miércoles, 1 de abril de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 165

– Aquel señor que anda bailando con la chica de morado – señaló y me di cuenta que era el que bailaba con Pau.
– Mira, que casualidad, la chica con la que baila es mi novia.
– ¿Pau es tu novia?, no me lo hubiera imaginado, por eso no te dije su nombre.
– Así es, vengo con ella – nos quedamos en silencio unos segundos – ¿quieres bailar? – le propuse finalmente.
– ¿No se enojara Pau?
– No tiene porque, no tiene nada de malo, además ella también está bailando.
– Ok, pero cualquier reclamo de su parte, te echaré a tí la culpa.

Asentí con la cabeza, le sonreí y le tendí mi brazo, caminamos a la pista y comenzamos a bailar, de inmediato Pau se dio cuenta y abrió los ojos como platos, lo cual me indicó que los celos la estaban embargando, ella era la que había decidido jugar este juego y poner las reglas, así que ahora le tocaba acatarlas.

Continué bailando con Nicole que estaba un poco nerviosa, pero le dije que se relajara, en tanto yo sentía las miradas asesinas de Pau y cuando nuestros ojos se cruzaban le sonreía sarcásticamente, no podía negar que los celos me estaban carcomiendo por dentro, porque a diferencia de mí con Nicole, ese tipo si tenía otras intenciones con Pau, se la estaba comiendo con los ojos, sin siquiera importarle que su hija estuviera presente en el mismo lugar.

Después que la melodía terminó le di las gracias a Nicole y me acerqué a uno de los meseros para tomar una copa de champagne. Pau se paró frente a mí y me recorrió la mirada con rabia cruzándose de brazos.
– ¿Te diviertes? – preguntó con sarcasmo.
– Igual que tú – respondí con ironía.
– Eres un cínico Pedro, nunca cambiarás, ¿verdad?
– ¿De qué estás hablando?
– Ay no te hagas el inocente, por favor, te ví con Nicole.
– Sólo estábamos bailando, al igual que tú y su papá.
– Ahora voltéame las cosas.
– No te estoy volteando nada, ¿qué te sucede Pau? – exclamé serio por su actitud.
– ¿A mí?, nada, yo no era la que estaba coqueteando.
– Pues yo tampoco, eres muy injusta Pau, me pides que no tenga ataques de celos, pero tú sí puedes tenerlos. – Yo no te he insultado como tú a mí.
– Ya te pedí perdón por eso, estuve a punto de arrodillarme con tal de conseguirlo, ¿ya se te olvidó?
– Pues si no me hubieras insultando en un principio no tendrías que haber hecho eso.
– Ya te he dicho mil veces que estoy arrepentido, acepté tus reglas para demostrarte lo que siento por tí, yo no soy el que tiene dudas en esta relación, porque desde que te conozco no he hecho otra cosa que locuras con tal de estar a tu lado y sé que cometí un grandísimo error al decirte eso en el aeropuerto, pero creo que he hecho cosas mucho más valiosas que al parecer no tomas en cuenta, te he llevado con mi familia en fechas muy especiales, volé desde Europa sólo para arreglar las cosas contigo.
– Porque me mentiste, lo hiciste para remendar tu error, no volaste porque murieras de ganas de verme.
– Claro, yo soy el malo de esta historia y tú una pobre ingenua que se ha dejado embaucar por mí, ¿sabes algo?, ya me cansé de discutir sin sentido contigo.
– ¿Ahora resulta que esto no tiene sentido?
– Pues no, no lo tiene, desde que te conozco sólo he estado con otra mujer porque me dí cuenta de que sentía algo más por tí, como para que tú dudes de mí a estas alturas de la relación, encima me exiges cosas que tú no estás dispuesta a dar, aceptaste que las reglas fueran parejas – de pronto caí en la cuenta de algo al recordar la noche que dormimos juntos – no me vayas a salir ahora con que esto es otra prueba, porque no sé como reaccione esta vez – se quedó callada y miró al suelo – si esto no funciona será por ti Pau, no por mí… no tengo la paciencia de un santo.

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