y su rutina diaria. Y después le había prescrito una serie de ayudas y aparatos para la vista. Le preguntó dónde estaba la bonita mujer que había conocido y él le respondió que trabajando. No quería que Paula fuera testigo de su debilidad y su miedo. Volvería a verla cuando estuviera bien, lo cual podría tardar mucho. Acabó de secarse y se inclinó sobre la pantalla para ver quién había en la puerta. Y allí estaba ella. Llevaba botas, pantalones cortos, una camiseta, una mochila al hombro, gafas de sol y el cabello recogido en una cola de caballo. Parecía sucia y cansada, pero fuerte y sana. Y él se enfrentó a un dilema, porque quería y no quería verla a la vez.


—Hola —dijo ella con alegría, cuando le abrió la puerta—. Te estabas bañando —añadió al fijarse en la toalla.


—Paula —dijo él en tono frío—. ¿A qué has venido?


—Me he dado cuenta de que nuestra relación, amistad o lo que sea, se basa en que aparezcas de repente y sin avisar. ¿Acaso no puedo hacer yo lo mismo?


Sin decir nada, Pedro se apartó para dejarla entrar. Si de verdad pensaba romper con ella, lo mejor no era hacerlo en la puerta, por si los oía alguien. Paula se dirigió a la cocina, dejó la mochila en un taburete y se volvió hacia él con los brazos cruzados. Lo observó de pies a cabeza.


—No pareces estar a las puertas de la muerte.


—No lo estoy.


—Bueno es saberlo. No has respondido a mis llamadas, ni siquiera a las de negocios.


Ni a las suyas ni a las de nadie.


—Según Brenda, estás sumido en un pozo de autocompasión y desesperación —dió una vuelta alrededor de él lentamente, como si estuviera contemplando una escultura—. Entenderás mi preocupación, aunque debo señalar que tu trasero sigue estando muy bien, al igual que el resto de tu cuerpo. Eso no quiere decir que sea una persona superficial a la que solo le atrae tu físico, pero te he visto en peores condiciones.


—Estoy bien.


—No me lo creo.


—¿Qué quieres que te diga?, ¿Qué no he recuperado la visión?


—Sí, empecemos por ahí.


A Pedro le brillaron los ojos de ira. Ella también estaba enfadada. Y si él no podía darse cuenta porque no la veía bien, se lo demostraría verbalmente.

viernes, 3 de octubre de 2025

Eres Para Mí: Capítulo 60

 —Yo… —¿Querría él que estuviera allí? Él no le había hablado mucho de las heridas ni de la recuperación. Salvo aquella primer noche en la cabaña en que se habían tumbado juntos un par de horas, se había comportado como si no tuviera más problemas de salud que una ocasional disminución de la visión periférica—. Por favor, dile que he llamado.


—¿Quieres que te llame?


—¡Sí! —exclamó ansiosa.


—Se lo diré.


—Gracias —deseaba con todas sus fuerzas estar allí, pero no sabía si tenía derecho—. Me gustaría ir a verlo —su relación era reciente, pero era indudable que podía llamarlo y animarlo en persona, si él lo deseaba—. Estoy preocupada.


«Lo que estás es enamorada», pensó. Eso también. Se había dado cuenta ante la posibilidad de no volver a verlo.


—¿Es un error que tenga ganas de gritarle?


—De ninguna manera: Hazlo. Nosotros estamos andando de puntillas en actitud estoica y de apoyo, y no funciona. No soy médico, pero, si quieres saber mi opinión, ha intentado hacer más de lo que podía, pero no quiere reconocerlo porque se avergüenza. Y, Paula, te voy a decir algo porque sé que no vas a utilizarlo en su contra ni a contárselo a la prensa.


—Claro que no.


—Lo sé. Pedro está luchando para aceptar que no volverá a estar en tan buena forma ni tan sano como antes. Intenta hacerlo entrar en razón, aunque eso lo impulse a criticarte y atacarte.


—Estoy acostumbrada. Mi padre era un alcohólico que no sentía mucho cariño por mí. No es que quiera contarte mi vida ni insinuar que Pedro se le parece. En absoluto. Pero sé desenvolverme sola en este mundo imperfecto. Me enfrento a los problemas sin vacilar, salvo en lo que se refiere a mi padre biológico. Pero estoy en ello. Soy dura y tengo capacidad de recuperación y al final consigo lo que quiero. Si salgo ahora, llegaré por la mañana.


No sabía si lo que estaba diciendo tenía sentido.


—De todos modos, esperaré a que me llame.


—Le están haciendo una resonancia magnética. Le diré que has llamado. Y cuando yo vuelva a casa, podemos quedar a tomar un café, ¿De acuerdo?


—De acuerdo —Paula tuvo la desagradable impresión de que lo único que había conseguido con aquella llamada era revelar su enamoramiento.


¿Y si él quería mantener la relación en secreto? ¿Y si solo se trataba de una aventura y no quería volver a verla? Pedro no le devolvió la llamada. Y Paula tardó una semana en darse cuenta de que no iba a hacerlo. El equipo había terminado de trabajar en la última cabaña y estaba haciendo las maletas para volver a Brisbane. Ella estaba indecisa sobre si ir también, porque ¿Qué iba a hacer allí? ¿Llamar a la puerta de Pedro y pedirle que la dejara entrar? «Sí. Te pidió que confiaras en él. ¿Y si está esperando que acudas en su ayuda, como él acudió a ayudarte?». Cuando el equipo se dirigió hacia el este en un convoy de camiones, fue con él.

Eres Para Mí: Capítulo 59

 —Forman parte del proceso de recuperación —no todo era mentira.


Le habían dicho que podía hacer ejercicio con moderación. Quienes querían escalar por primera vez iban a Kangaroo Point, ya que no se necesitaba experiencia. Y Pedro era un escalador experimentado. La pierna se le había fortalecido y el hombro dislocado ya estaba en su sitio. En cuanto a la vista… La disminución de la visión periférica lo obligaría a mirar todo el rato de frente. Pero necesitaba ponerse a prueba.


—¿Con quién vas a ir a escalar?


—Con Rafael —era instructora profesional y campeona de escalada en interiores—. No le importará que vengas —le pagaba lo suficiente para que no le importase, y Federico tenía experiencia.


—Podría ir mañana por la mañana, porque esta tarde tengo una reunión con la Agencia de Protección Ambiental.


—No pasa nada —Pedro no iba a reconocer que la presencia de su hermano lo había animado, después de una semana repleta de citas médicas y noticias cada vez peores sobre su salud.


Necesitaba un desafío, algo que lo estimulase y lo ayudara a sentirse útil de nuevo y a creer que valía para algo.



Paula no sabía si Pedro había lanzado un satélite sobre el lugar donde se hallaba y por eso ni su equipo ni ella se habían quedado sin cobertura telefónica durante los dos meses anteriores. Había reunido a un grupo de personas que querían seguir trabajando para ella. El siguiente proyecto era para un centro de información turística de una ciudad pequeña con el fin de convertirlo en la puerta de entrada de turistas a toda la zona. Después, ya tenía cerrado un contrato con una celebridad local en Sunshine Coast. Al final del día entraba en Internet para consultar la previsión meteorológica y las noticias. Solía hacerlo mientras cenaba, pero ese día perdió el apetito al leer un titular: "Un magnate multimillonario vuelve a caerse". Dos fotos lo acompañaban: Una, la de un grupo reunido en la cumbre del acantilado; la otra, una antigua foto de Pedro de esmoquin. ¿Se había caído por el acantilado? No, había tenido un accidente escalando. Según un testigo, no había sido una caída grave. Estaba cerca de la cima y se había desmayado. Sus compañeros lo habían ayudado y llevado hasta la cima, donde lo esperaba una ambulancia. Según el artículo, su condición era estable. Marcó con manos temblorosas el número que Reid le había dado, pero saltó el buzón de voz, y no dejó un mensaje. A continuación llamó a Brenda.


—Hola, soy Paula —dijo con voz ronca y vacilante—. He visto la noticia.


—¿Quieres saber cómo está Pedro?


—Sí.


—Estamos en el hospital. Le están haciendo pruebas. Parece que está bien; enfadado con todo y con todos, pero bien.


—¿Qué ha pasado?


—Intenta sacarle información a alguien que no quiere dártela — Brenda parecía a punto de perder la paciencia.


—¿Tan mal están las cosas?


—Federico está muy preocupado y Pedro nos dice que nos vayamos porque se encuentra bien, cuando es incapaz de firmar los papeles del hospital porque apenas puede leerlos.