—Me pondría de rodillas, pero necesitaría un bastón para levantarme o que tú me ayudaras, y no es lo que quiero. La vanidad me lleva a disimular mis fallos, pero espero ser lo bastante inteligente para aferrarme a lo mejor que me ha pasado en la vida. No volveré a rechazarte. Lucharé por nosotros. No dejaré que dudes de mi amor. Lo proclamaré a los cuatro vientos y todos serán testigos.
La miró fijamente a los ojos.
—Te quiero, Paula. ¿Me harás el honor de compartir la vida casándote conmigo y estando a mi lado frente a las vicisitudes que nos depare el futuro? No te prometo que el camino vaya a ser fácil, pero sí que te querré y respetaré mientras viva.
—Sí —lo besó en los labios con amor, mientras las lágrimas le estropeaban el maquillaje.
La bebida corría, la música sonaba y el salón de baile estaba lleno de gente vestida de gala. El anillo de compromiso de Paula brillaba a la luz de las lámparas, cuando Pedro se la presentó a sus amigos, socios y empleados. Nadie podía darse cuenta de la extensión de sus heridas bajo el traje de diseño ni hacerse una idea del viaje emocional que había llevado a cabo. Era un hombre fuerte por haberse recuperado de semejantes heridas. Era un hombre inteligente, por haberse enfrentado a sus inseguridades, haberlas analizado y mostrado a sus seres queridos. Era su hombre.
—Estás resplandeciente —murmuró él.
—Como el Támesis en Nochevieja.
—Pues iremos.
Paula no puso objeciones. Su mundo se estaba extendiendo mucho más de lo que podía haberse imaginado. Con Pedro en sus brazos y con su amor para protegerla, estaba preparada para lo que les deparara el futuro. Una mujer rubia se los acercó. ¿Era la invitada especial? Debía de serlo.
—¿Pedro Alfonso? Permíteme que me presente —tenía un encantador acento inglés, nítido y aristocrático, más receloso que afectuoso—. Soy Victoria Colby-Jones, lady Victoria Colby-Jones. Tu hermano me ha encontrado, tras una búsqueda poco ortodoxa.
La expresión de Pedro pasó de la sorpresa a la incredulidad, para acabar en la alegría.
—¡Vicky! Pero si hasta te pareces a mí. Solo que eres mujer y más baja que yo.
Lady Victoria apretó los labios.
—Así es.
—Mira Pau, es Vicky. Vicky, te presento a Pau, mi futura esposa.
—Encantada. ¿«Pau» es uno de esos espantosos apodos australianos y te llamas Paulina?
—No, me llamo Paula.
—Ah.
Federico y Brenda se unieron a ellos. Rápidamente Pedro le susurró a su hermano:
—¿La abrazo? ¿Crees que le gustará que lo haga?
—Entendido —dijo Pedro y Paula aprovechó la ocasión para clavarle el tacón en el zapato—. Cariñó, ten cuidado con mis pies —dijo Pedro, muy ofendido, pero volvió a esbozar una sonrisa radiante al dirigirse a la recién llegada—.Victoria, ¿Sabes bailar el vals?
—Por supuesto, Peter…
Todos esperaron a que pronunciara correctamente el nombre de Pedro. No lo hizo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario