—Lo escucho, señor Murray.
—¿Qué quiere?
—Saber quién es mi padre. Si es usted, me gustaría conocerlo para acabar con este asunto de una vez para siempre.
No iba a acceder. Él volvió a carraspear. Los hombres eran cobardes
—En nombre de mi familia y de mí mismo, querría invitarla a una barbacoa en mi casa, este domingo. Tenemos muchas ganas de conocerla.
Dos horas después, Paula seguía en estado de shock al entrar en la cocina de Rosa. Había accedido a la invitación y colgado inmediatamente, temerosa de que la emoción la impidiera seguir hablando. Tenía dos días para recuperarse y conocer a la numerosa familia que tenía su padre. Era poco tiempo y tenía mucho que asimilar, pero no iba a desaprovechar la oportunidad. Al ver a un joven en la cocina de Rosa se sobresaltó.
—Luca, hola. Siento llegar tarde, Rosa.
—Llegas en el momento justo —contestó Rosa señalándole el horno—. Iba a servir la cena.
Paula fue al cuarto de baño a lavarse y, cuando volvió, Luca estaba partiendo la carne, mientras Rosa servía la ensalada y las patatas asadas. Hasta la mitad de la cena, durante la que básicamente había hablado Rosa, no se sintió capaz de volverse hacia su hermano, que había permanecido en silencio, con la cabeza gacha y devorando la comida.
—Tengo una empresa de paisajismo y un buen equipo que trabaja conmigo. Necesito un trabajador para un proyecto que me han encargado para un centro de información turística.
—¿Cuánto pagas? —preguntó él sin mirarla.
—El salario establecido para alguien de tu edad y las dietas que mis empleados reciben por dormir fuera de casa. Puedo mandarte la información, si estás interesado. Es un trabajo de jardinería sencillo, pero, si no estás dispuesto a que te dé órdenes, no lo aceptes, porque te aseguro que no durarás ni un día —no iba a molestar al equipo con peleas familiares.
Se preguntó si debía hablarle del pasado feliz que habían compartido. Y decidió hacerlo.
—Eras un niño cuando me fui de casa. Ahora no nos conocemos, pero sí conozco los defectos de tu padre y su furia. Me fío de la palabra de Rosa, que afirma que no eres como él.
Luca alzó la cabeza y la miró a los ojos. Iba camino de ser un hombre guapo y fuerte, muy parecido a su padre.
—No soy como él.
—¿Estás seguro?
—No soy como él —repitió Luca—. Trabajaré para tí. Quiero el empleo.
—Empezarás el martes que viene y me ayudarás a buscar plantas y a ordenar materiales.
—Me muero de ganas —sonrió levemente.
—Terminen de comer —dijo Rosa con expresión afectuosa.
Parecía que enfrentarse a viejos demonios no era tan difícil.
EL problema de que Pedro hubiera discutido con Paula era que aún tenían que relacionarse profesionalmente. Él le había prometido que ella no saldría perjudicada si la relación sentimental no funcionaba. Hasta entonces no había cumplido la promesa, pero lo haría muy pronto.