miércoles, 1 de octubre de 2025

Eres Para Mí: Capítulo 51

 —¿Te has tomado un analgésico? —preguntó ella.


—Hace media hora.


—¿Necesitas tomar más?


—No puedo —el médico le había prescrito que los tomara con la frecuencia que le indicaba. 


Tal vez hubiera forzado el cuerpo demasiado al intentar disimular su debilidad. Tal vez hubiera llegado el momento de dejar de hacerlo.


—Puedo traerte una bolsa de hielo de la cabaña.


—¿Vas a intentar curarme de nuevo con aquello de lo que dispongas?


—Con lo que sea necesario —él notó que se levantaba, pero no abrió los ojos—. Vuelvo dentro de cinco minutos.


—¿De cinco minutos?


—Te lo prometo —respondió ella apretándole la mano.



Cuando Paula volvió, Pedro dormía profundamente. Dejó la bolsa de hielo y un vaso de agua en la mesilla y se fue a trabajar. Se puso a plantar esquejes. Estaba contenta y muy segura de haber elegido la profesión adecuada, que le abriría un montón de posibilidades. Y Pedro estaba allí. Él salió a buscarla cuando se estaba poniendo el sol. Observó con atención el trabajo que había realizado. Después la miró y le dijo:


—De acuerdo, creo que la bañera y la ducha exteriores son buena idea. Estás cubierta de barro.


—Sabía que coincidirías conmigo. Los científicos e investigadores que vienen por aquí también acaban cubiertos de barro. Me he encontrado con alguno. Si hubiera una zona para bañarse o ducharse, la utilizarían.


—Vamos a seguir hablando mientras cenamos.


La convenció de que cenase con él, cuando estuviera presentable, prometiéndole que prepararía pescado, ensalada y, de postre, mangos. Ella se duchó deprisa y se reunió con él en su cabaña.


—¿Quieres té frío o algo más fuerte? —le preguntó Pedro, cuando ella entró en la cocina—. Yo voy a tomar agua.


—¿Debido a la medicación?


—Por eso y porque no quiero que me vuelva a doler la cabeza.


Su cuerpo ya no estaba tenso ni sus ojos transmitían dolor. Ella lo observó emplatar el pescado.


—¿Cómo va la búsqueda de su hermana? —preguntó cuando él puso los platos en la mesa y le indicó que se sentara.


—Estamos en un callejón sin salida. Federico se encarga del asunto — esperó a que ella empezara a comer para hacerlo él. 


Ella no entendía sus buenos modales, que solo servían para recalcar la diferencia de clase social que los separaba.

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