La red de suministro de agua era obra de un genio. Toda la instalación para cultivar plantas y redefinir el hábitat era ambiciosa, posiblemente temeraria, y Pedro pensó que los científicos estudiarían el progreso del sistema en años venideros. Al principio no se percató de la presencia de Paula. No la oyó acercarse debido al ruido del agua al caer en la bañera. Al volverse estaba allí, apoyada en la pared y observándolo en silencio. Llevaba ropa de trabajo y no parecía sorprendida por su presencia. Él, en cambio, se sorprendió mucho al verla. Y también se alegró, a juzgar por el vuelco que le dio el corazón.
—No te esperaba.
—Brenda me ha dicho que estabas de camino y, como no estaba lejos, me he acercado.
—Invadiendo una propiedad privada.
Ella se metió las manos en los bolsillos de los pantalones cortos y asintió.
—Otra vez.
A él le encantaba el sonido de su voz, su ingenio y su sentido práctico. Ari pertenecía a aquella remota y desierta zona de Australia más que cualquier otra persona que conociera. Nunca se había sentido tan tímido. No sabía qué decir.
—¿Qué te parece? —preguntó ella—. He planeado tres visitas: una por la mañana, otra al mediodía y otra a la hora del crepúsculo.
—Son las cinco y media.
—Ya lo sé. Pero, si no quieres hacer la visita, te diré que he plantado en la zona alrededor de las bañeras árboles de té, que tiene propiedades antisépticas, acacias, que sirven para calmar el dolor, y robles hembra, cuyas bellotas son buenas contra el reuma. El aloe de aquel tiesto alivia las quemaduras de sol. Rosa tiene una receta para hacer una crema y he pensado que estaría bien dejar un tarro en las cabañas, junto con la receta, aunque eso escapa a mi cometido. Ese olor dulce procede de la boronia parda. He conocido a un hombre que las plantaba en portainjertos y he plantado cientos de ellas. Podría seguirla escuchando hablar de plantas hasta el fin de los tiempos.
—¿Sobrevivirán?
—De momento, lo hacen.
—He pedido a los ingenieros del taller que me leyeran los esquemas sobre el sistema de distribución de agua que me habías mandado. Al igual que yo, admiran tu trabajo.
—Gracias. Ha sido la primera vez que he tenido que ocuparme de un sistema permanente de provisión de agua.
—Pues los resultados hablan por sí solos. ¿Va bien la empresa?
—Muy bien. Tengo tantas llamadas que no sé qué hacer. Me da la impresión de ir en un tren fuera de control, y no soy yo la que lo conduce.
Al principio de su carrera, él también se sentía así, aunque no lo había reconocido con la misma facilidad que ella. Necesitaría buenas personas a su lado que la orientaran y la apoyaran. Él podría… No. Debía retirarse y dejar que triunfara.
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