miércoles, 1 de abril de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 161

– ¿Y cómo ibas a saberlo si no me lo preguntaste?, yo tenía la misma incertidumbre que tú, no me habías dado ningún indicio, hemos vivido esta relación a base de apariencias, de mentiras y es precisamente lo que no quiero.
– ¿No me amas Pau? – la tomé de las manos – mírame a los ojos y dime que no me amas y entonces me alejaré para siempre.
– Ese no es el punto Pedro, sí te amo, pero estoy asustada, necesito unos días para procesar esta información, ¿ok?
– ¿Entonces no es definitiva tu decisión? – pregunté con el corazón en la mano examinando sus ojos. – Aún no, tienes razón en decirme que te faltan cosas por contarme, pero, por ahora no quiero escucharlas, necesito estar sola.
– Está bien, si así lo deseas, lo comprendo, sólo ten presente que aunque nuestros primeros encuentros hayan sido sexuales, eso no es lo que me une a tí, sí me encanta la forma en la que hacemos el amor, porque grábatelo bien, hacemos el amor, no es sexo lo que tenemos y te pido perdón por mis conductas irracionales, de verdad lamento mucho haberte mandado investigar, haberte espiado… sólo recuerda muy bien que te amo, tómalo en cuenta para cualquier decisión.
– Lo haré porque yo siento lo mismo por tí, después te llamo.
– ¿Cuándo? – pregunté desesperado.
– No lo sé, cuando me sienta lista para volver a escucharte, tal vez en una semana.
– Está bien, esperaré – le di un beso en la frente y me fui de su departamento.

Sabía que eso era lo más difícil que me perdonara, casi todo lo demás ya lo sabía, excepto algunas mentiras derivadas para ocultar la investigación. No podía culparla por sentir miedo, francamente yo lo había sentido por mí mismo y por todo lo que estaba haciendo por ella, su reacción era lógica, sólo esperaba que su amor fuera más grande y pudiera perdonarme, no podía imaginar mi vida sin ella, ¿qué haría?, ¿adónde iría?, ya ni siquiera me llamaba la atención ser un mujeriego, ya estaba harto de eso. Frustrado llegué a mi departamento y Jennifer estaba ahí.
– Que carita, ¿qué te pasó? – exclamó al verme entrar cabizbajo.
– Pau  me pidió tiempo para pensar y analizar las cosas.
– ¿Sigue con la duda del amor o sexo?
– Tal vez, creo que aún no le cuento lo suficiente para que sé de cuenta que es amor.
– ¿Y por qué te pidió tiempo? – preguntó curiosa.
– Porque le confesé que la mandé investigar y se asustó.
– ¿Qué?, no puedo creerlo – exclamó sorprendida.
– No me mires así, tú hiciste lo mismo con Chace, ¿no?
– Sí, pero jamás me imaginé que tú lo hicieras, a mí también me has ocultado muchas cosas de esa relación, ¿eh?
– Pues ya estamos iguales, tú también me has estado ocultando con quien sales últimamente.
– Ya suficiente tienes con lo que estás pasando con Pau para que yo te dé otra preocupación.
– ¿Pues de quién se trata?, ¿lo conozco?
– Te lo contaré en su debido momento, por ahora tienes cosas más importantes que resolver, yo sé cuidarme sola, así que tranquilo.
– Claro, si has convivido con este psicópata por tantos años y sigues a salvo, no tengo de que preocuparme, no creo que te encuentres a alguien más loco que yo.
– En efecto no – se rió moviendo la cabeza – además no has sido psicópata toda la vida, fue a partir de que te enamoraste de Pau.
– Espero que ella lo vea así, que todo ha sido locura de amor.
– Verás que sí, Pau también te ama, en la boda de Luciana no sé quiénes derramaban más miel, si ella y Gastón o tú y Pau. – Pero, ¿crees que me perdone lo de la investigación y las mentiras que le he dicho?
– Yo digo que sí, pero en el supuesto caso que no lo hiciera y terminara definitivamente contigo, al menos ya sabes que eres capaz de enamorarte, de abrir tu corazón.
– No sé si pudiera hacerlo de nuevo, fue casual Jennifer, no es algo que yo hubiera buscado.
– El amor siempre es casual Pedro, llega en el momento preciso y si no fuera con Pau, en algún lado estará tu alma gemela, yo pensaba que Chace era la mía y ya ves, me equivoqué y ahora… la vida me ha dado otra oportunidad.
– Yo no quiero otra oportunidad si no es con Pau.
– No seas dramático Pedro, verás que sí te perdona.
– Estoy muy mal, ¿verdad?
– Sí mi amigo – soltó una carcajada
– pero el amor así nos pone.
– Jennifer, ¿estás enamorada? – dije mirándola fijamente.
– Tal vez – respondió con una sonrisa mirando al vacío.
– ¿No me vas a decir de quién?, soy tu mejor amigo.
– No, ya te dije que a su debido tiempo.
– ¿Andas con un casado?

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