—Yo… —¿Querría él que estuviera allí? Él no le había hablado mucho de las heridas ni de la recuperación. Salvo aquella primer noche en la cabaña en que se habían tumbado juntos un par de horas, se había comportado como si no tuviera más problemas de salud que una ocasional disminución de la visión periférica—. Por favor, dile que he llamado.
—¿Quieres que te llame?
—¡Sí! —exclamó ansiosa.
—Se lo diré.
—Gracias —deseaba con todas sus fuerzas estar allí, pero no sabía si tenía derecho—. Me gustaría ir a verlo —su relación era reciente, pero era indudable que podía llamarlo y animarlo en persona, si él lo deseaba—. Estoy preocupada.
«Lo que estás es enamorada», pensó. Eso también. Se había dado cuenta ante la posibilidad de no volver a verlo.
—¿Es un error que tenga ganas de gritarle?
—De ninguna manera: Hazlo. Nosotros estamos andando de puntillas en actitud estoica y de apoyo, y no funciona. No soy médico, pero, si quieres saber mi opinión, ha intentado hacer más de lo que podía, pero no quiere reconocerlo porque se avergüenza. Y, Paula, te voy a decir algo porque sé que no vas a utilizarlo en su contra ni a contárselo a la prensa.
—Claro que no.
—Lo sé. Pedro está luchando para aceptar que no volverá a estar en tan buena forma ni tan sano como antes. Intenta hacerlo entrar en razón, aunque eso lo impulse a criticarte y atacarte.
—Estoy acostumbrada. Mi padre era un alcohólico que no sentía mucho cariño por mí. No es que quiera contarte mi vida ni insinuar que Pedro se le parece. En absoluto. Pero sé desenvolverme sola en este mundo imperfecto. Me enfrento a los problemas sin vacilar, salvo en lo que se refiere a mi padre biológico. Pero estoy en ello. Soy dura y tengo capacidad de recuperación y al final consigo lo que quiero. Si salgo ahora, llegaré por la mañana.
No sabía si lo que estaba diciendo tenía sentido.
—De todos modos, esperaré a que me llame.
—Le están haciendo una resonancia magnética. Le diré que has llamado. Y cuando yo vuelva a casa, podemos quedar a tomar un café, ¿De acuerdo?
—De acuerdo —Paula tuvo la desagradable impresión de que lo único que había conseguido con aquella llamada era revelar su enamoramiento.
¿Y si él quería mantener la relación en secreto? ¿Y si solo se trataba de una aventura y no quería volver a verla? Pedro no le devolvió la llamada. Y Paula tardó una semana en darse cuenta de que no iba a hacerlo. El equipo había terminado de trabajar en la última cabaña y estaba haciendo las maletas para volver a Brisbane. Ella estaba indecisa sobre si ir también, porque ¿Qué iba a hacer allí? ¿Llamar a la puerta de Pedro y pedirle que la dejara entrar? «Sí. Te pidió que confiaras en él. ¿Y si está esperando que acudas en su ayuda, como él acudió a ayudarte?». Cuando el equipo se dirigió hacia el este en un convoy de camiones, fue con él.
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