miércoles, 2 de julio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 40

Pedro la observó mientras ella daba un sorbo con la cabeza inclinada hacia atrás y el esbelto cuello estirado. Se acordó de cómo la había besado hasta que se estremeció, de cómo había susurrado su nombre mientras se deleitaba con cada centímetro de ella. Miró a otro lado y también dio un sorbo.


—Pedro, ¿Te pasa algo?


—No, estaba pensando en la recaudación de fondos.


Ella sacudió la cabeza.


—No voy a obligarte a que cumplas tu oferta. La inauguración de Alfonso’s Place es una noche especial. El restaurante y tu familia deberían ser el centro de atención.


—Mi padre y yo lo hemos hablado. El club infantil es importante para el pueblo. En realidad, creemos que eso podría llevar a más gente, aunque solo sea por curiosidad.


—Será algo más que curiosidad.


Pedro se apoyó en la encimera para parecer relajado.


—Hay mucho apoyo e interés en la posible reapertura del club. Las mujeres de Puntada con Hilo van a donar dos colchas de retazos. Podemos hacer una rifa. Podemos añadir algunas botellas de Alfonso’s Legacy y cupones para comidas gratis. Podríamos sacar algún dinero.


Él asintió con la cabeza.


—Hemos hablado de dar algunos aperitivos gratis con cerveza y una cata de vino, claro.


A Paula le pareció que estaba emocionándose con la ida.


—Estoy segura de que Yanina donaría algunos helados —Paula lo miró—. Está ayudándome con la campaña y veré qué puede hacer para anunciar el acto.


—Todavía son amigas íntimas, ¿Eh? Me acuerdo de cuando eran inseparables en el instituto.


Paula se quedó impresionada. Ellas solo eran unas novatas cuando Pedro ya era el veterano más codiciado.


—¿Te acuerdas de nosotras?


Él esbozó su sonrisa marca de la casa.


—Lo suficiente para saber que tenía que mantenerme al margen. Eras una tentación prohibida, eras menor. Eso por no hablar de tu padre y de tu protector hermano.


Pedro había omitido comentar que, además, estaba saliendo con Nadia Haynes, la animadora principal. Su padre tenía una pequeña fábrica a las afueras del pueblo y a Nadia le gustaba ser la hija rica y malcriada.


—Parecías muy ocupado con tu novia.


—Agua pasada —replicó Pedro con el ceño fruncido.


—Te alistaste en el ejército justo después de la graduación — comentó ella con curiosidad.


—Era lo que tenía pensado.


Entonces, ella se acordó de que había oído decir que había perdido la beca. Pedro miró hacia otro lado y se apartó de la encimera.


—¿Se te ocurre alguien más que esté dispuesto a donar algo?


Evidentemente, no quería hablar del pasado.


—Se lo preguntaré a Yanina. ¿Cuándo es la inauguración?


—Dentro de doce días, el sábado veintidós. Es posible que haya algunas cosas sin rematar, pero tendré cocinero, alguien en la barra y cuatro camareras.


—¿Puedo hacer algo? Quiero decir, puedo fregar vasos, limpiar la barra, amontonar cosas.


—No. Si no recuerdo mal, tú también tienes mucho trabajo con Vista Verde —Matt señaló con la cabeza hacia el dormitorio—. Además, está C. J.


—Ayudar al niño es lo más fácil. Tú también le has dedicado tu tiempo. Sin embargo, la inauguración es igual de importante.


—Hablando de todo un poco, este fin de semana tengo que reunir el ganado de Triple A.


—¿Cómo vas a hacerlo? —preguntó ella parpadeando.


—Con ayuda. Con vecinos y un buen capataz.


Pedro sabía que no daba abasto. Todo lo que tenía que hacer era muy importante pero, al mirar a Paula en esos momentos, no podía pensar en otra cosa que no fuese ella. Por eso tenía que largarse inmediatamente. Sería un disparate plantearse siquiera intentar retomarlo donde lo habían dejado. El problema era que no hacía mucho caso de sus propios consejos.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 39

Esa tarde, a última hora, Paula llevó a C. J. en su coche y Pedro los siguió en su camioneta. Cuando llegaron a casa de Paula, ésta dejó que él se ocupara de bañarlo y acostarlo mientras ella terminaba el trabajo que le quedaba. Estaba en la cocina, repasando los turnos de las cuadrillas para el día siguiente, cuando oyó que C. J. la llamaba. Se dio la vuelta y lo vió en la puerta con el pijama puesto y el pelo todavía mojado del baño.


—Ya estás preparado para acostarte…


El niño ya estaba mejorando aunque llevara tan poco tiempo allí. Se había cortado el pelo y se había puesto ropa nueva y la diferencia era muy grande. Todavía tenía que engordar un poco pero, a juzgar por cómo había comido, eso lo conseguiría pronto. C. J., se acercó a ella y la miró con sus ojazos marrones.


—Gracias por ayudarme con la tarea.


—De nada —replicó ella intentando disimular la sorpresa.


El niño estaba radiante pero, aun así, mantenía cierto recelo que ella atribuyó a la influencia de su padre y al abandono de su madre. Al parecer, era algo en lo que se parecían esos dos varones. Ella no podía saber qué era eso. La gente pensaba que su vida había sido perfecta, la de una niña rica que había tenido de todo. Sin embargo, su padre había estado ausente mientras fue senador. Volvió a prestar atención al niño.


—Tú también has trabajado mucho hoy.


—No quiero ir al colegio de verano. La señora Cooper dice que tendré que ir si no trabajo mucho ahora.


—Entonces, creo que vamos a tener que conseguir que alcances a los niños de tu clase.


C. J. asintió con la cabeza y empezó a marcharse, pero se paró y se dió la vuelta.


—Gracias también por llevarme a tu trabajo —el niño miró hacia otro lado—. Fue guay.


Ella se sintió emocionada.


—Bueno, me alegro de que te gustara. Si mañana también salimos temprano, podemos volver a pasar por la obra. ¿Crees que estarás preparado a las siete?


—Claro —contestó él con los ojos muy abiertos.


Pedro lo llamó y C. J salió corriendo. Ella se quedó pensando cuál habría sido el motivo de ese cambio en él. Recogió los papeles del trabajo porque no pensaba pasar otra noche con él. No podía permitir que pasara lo que había pasado la noche anterior. Si él iba a quedarse allí por C. J., perfecto, pero no podían tener otra aventura. Creyó que lo había eludido hasta que él salió al pasillo desde el cuarto de baño y se chocaron. Estuvo a punto de dejar caer los papeles que llevaba debajo del brazo.


—Perdona…


Ella fue a retroceder cuando notó la mano de Matt en el brazo.


—Vaya, tienes prisa.


—Quiero terminar algunas cosas del trabajo.


No pensaba reconocer el motivo verdadero. Sobre todo, cuando él llevaba una camiseta ceñida que dejaba ver sus brazos musculosos y su pecho granítico.


—Tú también estarás agotado. Has tenido mucho trabajo estos días.


—Nunca me había imaginado que hacer de padre fuese tan agotador —los ojos azules de Pedro dejaron escapar un destello—. Tómate una cerveza antes de que me marche a casa. Quiero hablar contigo.


Era una idea nefasta.


—Claro, ¿Por qué no?


Paula dejó los papeles en su cuarto y lo acompañó a la pequeña cocina. Pedro fue a la nevera y sacó dos botellas de cerveza que había llevado además de algo de comida.


—Creo que podríamos hablar de la recaudación de fondos — Pedro abrió las cervezas y le dió una a ella—. Sigues prefiriendo beber de la botella, ¿Verdad? —le preguntó con una sonrisa.


¿Él se acordaba?


—Sí —contestó Paula.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 38

Entonces, su padre entró repentinamente. Horacio Alfonso siempre había sido un hombre sonriente y simpático, pero nunca había parecido tan feliz como desde que se casó con Norma. Federico, su hermano, estaba igual después de casarse con Florencia. A Pedro le gustaban las mujeres que habían elegido. Se alegraba por ellos. Él seguía disfrutando su vida de soltero… O, al menos, la había disfrutado hasta que empezó a trabajar en dos cosas.


—Hola, papá. ¿Qué te trae por aquí?


—He pensado que podrías necesitar algo de ayuda —Horacio miró alrededor—. Está muy adelantado. Siento no haber venido desde hace tiempo.


—Estás ocupado. Además, es mi negocio.


—He oído decir que tienes otra responsabilidad más. ¿Dónde está ese jovencito?


—C. J. está en la cocina. Perdona, pero todo pasó tan deprisa que no tuve tiempo de contártelo. El niño dijo que Juan y tú lo dejaban trabajar aquí.


Horacio negó con la cabeza.


—El asunto es que el niño acabó en la cocina porque su padre se sentaba en el bar y, algunas veces, no le había dado de comer. No fue un acto de caridad. Juan lo puso a barrer y de vez en cuando sacaba la bolsa de la basura.


—Entonces, ¿Conociste a Cristian Jackson?


Su padre se encogió de hombros.


—Llegué a saber la marca de cerveza que bebía y que le gustaba hablar con cualquiera que lo escuchara. También ví su mal genio. Si su padre lo ha abandonado, es posible que sea lo mejor para el niño.


—¿Comentó alguna vez algo sobre algún familiar?


Horacio se frotó la nuca.


—Cristian solo estuvo unos meses y solo habló de sí mismo y de que iba a trabajar en una plataforma petrolífera del Golfo.


—¿Crees que se ha ido allí? —preguntó Pedro con las cejas arqueadas.


—No lo sé, pero sí sé que el niño está mejor sin él —Pedro asintió con la cabeza y su padre siguió—. También he oído decir que Paula te ha ayudado con el niño.


—Sí. Solo hasta que encontremos a algún familiar. Entonces, ella seguirá su camino y yo, el mío.


La puerta de la cocina se abrió súbitamente y Paula entró. Pedro no pudo evitar mirarla fijamente. Llevaba una falda vaporosa que le llegaba justo por encima de las rodillas y unas sandalias con tacones que le resaltaban las preciosas piernas. Su camiseta sin mangas de punto era de color marfil y llevaba un cinturón que le realzaban la delicada cintura y los pechos. El pelo estaba recogido detrás de la cabeza y sus rasgos hispanos eran inconfundibles. No iba vestida así cuando salió esa mañana.


—Paula, ¿Qué haces aquí? —consiguió preguntar él.


Ella parpadeó.


—Estaba ayudándole a C. J. con las Matemáticas. Estabas ocupado cuando vine y no quise molestare —se acercó a Horacio y le dió un abrazo—. Hola, guapo.


—Hola, preciosidad —Horacio le dió un beso y también la abrazó—. ¿Qué tal está mi futura concejala favorita?


La sonrisa de ella iluminó sus ya preciosos rasgos.


—Me encanta tu optimismo. Estaba por ahí intentando captar algunos votos.


—Tienes el mío y también vamos a ayudarte a reunir muchos más. Aquí está tu recaudador de fondos, ¿Te acuerdas? —Horacio se dirigió a Pedro—. ¿Qué dices, hijo? ¿Todavía estás dispuesto a apoyar la causa?


—Claro. ¿Por qué no lo hacemos la noche de la inauguración?

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 37

Antonio Casali también había sido un niño abandonado y en esos momentos era un hombre adinerado e influyente en la zona, un millonario que había salido de la nada. Empezó como ranchero y ya tenía una enorme extensión fuera del pueblo, el rancho A/A. se había casado con Alicia Cole, la propietaria de Puntada con Hilo. Antonio no se había olvidado de sus orígenes y quiso ayudar a Kerry Springs haciendo casas asequibles. Así nació Construcciones AC y Paula tuvo la suerte de ser la directora del proyecto.


—¿Ella es la jefa de todos ellos? —preguntó C. J. señalando a la cuadrilla que trabajaba en los cimientos.


Antonio asintió con la cabeza.


—Paula dirige todo lo que pasa por aquí y lo hace muy bien. Además, todos los hombres la respetan —Antonio se agachó y bajó la voz—. Eso es algo que tienes que aprender, hijo. Respeta siempre a una mujer, aunque solo sea eso.


C. J. lo miró fijamente.


—Mi papá decía que las mujeres solo sirven para hacer bien una cosa.


Antonio le rodeó los pequeños hombros con un brazo.


—Te diré que tu papá se equivoca en eso. Conozco a muchas mujeres que hacen muy bien muchas cosas. Paula es una de las especiales. Creo que llamó a su papá para que te ayudara a quedarte con Pedro. No se merece que hables mal de ella. ¿Entendido?


C. J. asintió con la cabeza y miró por encima de su hombro. Paula vió esos grandes y tristes ojos marrones. Ese niño lo habíapasado mal y prefería no saber cuánto.


Treinta minutos después, Paula entró con C. J. en el despacho de la directora del colegio de Kerry Springs. Todos los puntos que pudo ganar antes en la obra los perdió cuando C. J. se enteró de que tendría que trabajar más para ponerse a la altura de su clase. Había empezado a pensar que podría tomarse un descanso en lo relativo a los hombres. Pensó en Pedro, pero se dió cuenta de que tenían que centrarse fundamentalmente en ese niño y de que tenía que dejar a un lado lo que pasaba entre ellos. ¿Sería posible? ¿Podría dejar de reaccionar ante Pedro Alfonso? Eso esperaba.



A las tres, Pedro estaba en el colegio para recoger a C. J. Cuando apareció, recorrieron las cuatro manzanas que los separaban del restaurante. Una vez en la cocina, le dio algo de comer y le dijo que empezara a hacer la tarea. Esperó que Paula llegara pronto para ayudarlo. Fue a la zona del bar y siguió clavando los tablones por las paredes. Los había pintado antes y habían quedado de color crema con rebordes oscuros. No estaban mal. Esperó que la familia fuera a ayudarlo con el comedor antes de que llegaran los nuevos asientos corridos. La barra de roble era la original, pero la había pulido y teñido de oscuro. Había quitado toda la decoración con motivos deportivos y había puesto una televisión de pantalla plana en una pared. Quizá fuesen un bar y un restaurante más elegantes, pero a los clientes seguirían interesándoles los deportes. Al fondo había un enorme mueble para enfriar vino. Todo empezaba a encajar y solo esperaba que estuviera terminado para la inauguración.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 36

A la mañana siguiente, a las seis, Paula se levantó para preparar el desayuno, pero se encontró a C. J. y Pedro en la cocina. Ninguno estaba muy dicharachero y comían cereales. No hizo falta que mirara a los ojos al hombre que estuvo a punto de derretirla con un beso. Paula fue a darse una ducha y a vestirse para ir a trabajar. Le dejaría que actuara como si no hubiese pasado nada. No se hacía ilusiones, sabía que Pedro solo la deseaba porque le venía bien y para que dejara de preguntarle sobre sus pesadillas. Se dió cuenta de que también tenía que olvidarse. C. J. era su único punto de contacto. Se vistió, fue a la cocina y se encontró a C. J. esperándola en la puerta principal. Pedro estaba recogiendo los platos.


—Que pases un buen día en el colegio —se despidió Pedro.


—Seguro —murmuró el niño antes de salir y montarse en el todoterreno de Paula.


—Tendré que ser la mala… —dijo ella con un suspiro.


Aunque Pedro tenía la ropa arrugada y no se había afeitado, estaba guapo y ella no pudo evitar acordarse de lo que había pasado la noche anterior. Mejor dicho, de lo que pudo haber pasado.


—Si quieres, lo llevo yo —se ofreció él.


—No, tengo que ir al trabajo en cualquier caso. ¿Irás a recogerlo a las tres? —él asintió con la cabeza y ella también fue hacia la puerta principal—. Hasta luego.


Pedro la agarró del brazo para que no se marchara.


—Paula, en cuanto a lo de anoche…


Ella no quería oír excusas.


—Tenías razón, no es de mi incumbencia.


—No lo es, pero el beso… Digamos que me encontraste en un mal momento.


Ella tuvo que hacer un esfuerzo muy grande para disimular su reacción.


—¿Tienes muchos momentos de esos?


Él pareció sorprenderse por la pregunta.


—Algunos, pero como te dije, puedo dominarlos. Nuestra preocupación es C. J. Si este… Arreglo sigue pareciéndote bien. Quiero decir, no quiero que pienses que voy a abordarte mientras esté aquí.


—Si lo creyera, no lo habría aceptado.


—Perfecto. Yo también tengo que marcharme. Hasta esta tarde.


Pedro salió antes de que ella pudiera decir algo, se despidió con la mano de C. J., se montó en su camioneta y se marchó.


—Debería estar acostumbrada a que me dejara plantada.


Sin embargo, todavía le sentaba fatal.



Treinta minutos después, Paula llegó a las obras de Vista Verde. Llevó a C. J. al remolque de la constructora y se encontró con su jefe, Antonio Casali, detrás de la mesa. Se disculpó por llegar tarde y le explicó la situación.


—Siempre he dicho que la familia es lo primero —Antonio miró al niño—. C. J., ¿Quieres dar una vuelta para ver lo que hace Paula?


—Tengo que ir al colegio —contestó él mirando con el ceño fruncido a Paula.


Antonio le guiñó un ojo a ella.


—Falta un rato para que empiecen las clases. Tenemos unos minutos.


Antonio agarró un casco del gancho de la pared y lo puso en la cabeza del niño. Él le premió con una sonrisa. Una vez fuera, Paula ejerció de directora del proyecto y estuvo hablando con los contratistas sobre rellenar los cimientos el viernes. Antonio se mantuvo al margen y dejó que ella hiciera su trabajo. A ella le gustaba eso de su jefe, no intentaba tomar las riendas e imponer su poder.

lunes, 30 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 35

 —Gracias —cuando se dió cuenta de que llevaba una camiseta ceñida y unos pantalones cortos y vaporosos, contuvo un gruñido—. Deberías volver a la cama.


Ella no dejó de mirarlo.


—No voy a hacer ningún disparate si eso es lo que te preocupa —siguió él pasándose los dedos entre el pelo.


—No estoy preocupada —replicó ella—. Solo me preguntaba si puedo hacer algo más por tí.


Él estuvo a punto de soltar una carcajada.


—Cariño, no creo que quieras que te conteste.


Él vió que tragaba saliva, pero no se amilanó.


—¿Quién es Marconi?


Pedro cerró los ojos un instante.


—Un chico de mi patrulla. Mira, es algo de lo que no quiero hablar en medio de la noche. Normalmente, cuando me despierto a estas horas, no es para charlar. Es porque quiero satisfacer otra necesidad.


Pedro captó que ella lo había entendido, pero no podía revivir los recuerdos en ese momento. Se levantó y se alejó de la tentación. Miró por la ventana y oyó la lluvia que caía por el tejado del porche. Eso evitaba que volviera con Paula, que recreara la noche que habían pasado juntos y que ella le hiciera olvidar la pesadilla. Sabía lo suave que era su cuerpo, lo increíble que era su boca.


—Será mejor que te vayas a la cama antes de que nos metamos en un lío —le advirtió él por encima del hombro.


Paula no le hizo caso y se acercó a él.


—¿Has hablado con alguien de las pesadillas?


Se puso tenso otra vez. No quería que nadie hurgara en sus flaquezas.


—No es de tu incumbencia, pero sí, he trabajado mucho para «Adaptarme» a la vida civil.


—¿Estabas reviviendo algo el día que te tiró el caballo? El helicóptero que nos sobrevolaba lo desencadenó, ¿Verdad?


—Estaba aturdido, de acuerdo, cualquiera lo estaría cuando acaba de caer de un caballo.


—Eludirlo no va a solucionarlo.


Él la miró de arriba abajo.


—Tú estás consiguiendo que piense en otra cosa, en una manera más placentera de pasar la noche.


Ella se cruzó de brazos.


—¿Esa es tu respuesta para todo?


—Es una forma de empezar.


Se inclinó y ella se resistió un instante, pero luego dejó que sus labios se rozaran.


—Eres dulce —Pedro inhaló su olor embriagador—. Podrías ser una adicción para mí.


La besó con más intensidad. Ya sabía lo fácil que sería dejarse arrastrar. Paula podía conseguir que olvidara todos los malos recuerdos. La abrazó y la estrechó contra sí mientras profundizaba el beso. La acarició y se deleitó con ella hasta que tuvo que dejar de besarla. No podía hacer eso, no podía hacérselo a ella y de esa manera.


—No ha sido una buena idea, Alfonso.


—Tienes razón —la soltó antes de cometer más errores—. Será mejor que te vayas a la cama.


Ella lo observó un instante.


—Buenas noches, Pedro.


Paula se dió la vuelta y se marchó. Él se quedó apretando los dientes. No podía soportar que ella pudiera ver más de lo que él quería mostrarle. No podía permitir que eso pasara. Tenía que encontrar la manera de ayudar a C. J. y no tocar a esa mujer.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 34

Salió, cerró la puerta, fue a la sala y encontró al otro huésped. Las ascuas de la chimenea le permitieron verlo tumbado en el sofá con los pies colgando por un costado. Estaba dormido. Se había quitado la camisa y llevaba una camiseta blanca. También se había desabotonado el primer botón de los vaqueros. Un trueno retumbó en la distancia mientras ella sentía otro tipo de estremecimiento. Tomó aliento. Tenía que volver a su cama. Era lo que estaba haciendo cuando lo oyó gruñir. Miró por encima del hombro y lo vió moverse de un lado a otro con desasosiego. Intentaba alejarse del infierno, pero no lo conseguía. La noche era oscura como boca de lobo, salvo por los destellos de las descargas de artillería. Los habían atrapado en una emboscada y sus hombres y él estaban clavados al suelo con la única protección de los vehículos blindados. Solo tenían fusiles de asalto M4 para intentar contener a los insurgentes mientras esperaban que el resto de su sección pudiera llegar hasta ellos. Ni siquiera sabía cuántas bajas había sufrido, solo sabía que tenía que sacarlos de allí como fuese e inmediatamente. Se oyó otra descarga y el chico que tenía al lado cayó al suelo. Habían alcanzado a Marconi. Entre maldiciones, agarró al muchacho de dieciocho años y lo llevó detrás del vehículo. Llamó a gritos a un enfermero aunque sabía que nadie iba a responder. Intentó detener como pudo la hemorragia de Marconi, pero sangraba demasiado.


—¡No! ¡No!


—¡Pedro! ¡Pedro, despierta!


Él contuvo el aliento, abrió los ojos y se dió cuenta de que estaba en el suelo… Con Paula debajo. Su cuerpo reconoció al instante las delicadas formas femeninas y empezó a reaccionar. Soltó un improperio y se dio la vuelta para apartarse.


—Maldita sea, nunca te acerques sigilosamente a mí cuando esté dormido.


Pedro se sentó para intentar calmarse. ¿Por qué en ese momento? ¿Por qué había vuelto a ocurrir? ¿Por qué con ella?


—Has gritado —ella se sentó y le puso la mano en el brazo—. ¿Estás bien?


Él se puso tenso, se sentía demasiado vulnerable para que lo consolara.


—Estoy bien. Solo ha sido una pesadilla. Podría decirse que es el precio de la guerra.


—¿Quieres hablar de ello?


Él la miró al oír su voz ronca. Fue un error. Su pelo oscuro era como un halo alrededor de los hombros desnudos y sus ojos eran hipnóticos.


—No. Siento haberte despertado.


—No me has despertado. Me desperté por la tormenta y fui a ver a C. J.


Se había olvidado del niño.


—¿Qué tal está?


—Me he quedado con él hasta que se ha dormido otra vez.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 33

Paula no sabía que tenía una hermana cuando pasó el fin de semana con él. Tamara Hamilton llegó a Kerry Springs, comunicó que era hija del senador y toda la familia la recibió con los brazos abiertos. Su hermanastro podría haber tardado un poco más, pero se enamoró enseguida.


—Es muy bonito que todo les saliera bien a Tamara y Gonzalo — Pedro comprendió que era un tema de conversación peligroso—. También me gustan los muebles nuevos.


—También son un legado familiar. Mi madre los encontró en el desván.


Tenía que marcharse de allí antes de que intentara tener recuerdos de la cama nueva.


—¿Te importa si me tumbo en el sofá a ver un poco la televisión?


—No, claro. Mi casa es tu casa.


Tenía que largarse inmediatamente de allí.


—Esa es la cuestión. Todo esto debería ocurrir en mi casa, tú no deberías verte tan implicada.


—Sabía en lo que me metía y mi padre hizo todo lo que pudo para mantener a C. J. al margen de las autoridades.


—C. J. lo agradecerá algún día. Yo ya lo agradezco.


—En este momento, el niño siente la típica adoración por el héroe y cree que yo me meto en medio.


—Estoy seguro de que te lo ganarás —ella lo había hechizado a él—. Dale un poco de tiempo.


—No si sigue culpándome por las partes de este plan que no le gustan.


Él sonrió, pero se puso serio enseguida.


—¿Te importaría llevarlo al colegio mañana? Tengo que estar en el rancho temprano.


—No me importa, puedo hacer el trabajo sucio.


—Gracias. Lo recogeré a las tres y lo llevaré al restaurante.


—Yo habré acabado en la obra a las cuatro. Puedo venir a ayudarlo con las tareas.


—Vaya, estamos convirtiéndonos en una pareja de lo más hogareña.


Ella sonrió.


—Si esto se sabe, Alfonso, podría arruinar tu reputación.



Alrededor de las dos de la madrugada, Paula se despertó por el estruendo de un trueno. Se incorporó, oyó la lluvia que golpeaba en la ventana y pensó en C. J. Se levantó y fue al dormitorio donde dormía el niño. Pegó la oreja a la puerta, no oyó voces, asomó la cabeza y vió que solo había una persona. La otra cama estaba vacía. Pedro debía de haberse marchado a su casa. Se vió un destello y un trueno lo siguió inmediatamente. Entonces, vió que C. J. se tapaba la cabeza con la manta. ¿Se acercaba a él? ¿Dónde estaba Pedro? Miró hacia la sala, pero otro rayo resplandeció y oyó un lamento. Se acercó a la cama y se inclinó sobre C. J.


—No pasa nada, C. J. Solo es un trueno.


Él volvió a gemir cuando cayó otro rayo y sonó otro trueno. Ella se sentó en el borde del colchón y le apartó el pelo de la cara, él no se apartó. Le acarició con delicadeza la espalda.


—Las tormentas son muy ruidosas en Texas —susurró ella—.Sobre todo, aquí, en el campo.


Al cabo de unos minutos, la tormenta se alejó. Oyó que la respiración del niño se había serenado, se inclinó y olió su aroma a jabón. Lo arropó con la manta y le acarició la mejilla.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 32

 —Bueno, ya lo sabes. Te ha abierto su casa e intenta que estés cómodo. No se merece que la trates mal.


Como ya tenía la cara limpia, Pedro pudo ver las pecas en la nariz de C. J.


—De acuerdo, pero ¿Tengo que ir al colegio?


—Siento tener que decírtelo, cowboy, pero es la ley. Todos los niños tienen que ir al colegio.


—Entonces, mañana quiero ir contigo a caballo.


—Antes, tenemos que ver cómo te va en el colegio y cómo tratas a una mujer —Pedro levantó una mano—. ¿Trato hecho?


—Trato hecho.


C. J. dió una palmada a la mano y Pedro le hizo cosquillas hasta que empezó a reírse. Luego, lo arropó, le deseó buenas noches, salió y cerró la puerta. Avanzó por el pasillo dándose cuenta de que se había responsabilizado de otra persona, de un niño. ¿Qué le había pasado para hacerlo? Fue hacia la sala, pero tuvo que pasar por el dormitorio principal. La puerta estaba abierta y vió a Paula sentada en la cama con las piernas cruzadas y una serie de papeles alrededor como si estuviera trabajando. Ella levantó la mirada.


—¿Se ha dormido C. J.?


Era preciosa, hipnóticamente preciosa.


—Creo que sí —contestó él casi sin poder hablar.


Ella no se movió y él tuvo que hacer un esfuerzo para no recordar los momentos que había pasado en esa misma cama. Ése no fue su sitio entonces ni lo era en ese momento. Sin embargo, eso no impidió que se acercara a ella. Paula abrió mucho los ojos oscuros y él se detuvo.


—¿Puedo hablar un minuto contigo?


Ella tragó saliva.


—¿De qué hay que hablar?


Pedro sonrió.


—De que, de pronto, nos hemos convertido en padres.


Ella sonrió aunque intentó evitarlo.


—De un niño pequeño al que no le gustan las niñas… Ninguna niña.


—¿Qué sabe un niño de nueve años?


—Que yo no le caigo bien —contestó ella.


Pedro sintió una opresión en el pecho y se acercó más a ella.


—Hasta que llegue a conocerte, Paula. Entonces, le parecerás irresistible.


Como estaba pareciéndoselo a él. Miró alrededor para pensar en otra cosa.


—Me gusta cómo has dejado el cuarto.


Las paredes estaban pintadas de azul, había arreglado el suelo de madera y lo había cubierto en parte con una mullida alfombra color arena.


—El mérito es de Tamara y Gonzalo. Ellos la reformaron.


Pedro notó que faltaba algo. Habían sustituido el cabecero de madera tallada por otro del latón.


—La cama… La cama de tus bisabuelos.


Ella se sonrojó.


—Te acuerdas.


—Cariño, no me he olvidado de casi nada de ese fin de semana.


—Ah… —Paula hizo una pausa—. Está en casa de Gonzalo y Tamara. Los Chaves también son antepasados de ella. Era lo único que mi hermana quería de la antigua casa familiar, un regalo de boda.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 31

 —No, hijo, nadie va a mandarte a la cárcel —Miguel miró a Pedro—. Creo que quieres quedarte con este hombre.


El niño asintió vehementemente con la cabeza.


—Él dijo que podía.


—Bueno, puedo certificar que Pedro es una buena persona… Y un héroe de guerra.


—C. J., ¿Por qué no vas a la cocina? Tamara ha traído unas galletas —le pidió Paula. El niño se marchó y ella se volvió hacia su padre—. ¿Qué has sabido? ¿Puede quedarse con Pedro hasta que se encuentre a un familiar?


—Sí, puede quedarse, pero hay que hacer un ligero cambio — Miguel hizo una breve pausa—. Lo mejor que puedo hacer en este momento es aceptar ser el tutor de C. J. Eso significa que el niño se quedaría aquí, en el rancho, mientras las autoridades buscan a su familia.


—Papá. Yo no pretendía que asumieras la responsabilidad.


—No voy a hacerlo —el senador los miró—. Ustedes la asumirán.


Ya eran más de las nueve cuando todo el mundo se marchó por fin y Pedro acostó a C. J. en el dormitorio del fondo, donde había dos camas individuales, una para el niño y la otra para Pedro si quería quedarse esa noche. Él pensó en Paula y en la cama doble que había en el otro dormitorio. ¡Qué deseosa de compartirla con él había estado aquel fin de semana, qué calidez desprendía su cuerpo cuando se acurrucó contra él, cuántas veces la llevó al…!


—¡Eh! —le llamó el niño—. Vas a quedarte aquí, ¿Verdad?


—Claro, pero tienes que colaborar. Si creas problemas e intentas escaparte, no podremos quedarnos juntos.


—De acuerdo.


—Además, hay otra condición. Tienes que ir al colegio.


—¿Al colegio? —exclamó el niño.


—Sí, como todos los niños de nueve años.


C. J. se dió la vuelta y Pedro, por primera vez, vió una fisura en la fortaleza del niño.


—¿Qué pasa?


No hubo respuesta.


—Vamos, C. J., quiero ayudarte.


—Los niños se burlaban de mí y me peleaba.


Pedro conocía esa sensación.


—¿Qué te parecería conocer a un par de niños que no van a reírse de tí? Mi sobrina Camila es un poco mayor, pero ella te llevará por ahí. También está Mateo Cooper. Él es un poco menor, pero te caerá bien. Le gusta el béisbol.


—Y Bianca Casali.


Los dos miraron hacia la puerta y vieron a Paula. Llevaba unos vaqueros y una blusa rosa y ceñida que resaltaba su delicada cintura y sus bien torneadas caderas. Pedro tragó saliva porque la garganta se le había quedado seca.


—Bianca es de tu edad más o menos —añadió Paula.


—Nada de niñas —replicó C. J.


Ella entró y dejó un vaso de agua en la mesilla.


—Por si tienes sed —Paula retrocedió—. Buenas noches, C. J.


—Buenas noches —farfulló él mientras le daba la espalda.


Una vez solos, Pedro le dió un codazo al niño.


—Oye, ésa no es forma de comportarse con una mujer que solo quiere ayudarte.


—No quiero que me ayude. No me quiere.


—Entonces, ¿Por qué ha hecho todo lo posible para que su padre te ayude? ¿Sabes lo importante que es el senador Chaves? Conoce a gente importante y les ha preguntado si podemos cuidarte.


—No lo sabía.


Paula se dió cuenta de repente de hasta dónde había llegado Paula.

viernes, 27 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 30

 —¿Te parece sensato mezclarte con un niño que se ha escapado? Lo digo por la campaña.


—C. J. no se ha escapado, su padre se ha marchado. Estaba viviendo en un edificio abandonado, por amor de Dios.


—Podrías haber llamado a las autoridades.


—Vaya, qué tierno… Creía que Tamara te había dulcificado.


—Yo también —intervino su esposa—. Vamos, Gonza, tú habrías hecho lo mismo. ¿Has visto lo delgado que está? Necesita unos cinco kilos más. Si Pedro no puede hacerse cargo de él, creo que deberíamos hacerlo nosotros.


—¿Qué? —Gonzalo levantó una mano—. No podemos hacerlo ahora con el trabajo y el be…


Paula los miró fijamente.


—¿Están esperando un bebé?


—Shh… —le advirtió Tamara—. No se lo hemos dicho a nadie todavía. Vamos a decírselo a Alejandra y a su padre este fin de semana. No lo cuentes por el momento.


Paula le dió un abrazo.


—Serán unos padres fantásticos. Naturalmente, andaré cerca para malcriarlo.


Paula abrazó a su hermano.


—Estoy deseándolo —gruñó Gonzalo—. Ahora, volvamos al asunto que nos ocupa. Podría haber cuestiones legales, hermana.


—No podíamos entregarlo al sheriff, Gonza. A lo mejor lo mandaba a un albergue. Al menos, primero quiero saber lo que dice papá.


Gonzalo accedió a regañadientes y la pareja se marchó. Unos minutos después, Pedro volvió con el niño vestido de cowboy y Paula lo llevó a su dormitorio para que viera la televisión. Cuando volvió, Pedro estaba mirándola fijamente.


—Creo que a tu hermano no le ha gustado esto. Tampoco le gusta que ande rondando a su hermanita.


Miguel llegó antes de que ella pudiera decir algo y fue a abrazarla.


—Siento haber tardado tanto, tenía que esperar una llamada.


Ella le sonrió con nerviosismo y luego miró a Pedro.


—Te agradezco que quieras ayudarnos.


—El problema es que a lo mejor no les gusta la solución que tengo —Miguel miró a Pedro y le tendió la mano—. Me alegro de verte, Pedro —se estrecharon las manos justo cuando el niño salía al pasillo—. Éste debe de ser C. J.


El niño asintió con la cabeza.


—Hola, C. J. Soy Miguel Chaves, pero todo el mundo me llama «Senador».


—¿Va mandarme a la cárcel?


El senador se agachó delante de él.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 29

Estacionó delante de la casa de madera blanca. Le habían arreglado el tejado y la habían pintado hacía poco. También habían arreglado el pequeño porche y parecía muy distinta a cuando estuvo allí la primera vez.


—¿Paula vive aquí? Es guay —comentó C. J.


—Sí, es el rancho de sus padres —contestó Pedro.


—Será muy rica…


—Creo que podría decirse que lo es —murmuró él.


Entonces, se vieron las luces de unos faros por el camino. Paula estacionó al lado de él y se bajó. Otra camioneta apareció poco después.


—Me parece que ya ha llegado la tropa.


Pedor se bajó y ayudó a C. J. Paula sacó unas bolsas mientras Gonzalo, su hermano, y Tamara, la esposa de éste, estacionaban su vehículo.


—Hola, C. J. —lo saludó Paula mientras llevaba las bolsas hacia la puerta de la casa.


Entró y encendió la luz del porche mientras la pareja se bajaba de la camioneta.


—Hola, Pedro —lo saludó Sloan acercándose a él—. ¿Qué tal todo?


—Hola, Gonzalo. Tamara… —se estrecharon las manos—. Creo que tu hermana les lo ha explicado todo.


Gonzalo miró de reojo a Paula.


—Bueno, como explica ella las cosas.


Paula se acercó.


—Gonzalo, Tamara, éste es C. J.


Todos se saludaron y Paula los llevó dentro. Cuando encendió las luces, Pedro se vió abrumado por los recuerdos. Aunque había remodelado la habitación, la chimenea le recordó aquella noche cuando un fuego crepitante les dio calor mientras hacían el amor una y otra vez. Dejó a un lado los recuerdos y se quitó el sombrero. Tamara llevó un maletín a la mesa de la cocina.


—C. J., ¿Quieres oírte el corazón? —le preguntó la guapa morena mientras sacaba el estetoscopio.


Al niño pareció no importarle que lo examinara. Pedro miró a Gonzalo y vió que él también lo miraba, pero con los ojos entrecerrados. Era lo que le faltaba.



Veinte minutos después, Tamara ya había reconocido a C. J. y estaba sano, aunque delgado. Paula le dió una ropa nueva que había comprado en el pueblo y lo mandó a bañarse. Ella sabía que tenía nueve años y que, seguramente, podría lavarse solo, pero Pedro lo acompañó y supervisó su higiene. Sonrió al oír las risas al otro lado de la puerta. Esa fue la parte fácil. Al ver la expresión de Gonzalo, supo que le esperaba un tercer grado.


—¿Te importaría decirme qué está pasando? —le preguntó Gonzalo.


—Ya te lo he dicho.


—No me has dicho nada de Pedro. ¿Qué hay entre ustedes dos?


—Nada, que hemos encontrado a C. J. —adornó un poco la verdad—. Cuando pasé por Alfonso’s Place para comentar la recaudación de fondos que han ofrecido hacer para el club infantil, ví al niño allí. Luego, cuando se escapó, juntamos nuestras fuerzas para buscarlo.


Su hermanastro era el mejor hermano mayor posible. Tenía ocho años cuando Alejandra se casó con el senador Miguel Chaves y llevaba el rancho familiar, River’s End.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 28

Media hora después, los tres habían vuelto al restaurante. C. J., a regañadientes, estaba sentado en la encimera. Paula frunció el ceño al ver lo delgado que estaba.


—No pueden obligarme a que me quede aquí —protestó C. J.


—No, la verdad es que podría entregarte al sheriff —replicó Pedro.


Fue la primera vez que Paula vió miedo en sus ojos.


—No he hecho nada —se defendió el niño—. Mi padre va a volver, lo prometió. Ya lo verán.


Pedro se sentó en un taburete al lado del niño.


—Hasta que vuelva, no puedes vivir solo. ¿Qué te parece ir a casa conmigo durante un tiempo?


Los ojos del niño dejaron escapar un destello de esperanza y luego miró a Paula.


—¿Y ella? ¿Va a delatarme?


—No, a no ser que sigas llamándome vieja novia.


Él la miró desafiante.


—¿No eres de él?


—No soy de nadie.


—Entonces, ¿Por qué estás mirándonos todo el rato de esa manera?


A Paula no le gustó la dirección que estaba tomando aquello.


—¿Por qué no nos ocupamos de asearte y de decidir adónde vamos?


—A casa conmigo —insistió Pedro.


Paula supo que a Pedro no iba a gustarle, pero tampoco podía callárselo. C. J. podía estar enfermo.


—¿Puedo hablar contigo?


Pedro se levantó.


—No pienses que vas a escaparte otra vez —le avisó a C. J.


Fueron hasta la puerta que daba al callejón.


—A lo mejor tendría que verlo un médico —Pedro la miró con el ceño fruncido y ella siguió—. De acuerdo, ¿qué te parece si lo ve Tamara? Ella es enfermera.


—¿Tenemos que implicarla?


—Pedro, necesitamos más ayuda para C. J. Si lo piensas, te darás cuenta de que tengo razón.


Él se cruzó de brazos.


—¿Qué has pensado?


—Tenemos que llamar a alguien que tenga contactos. Tenemos que llamar a mi padre.



Una hora más tarde, Pedro estaba en su camioneta llevando a C. J. al rancho de los Chaves. ¿Cómo había permitido que Paula lo convenciera? Aunque tampoco pudo hacer nada cuando ella sacó el móvil y llamó al senador. Las cosas se pusieron en marcha antes de que se diera cuenta de lo que estaba pasando. El supuesto plan era que todo el mundo se reuniera en la casa de Alisa en el rancho. Miró al asiento trasero y vió a C. J. comiéndose la segunda hamburguesa que había comprado antes de emprender el viaje de cuarenta kilómetros. Llegaron a la puerta de hierro que protegía el rancho. Pulsó el botón, dijo su nombre y pudo entrar. Tomó el camino hacia la casa principal, giró a la derecha para tomar otro camino, pasó una elevación y vio la casa familiar original, la que construyó el bisabuelo de Paula cuando se asentó en esas tierras. Su padre le había contado que, en esos momentos, la casa era de Paula y que la había reformado para vivir allí. En el pueblo, todo el mundo contaba historias de los Chaves. Hacía más de cien años, las familias Kerry y Chaves se unieron y levantaron la dinastía. Hicieron su fortuna con el ganado y con buenas inversiones. Un Alfonso nunca podría competir con un Chaves en riqueza y prestigio. Fue un disparate haber pasado ese fin de semana con Paula hacía tres años. Volver a la escena del crimen era otro.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 27

 —De acuerdo.


—Aun así, no puedes hacerlo solo.


—Creí que tú… Me ayudarías.


—¿Yo? —preguntó ella sacudiendo la cabeza.


—Paula… No puedo darle la espalda al niño —Pedro giró la cabeza para mirar a C. J., pero la cocina estaba vacía—. ¡No!


Salieron al callejón, pero no vieron al niño.


—Bueno, me parece que ya no tenemos que preocuparnos sobre lo que hay que hacer —Pedro la miró—. Ya puedes estar tranquila, Doña Candidata, tu historial sigue inmaculado.


Sus palabras le dolieron mucho.


—No iré a ningún sitio mientras haya un niño tan pequeño dando vueltas por ahí —Paula suspiró—. Todavía hay luz, vamos a buscarlo.


Pedro no se movió.


—¿Para qué? ¿Para qué lo entregues al sheriff?


Ella sabía que lo importante era encontrarlo.


—Si lo encontramos, te prometo que no le diré nada al sheriff. Al menos, hasta que encontremos a algún familiar.


Él sonrió y a ella se le desbocó el pulso. Pedro se acercó.


—¿De verdad?


La miraba con tanta intensidad que ella tuvo que mirar hacia otro lado.


—C. J. necesita gente que lo apoye —Paula arrugó la nariz—. Además, no me gusta que me llamen vieja novia. Tengo que corregírselo.


Pedro no pudo evitar sonreír, pero fue suficientemente listo como para no decir nada más. Agarró a Paula de la mano y empezaron a buscar por la zona. Por lo que pudieron ver, el niño no estaba en los locales vacíos. Volvieron a buscar por el parque y, cuando el sol empezaba a ocultarse, recorrieron otra vez los callejones. Entonces, lo vieron detrás del club infantil. Pedro hizo que Paula se ocultara y vió que C. J. entraba por un ventanuco que estaba ligeramente abierto. Fueron hasta la puerta lateral del edificio. Él sacó una navaja y forzó la endeble cerradura. Entraron y esperaron hasta que se adaptaron a la oscuridad.


—¿Puedes ver? —susurró él.


—Sí —contestó ella susurrando también—. Vamos a buscarlo.


Él la guió silenciosamente mientras buscaba pistas de C. J., hasta que oyó ruidos en un cuarto al final del pasillo. Una vez dentro, vieron unos montones de cajas, pero había luz suficiente para encontrar el camino por ese laberinto. Al fondo, encontraron una zona despejada con estanterías llenas de libros y montones de ropa. También había una caja de madera con una lámpara y un reloj y un camastro hecho con un montón de mantas. Pedro sintió una opresión en el pecho al ver a C. J. sentado en el centro y comiendo algo que se había llevado de la cocina. Era peor de lo que se había imaginado. ¿Dónde estaba su padre? El niño se dió la vuelta como si hubiese notado que no estaba solo. Sus ojos reflejaron miedo y Pedro supo perfectamente lo que sentía.


—Entonces, éste es tu hogar, dulce hogar.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 26

 —Pedro, lo siento. No quería decir…


—Olvídalo —él hizo un gesto con la mano sin dejar de mirarla—. Mi infancia se quedó en el pasado. Nunca devolvería al niño a su padre. A lo mejor hay algún familiar que pueda ocuparse de él.


—¿Y entretanto?


—Hay que lavarlo y darle de comer —Pedro se cruzó de brazos—. No te preocupes, Paula, puedo hacerme cargo de él.


—Espera un segundo. Estás hablando de infringir la ley.


—Estoy ganando un poco de tiempo.


—Pedro, C. J. es menor y está solo. Hay que ponerse en contacto con las autoridades.


—Sé muy bien qué harían las autoridades. Lo mandarían a un albergue con otros niños descarriados. C. J. nunca saldría de esa rueda.


¿Tan espantosa había sido la infancia de Pedro?


—No podemos decidirlo nosotros. Tenemos que comunicar al sheriff lo que está pasando.


Pedro se pasó los dedos entre el pelo.


—Así, nos libramos del problema, ¿Verdad? Creía que querías que las cosas mejoraran para los niños. ¿Acaso era mera palabrería?


Eso le dolió, pero Paula se negó a demostrarlo.


—De acuerdo, ¿Qué quieres que haga?


Él no dijo nada durante un instante.


—Estaba pensando en que fuera a casa conmigo. Al menos, esta noche. C. J. confía en mí.


—Aun así, hay que comunicarlo a los servicios sociales.


—Todavía, no —Pedro bajó la voz—. Además, lo más probable es que no tengan sitio en el albergue.


Seguramente, tenía razón, pero…


—¿Cómo vas a terminar el restaurante y abrirlo antes de dos semanas si estás cuidando al niño?


—Me apañaré.


Pedro miró al niño. La verdad era que no estaba seguro de poder hacerlo. Había días en los que no se soportaba a sí mismo.


—Es posible que pueda durante un tiempo. Tengo mi propia casa en el rancho.


—¿No te fastidiaría tu… Forma de vida?


Él no disimuló su enojo.


—¿Acaso te importa mi vida amorosa?


Ella se sonrojó.


—No negarás que ha habido muchas mujeres en tu vida.


Ella lo volvía loco.


—Siento haberte hecho daño, Paula. Entonces solo pensaba en pasar como pudiera los días… Y las noches.


Ella levantó una mano.


—Tienes razón. No tengo por qué sacar a colación el pasado. No volveré a hacerlo.


Pedro la miró y no supo si podría contenerse.

miércoles, 25 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 25

Una sonriente Florencia entró en la habitación. La acompañaba Pedro, quien llevaba a su sobrino Agustín de la mano, hasta que lo tomó en brazos para acabar el recorrido. El niño rodeó el cuello de su tío con los brazos y lo abrazó con fuerza. El corazón de Paula se desbocó. Parecía muy natural con el niño.


—Me alegro de verte Paula, sobre todo, de pie. Me siento mucho más seguro.


—Muy gracioso, Alfonso —hacía unos días que no lo veía y, para su desgracia, se dió cuenta de que lo había echado de menos—. Ten cuidado, tengo el coche estacionado ahí fuera.


—Gracias por avisarme.


Ella tuvo que dejar de mirarlo.


—Hola, Agustín.


El niño sonrió y extendió los brazos. Ella lo tomó en brazos.


—Eres un niño muy grande…


El niño estaba fascinado con su collar y Pedro no le quitaba la vista de encima. Se sintió incómoda por su atención.


—Norma acaba de contarme lo de tu generosa donación para el club infantil. Gracias.


Sus profundos ojos azules se clavaron en los de ella.


—Me gusta ese sitio. Me trae recuerdos muy especiales.


Paula sintió una punzada de cariño.


—Ya sé que pasaste mucho tiempo allí cuando eras niño. A lo mejor, podrías presentarte como voluntario cuando esté abierto.


—Es posible —él sonrió—. En este momento, tengo que volver al trabajo.


Pedro le dió un beso a su madrastra, Norma, y otro muy sonoro a su sobrino en la mejilla. Estaba muy cerca de Paula.


—Tengo que hablar contigo —le dijo en voz baja—. Es sobre C. J.


—¿Lo has encontrado? ¿Dónde?


—Vino al restaurante.


Pedro retrocedió y se despidió con la mano de todo el mundo. Comentó algo con su cuñada Florencia y se marchó de la tienda. Paula quiso seguirlo, pero si lo hacía, tendría que contestar muchas preguntas. No podía mezclarse con él.


—¿Vamos a almorzar? —le preguntó su madre devolviéndola a la realidad.


—Lo siento, mamá, pero no puedo —contestó Paula—. Yo también tengo que volver al trabajo.


Después de contestar algunas preguntas sobre Vista Verde, Paula devolvió a Agustín a su madre, se despidió y se marchó. Una vez en el coche, rodeó la manzana, estacionó en una calle lateral y fue a Alfonso’s Place por el callejón. Entró en la cocina y vió a la pareja junto a la encimera. C. J. fue el primero en verla.


—¿Vas a mandarme a la cárcel?


Su cara y sus ropas sucias le dieron ganas de llorar.


—No, me gustaría ayudarte.


—No quiero ayuda. Estoy muy bien solo —miró a Pedro con sus enormes ojos marrones—. ¿Verdad, Pedro?


—Claro, hijo —Pedro le puso una mano en el hombro—. Sin embargo, te recuerdo que prometiste hacer caso de lo que te digamos.


C. J. miró a Paula con el ceño fruncido.


—¿Quién es ella? ¿Es una vieja novia?


Pedro sonrió.


—Deberías revisarte la vista. Paula no tiene nada de vieja, aunque sí es muy guapa.


Paula no hizo caso del coqueteo de Pedro y lo llevó al fondo de la cocina.


—Muy bien, ahora que C. J. está aquí, ¿Qué vamos a hacer?


—No lo he pensado —reconoció él.


—Hay una cosa clara, no puedes devolverlo al hombre que lo ha abandonado. ¿Quién abandonaría a su propio hijo?


Pedro se puso rígido y ella, súbitamente, se dió cuenta de lo que acababa de decir.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 24

Esa tarde, Paula entro en Puntada con Hilo y se encontró a Florencia Alfonso detrás del mostrador. La saludó con la mano, siguió por la bulliciosa tienda y fue a la habitación contigua. Cerca del escaparate había una mesa redonda con su madre y sus amigas Mónica, Norma y Diana sentadas alrededor. Le sorprendió ver a su cuñada Tamara, que era enfermera en el centro médico y nunca había sido especialmente aficionada a hacer colchas de retazos. Quizá su madre hubiera acabado convenciéndola.


—Paula —la saludó su madre—. Vaya sorpresa.


—Siempre sé dónde encontrarte.


La mujer se levantó y la abrazó.


—Solo vengo unos días a la semana. Tu padre y yo íbamos a pasarnos por la obra para verte.


¿Estaba tramando algo su padre?


—¿Pasa algo?


—No, creo que tiene algo que ver con organizar una recaudación de fondos.


A Paula no le gustaba la idea de utilizar a su padre para entrar en el Ayuntamiento.


—Mamá, ya le he dicho a papá que quiero hacer esto por mi cuenta.


Alejandra sacudió la cabeza.


—No, esto tiene que ver con el club infantil.


—Creo que es maravilloso que quieras arreglar ese sitio — intervino Norma—. Es una vergüenza que esté en ese estado. Nuestros niños se merecen otra cosa —la mujer frunció el ceño—. En realidad, fue Leticia quien ayudó a cerrarlo el año pasado al decir que no había dinero en el presupuesto.


—¿De verdad? —preguntó Paula—. Eso es muy interesante.


Mónica se levantó de la mesa.


—¿Sabes otra cosa interesante? Al parecer, sí tuvimos dinero para arreglar el drenaje del campo de golf. Perdona, tengo que ir a relevar a Florencia en la caja para que pueda dar de comer a Agustín.


Paula se alegró de recibir apoyo para su proyecto.


—Entonces, ¿Piensan que merece la pena reabrirlo?


—Sí —contestaron todas al unísono.


—Además, vamos a ayudarte —añadió Diana—. Vamos a donar dos colchas para una rifa.


—Hay algo más —siguió Norma con un destello en los ojos—. Horacio me ha dicho que Federico donará parte de los beneficios de la inauguración por todo lo alto de Alfonso’s Place.


—Es muy generoso.


—En realidad, fue idea de Pedro —puntualizó Norma.


—Es fantástico —comentó su madre—. La vieja Leticia va a subirse por las paredes.


—Madre, todavía no he ganado las elecciones —replicó Paula— . A lo mejor tienes que seguir soportándola.


Norma le dió unas palmadas en la mano.


—Cariño, tengo la sensación de que, en cuanto la gente se entere de lo que piensas hacer, se pondrán en fila para votarte.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 23

 —Ese soy yo.


Era un hombre de treinta y tantos años con pantalones oscuros y camisa. Tenía el pelo castaño y cortado al estilo militar.


—¿Desde cuándo llevas licenciado? —le preguntó Pedro.


—Desde enero.


Pedro ojeó el currículum y vio que había pasado diez años en el ejército, que había estado acuartelado en Alemania y que había participado en dos misiones en Afganistán.


—Yo pasé dieciocho meses fuera —comentó Pedro mientras se preguntaba si Kevin sufriría alguna secuela. 


Ross asintió con la cabeza.


—Creí que me casaría con mi novia, pero cuando volví, ella ya me había sustituido.


—Ya, eso duele.


Kevin negó con la cabeza.


—A mí me parece que me libré de una buena. Ahora voy a la universidad por la mañana y espero encontrar un empleo por las tardes. Para ser sincero, no tengo experiencia, pero aprendo deprisa.


Pedro decidió en ese momento que no lo defraudaría.


—Supongo que, si serviste a tu país, podrás servir algunas bebidas. Mi padre es el mejor en ese puesto, pero quiere retirarse. Te ayudará unas semanas, puede enseñarte más sobre atender una barra que cualquier otra persona que yo conozca.


—Hay otra cosa. He recibido terapia… Desde que volví —Kevin vaciló—. Tengo que adaptarme a muchas cosas.


Pedro supo exactamente de lo que estaba hablándole.


—¿Crees que afectará a tu trabajo?


—No. Sobre todo es al sueño, pesadillas, si quiere saberlo.


—Te agradezco que me lo hayas contado. ¿Tienes algún inconveniente para empezar la semana que viene?


—¿Estoy contratado?


Pedro asintió con la cabeza y le dió una tarjeta.


—Ven la semana que viene para formarte un poco y arreglaremos lo de tus clases.


Se estrecharon las manos.


—No le defraudaré —afirmó Kevin.


—Eso espero.


Pedro observó a Kevin por el escaparate mientras se encontraba con un amigo que, más bien, parecía un hermano. Le dió una palmada en la espalda y se fueron juntos.


—Me alegro de haberle alegrado el día a alguien.


Pensó en Kevin y en su terapia. Pesadillas. Él, al poco tiempo de volver, pasó una época en la que le costaba distinguir lo que era real y lo que era inventado. Estuvo unas semanas en terapia de grupo y le sentó bien. Hasta que hacía unas semanas, las pesadillas habían aumentado por el estrés. De repente, se acordó de Paula. Ella había presenciado lo que le pasaba y eso no le gustaba. No era el mismo hombre que la dejó abandonada hacía tres años. Era posible que nunca lo fuera. ¿Qué importaba? Tampoco quería empezar una relación sentimental con ella. Algo se le revolvió en las entrañas y sofocó rápidamente la sensación. Era verdad que hacía dos días que no la veía y que la había echado de menos. Mal asunto. No necesitaba que Paula Chaves lo mareara. Tenía que concentrarse en abrir el restaurante. Fue a la cocina y se encontró al niño sentado ante la encimera.


—Vaya, has decidido volver.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 22

Paula también se bajó y, aunque le resultaba incómodo estar con él, se alegró de que la acompañara. Entraron en la oficina y el olor a tabaco y alcohol se le hizo insoportable. Tuvo que contener la respiración para no vomitar. Un hombre ya mayor, sin afeitar y con una camiseta y unos vaqueros sucios, salió del cuarto del fondo. Los miró de arriba abajo.


—No alquilamos por un día. Vayan al motel de la carretera.


Ella oyó que Pedro que soltaba un improperio entre dientes.


—No queremos alquilar nada, solo queremos hacer unas preguntas.


El hombre los miró con los ojos entrecerrados.


—¿Son de la policía?


Ella notó que Pedro no estaba tranquilo precisamente.


—No, estamos preocupados por un niño —contestó Pedro mientras dejaba unos billetes en el mostrador—. Un niño rubio de unos nueve años que se hace llamar Nicolñás.


El hombre miró los billetes de veinte dólares y se los guardó.


—Sí, vivía aquí, pero su padre se marchó hace unas semanas.


—¿Y su madre? ¿Se ha ido a algún sitio del pueblo?


—No había ninguna mujer. Si pagan el alquiler a tiempo, me da igual adónde hayan ido.


Alisa intervino al notar la tensión de Pedro.


—¿Sabe el nombre completo del niño?


Él se encogió de hombros.


—El padre se llamaba Cristian Jackson y supuse que las iniciales del niño eran por Cristian Junior.


—Gracias —dijo Pedro asintiendo con la cabeza.


Paula notó la mano de Pedro en la espalda mientras salían por la puerta. Volvieron al coche, se montaron y ella lo miró.


—¿Crees que C. J. y su padre están viviendo en su coche o en la calle?


—No lo sé. Solo el niño puede decírnoslo.


—Tenemos que encontrarlo.


Pedro miró su reloj.


—No lo encontraremos si él no quiere. Me vuelvo al trabajo.


—Ni siquiera te importa…


La mirada de él hizo que se callara.


—Claro que me importa. Sé muy bien lo que es vivir a salto de mata, pero también sé algo sobre el orgullo. Por lo que me contó el niño, solía echar una mano en el bar cuando era de Juan. No quiere caridad. Tengo la esperanza de que vuelva.


Pedro vió que a ella se le empañaban los ojos de lágrimas.


—Entonces, tiene hambre.


—He dejado comida. Ahora, tengo que volver por si se presenta.


—De acuerdo —concedió ella—, pero seguiré buscándolo.


—Es un chico listo, Paula —le acarició la mejilla—. Lo encontraremos. Haré todo lo posible para ocuparme de que no le pase nada.


Durante las veinticuatro horas siguientes, Pedro puso algunos cebos con la esperanza de que C. J. apareciera por el restaurante. Había dejado la puerta de la cocina sin echar la llave mientras él trabajaba en el bar pero, por el momento, no había pasado nada. Sin desanimarse, fue a entrevistar a los solicitantes de trabajo.


—Kevin Ross —llamó mientras un joven entraba por la puerta del bar.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 21

 —Antes de que te enfades, solo he venido a preguntarte algo sobre el niño que estaba aquí el otro día.


—Buenos días también a tí, Paula.


—Perdona. Buenos días, Pedro.


—¿Qué quieres preguntarme sobre C.J.?


—¿Se llama así?


—Es todo lo que pude sacarle —contestó él encogiéndose de hombros—. ¿Por qué?


—Esta mañana estaba en la terraza de mi piso y lo he visto. Estoy casi segura de que era él —lo miró a los ojos—. Estaba rebuscando en las papeleras del parque.


—Me lo temía.


—Entonces, ¿No has vuelto a verlo?


—No. He llenado la nevera de comida con la esperanza de que vuelva.


—¿Crees que no tiene un sitio donde vivir?


—Me dijo que su padre vivía en el campamento para remolques.


—Entonces, empezaré por ahí. Gracias.


Paula se dió la vuelta para irse, pero él la detuvo.


—¿Vas allí?


—Sí, un niño no puede estar vagabundeando por las calles.


Eso era lo último que había esperado.


—Te acompañaré.


—No hace falta.


—Vivo aquí y podría ayudarte.


Además, no quería que fuera sola a un sitio como ese, se dijo a sí mismo. Sin esperar la réplica, la acompañó fuera y ella se dirigió hacia un todoterreno.


—Vaya, ¿Dónde está el deportivo? —preguntó él con sorpresa.


—No siempre es práctico. Éste es mejor para trabajar.


—¿Es seguro que me monte contigo?


—Eres un majadero, Alfonso.


Él sonrió.


—Es muy fácil desquiciarte, Paula —él se montó por el lado del acompañante y se puso el cinturón de seguridad—. Muy bien, vamos a buscar al niño.


Diez minutos más tarde, aparcaron junto a la oficina del campamento para remolques a las afueras del pueblo. Era peor de lo que recordaba. Habían pasado años desde que vivió allí con su padre y Federico. Fue el único sitio que Horacio pudo permitirse mientras criaba a dos niños pequeños después de que su esposa se marchara con todo el dinero y el único coche. El sitio estaba más desastrado todavía, si eso era posible. Los remolques de alquiler parecían en peor estado que hacía veinticinco años. Solo se veía polvo y hierbajos, pero esas no eran las únicas hierbas que había. Sabía que se habían hecho varias redadas para buscar drogas.


—Acabemos de una vez —dijo él mientras abría la puerta del coche.

lunes, 23 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 20

Por eso, no quería que nada la desconcentrara… Ni nadie como Pedro Alfonso. No dejaba de pensar en su abrazo durante la tormenta y sus besos la habían desvelado más de lo que estaba dispuesta a reconocer. ¿Por qué? ¿Por qué no podía olvidarse? Él solo podía garantizar que volvería a partirle el corazón. Tenía que concentrarse, no tenía tiempo para pensar en un hombre. Solo faltaban cinco semanas para las elecciones y había recorrido miles de kilómetros para pedir el voto de puerta en puerta. También había pedido un presupuesto a Adrián para la reforma del club infantil. Luego, podía explicar la manera de recaudar fondos para hacer las mejoras. Sería su primer encargo… si ganaba un asiento en el Ayuntamiento. Por eso, Pedro Alfonso no era bien recibido en sus pensamientos ni en su porvenir. Esos sueños se esfumaron hacía mucho tiempo. Fue con un café a la terraza del segundo piso. Esa casa estaba apartada de la calle principal y daba al parque del pueblo. Le encantaba esa vista silenciosa y sencilla. Los árboles estaban reviviendo y la hierba se recuperaba del largo y frío invierno. Era temprano, pero ya había gente. Sonrió al ver algunos corredores por el parque. Al cabo de unos minutos de soledad y calma, fue a entrar cuando vio otra figura entre los árboles. ¿Un niño? ¿Qué hacía un niño solo en el parque cuando todavía no habían dado las siete de la mañana? Lo observó mientras se dirigía hacia una papelera y rebuscaba dentro. Sacó unas latas de refrescos y las guardó en su mochila. Rebuscó en otras papeleras y acabó acercándose lo suficiente como para que pudiera reconocer su chaquetón y el pelo rubio. Era el niño que había visto en la cocina de Pedro. ¿Dónde estaban sus padres? Entró, se duchó y se vistió, pero antes de ir al trabajo dio una vuelta por el parque. Sin embargo, el niño ya no estaba. ¿Qué tenía que hacer? 


Después de una noche sin sueños, Pedro se levantó a las cinco. No había rememorado nada ni había tenido pesadillas. Contento, dió de comer al ganado, hizo sus tareas y se dirigió al pueblo. Tenía todo el día ocupado porque pensaba contratar a alguien que se ocupara de la barra, a alguien que cocinara y a tres camareras. Todo eso era nuevo para él. Sabía tratar a los empleados del rancho, pero ¿Cómo se contrataba a una buena camarera? Su padre le había propuesto que volviera a contratar a Silvia y a Valeria, dos camareras que trabajaron mucho tiempo con Juan, y que si necesitaba ayuda, lo llamara. Accedió. Con los brazos llenos de bolsas, consiguió abrir la puerta trasera y entró en la cocina. Llevaba comida porque esperaba que Nicolás, su joven amigo, se pasara por allí. Metió leche, lonchas de embutidos y yogures en la nevera. También guardó latas de sopa, pan de molde y galletas en el armario y dejó la puerta sin cerrar con llave para que pudiera entrar. Oyó un ruido, se dió la vuelta y vió que Paula entraba. El corazón se le aceleró un poco. Estaba muy guapa a primera hora de la mañana. Llevaba una vaporosa blusa azul metida en unos pantalones con pinzas. Tenía el pelo casi negro recogido en una coleta y eso le permitía ver su precioso rostro. Sus ojos marrones y sus labios carnosos le hicieron la boca agua.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 19

 Temió que fuese un niño que se había escapado de su casa. Miró a Paula. Se había puesto una camisa vaquera blanca y unos pantalones, también vaqueros, desteñidos. Se había tapado las piernas, pero él nunca las olvidaría.


—¿Qué te trae por aquí? —él le sonrió—. No te cansas de mí, ¿Eh?


Paula quiso borrarle esa sonrisa del rostro y sabía que él quería que desapareciera, pero no pensaba marcharse a ningún lado hasta que le hubiera dicho lo que quería decirle.


—Ya me he cansado de tí, Pedro. En realidad, estoy harta. Además, ese beso de antes… No fue una buena idea. No creas que ha cambiado algo entre nosotros.


Él se acercó y ella tuvo que hacer un esfuerzo para no moverse.


—Vaya, yo creía que había sido algo placentero.


—Pues te equivocas. Aquel fin se semana que pasamos juntos fue hace mucho tiempo. No sería sensato por parte de ninguno de los dos que empezáramos algo ahora.


—¿Eso era lo que querías decirme cuando te aferrabas a mí?


Ella tuvo que hacer otro esfuerzo para contener la furia.


—Había un tornado. Si acaso, te aprovechaste de mí.


—Si tú lo dices… —replicó él encogiéndose de hombros.


Ese hombre la sacaba de sus casillas, pero no podía permitir que él lo notara.


—Entonces, ¿Estamos de acuerdo en que debemosmantenernos alejados el uno del otro?


—Me parece que es más seguro para mí que no te cruces en mi camino. No se puede saber lo que pasará la próxima vez que estés cerca.


Ella esbozó una sonrisa forzada.


—Un motivo más para que nos eludamos.


—De acuerdo —concedió él—. Cambiaré de acera si te veo. Es preferible que la gente no sepa que alguna vez te has relacionado con alguien como yo.


—No quiero decir eso. Es que tengo que hacer campaña. Para mí es importante entrar en el Ayuntamiento.


Él la miró fijamente con sus intensos ojos azules.


—Tienes razón, somos tu primer escalón para que llegues a Washington.



Casi una semana después, sonó el despertador y Paula se levantó de la cama. Esa mañana le costó encontrar entusiasmo para empezar el día. Salió del dormitorio principal de la casa de dos dormitorios del pueblo y fue a la cocina. Esa casa fue de su padre cuando estuvo en el Senado y, sobre todo, la usaba el personal o los visitantes. Cuando ella volvió, se mudó allí para estar cerca de su trabajo en el proyecto Vista Verde. Como Miguel se había jubilado, se la cedió. A ella le encantaba vivir en la vieja casa familiar del rancho, pero también le gustaba estar cerca de sus amigos y del trabajo. Habían estado haciendo los trabajos preliminares para la segunda fase de Vista Verde y ella, como directora del proyecto, le había dedicado muchas horas. La primera fase de casas asequibles de Construcciones AC se vendió inmediatamente y ya había lista de espera para las veinticuatro siguientes. El ranchero Adrián Casali tenía el dinero y la perspicacia para financiar el proyecto de casas asequibles. Estaba previsto que la semana siguiente se empezaran rellenar los cimientos con hormigón, salvo que hiciera mal tiempo u ocurriera algún percance. ¡No! No podían ocurrir percances, no lo permitiría. Ya tenía el presupuesto de las subcontratas y era casi la misma gente que en la fase anterior. Sabía que se podía confiar en ellos y que habían hecho un trabajo magnífico.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 18

 —No, te prometo que no voy a llamar a nadie.


El niño, con la cara y el pelo rubio muy sucios, lo miró con unos grandes ojos marrones.


—¿Por qué iba a creerte?


—Porque no miento a los niños. ¿Cómo te llamas?


—¿Quién lo pregunta?


—Pedro Alfonso.


—C.J.—el niño miró alrededor—. ¿Dónde está Juan?


—En Florida. Vendió el bar… A mí.


—Ah… —el niño lo miró de arriba abajo—. ¿Conoces a Horacio?


—Sí, es mi padre. ¿Por qué lo conoces tú?


—Algunas veces, Juan y él me dejaban que les ayudara a limpiar la cocina.


Pedro no le había oído a su padre hablar de ese niño.


—¿Tienes hambre?


—Es posible, pero no tienes nada aquí.


Pedro abrió un armario y sacó un pan de molde, mantequilla de cacahuete y confitura de uvas.


—¿Te apetece un sándwich?


—Bueno.


Sin embargo, los ojos se le salieron de las órbitas cuando vió la comida. Pedro sacó cuatro rebanadas de pan y empezó a untarlas. Cuando terminó los sándwiches, fue a dárselos al niño.


—Antes, lávate las manos.


Nicolás no discutió y fue al fregadero, se las lavó y se la secó en los repugnantes vaqueros. Pedro le dió la recompensa y lo observó mientras se comía uno de dos bocados. Luego, encontró una lata de un refresco en la nevera, la abrió y se la dió al niño.


—¿Dónde están tus padres, C.J.?


El niño dió un buen sorbo antes de contestar.


—Por ahí. ¿Por qué me haces tantas preguntas?


Pedro sacó un taburete y se sentó.


—Bueno, como estás en mi bar y eres menor, quiero cerciorarme de que tienes un sitio adonde ir.


El niño lo miró con curiosidad.


—En el campamento para remolques.


No lo creyó del todo, pero ese campamento era conocido por albergar a residentes provisionales.


—¿Tu padre trabaja en algún rancho?


Nicolás atacó el segundo sándwich.


—Sí, está reuniendo el ganado.


Pedro fue a hablar, pero oyó que lo llamaban, que la puerta de la cocina se abría y que Paula Chaves entraba. No parecía contenta.


—Muy bien, Pedro Alfonso, tenemos que hablar.


Nicolás se levantó y agarró el sándwich y la lata de refresco.


—Me largo.


El niño salió corriendo por la puerta trasera antes de que Pedro pudiera sujetarlo. Él salió detrás.


—¡Espera, Nicolás! —gritó en el callejón vacío—. Maldita sea.


Volvió a entrar y vió a Paula.


—Lo siento —se disculpó ella—. No sabía que estabas con alguien.


—Bueno, ya se ha marchado.


Asombrosamente, esperó que el niño volviera.


—¿Quién es?


Pedro sacudió la cabeza.


—No lo sé bien.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 17

 —Solo sé cómo te miraba ahora mismo.


Hacía mucho tiempo que Paula dejó de pensar en lo que habría podido pasar entre ellos. No quería arriesgarse con él, aunque sus besos la dejaran sin aliento.


—Te lo repito, no tengo tiempo para él. Dedico todo el tiempo a Construcciones AC y a mi campaña, en la que deberías ayudarme.


—Y te ayudo, pero creía…


—Es agua pasada, Yani. Pedro Alfonso no tiene sitio en mi futuro.


Ojalá pudiera creerse sus propias palabras.



Pedro había atajado por el callejón y había llegado en cuestión de minutos. Comprobó si había desperfectos en el tejado y en las ventanas. No podía permitirse sustituir nada más en ese momento. Por lo que parecía, el local no había sufrido daños, había tenido suerte. Se sentó. No tuvo tanta suerte al encontrarse a Paula en el club. Era el único sitio donde podía liberar algo de tensión y de frustración. Pero esa mujer le había producido las dos cosas. El beso… Fue una auténtica acometida. Su cuerpo se encrespó solo de pensar en lo que había sentido al tenerla entre los brazos y en su sabor tan delicado. Había cosas que un hombre no podía olvidar y, efectivamente, fue un recuerdo que se llevó al extranjero. Nadie era tan dulce y tentadora como Paula Chaves. El inconveniente era que había sido la única que había estado a punto de abrasarlo. No podía darle otra oportunidad. Nunca dejaría que una mujer jugara con su corazón. Un ruido en la habitación del fondo llamó su atención. Aguzó el oído. Era el ruido de la lluvia, pero hubo algo que lo intranquilizó. Se levantó del taburete de la barra y fue hacia la cocina. Entró por la puerta batiente y vio la que puerta de la enorme nevera de acero estaba entreabierta y que ocultaba a alguien que rebuscaba en su interior. Solo pudo ver dos pies con unas zapatillas muy desgastadas. La puerta tapaba el resto del diminuto ladrón. Silenciosamente, cruzó la cocina vacía y agarró al niño por la camiseta.


—¡Suéltame! —gritó el chico mientras daba patadas y manotazos al aire.


—¿Por qué si te he pillado robándome?


—No tienes nada que pueda robarte. Suéltame.


Como no pudo sujetar los brazos del niño, lo levantó y lo tumbó sobre la encimera.


—Tranquilízate, solo quiero hablar contigo.


El niño parecía tener unos nueve años.


—Llamarás al sheriff y acabaré en un correccional.


Pedro vivió la misma amenaza cuando era niño.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 16

 —Diría que han llegado justo a tiempo —dijo él con voz ronca.


Paula consiguió levantarse mientras Pedro contestaba a los rescatadores. La tomó de la mano y volvieron hacia el pasillo. Vieron el destello de una linterna y a Yanina, que corría hacia ellos.


—¡Paula!


—Estoy aquí.


Su amiga la abrazó mientras el sheriff Bradshaw llegaba.


—¿Estás bien? —le preguntó Yanina apartándose un poco.


Ella tuvo que mirar hacia otro lado.


—Estoy bien. Un poco asustada. Pedro me llevó a las duchas — Paula miró hacia su refugio improvisado—. ¿Ha sido un tornado?


El sheriff asintió con la cabeza.


—Han tenido suerte. El tejado ha sufrido bastantes daños — Bradshaw los miró con detenimiento—. ¿Seguro que están bien?


—Sí —contestó Pedro—. Aunque no puede decirse que haya sido divertido.


—Es verdad —el sheriff se dirigió a Paula—. Creo que tu padre agradecería que lo llamaras.


Paula conocía al sheriff de toda la vida y era un hombre apreciado en el pueblo.


—En cuanto recoja mi móvil.


Bradshaw asintió con la cabeza.


—Si no me necesitan, tengo que comprobar los daños en el resto del pueblo.


—Estamos bien —lo tranquilizó ella con un gesto de la mano.


Paula miró a Pedro, quien clavó su mirada abrasadora en la de ella antes de mirar hacia otro lado.


—Será mejor que vaya a ver si mi edificio conserva el tejado — comentó él antes de marcharse.


Paula miró a Yanina, que estaba sonriendo.


—¿Qué pasa?


—Solo tú te las apañarías para quedarte atrapada por un tornado con Pedro Alfonso ni más ni menos.


—Yo no he hecho nada. Él estaba aquí jugando al baloncesto cuando entré —todavía tenía el corazón acelerado—. ¿Qué debería haber hecho?


—Al parecer, no pueden evitarlo. Son como imanes. Es la segunda vez en menos de cuarenta y ocho horas que se topan.


Yanina era la única persona que sabía lo que había pasado hacía tres años entre Pedro y ella.


—Parece como si el destino quisiera que estuvieran juntos.


—Pues no va a conseguirlo. No tengo tiempo para Pedro Alfonso.


Su amiga dejó escapar un gruñido.


—Yo encontraría tiempo para un pedazo de hombre como ése.


—No, Yanina. No quiero ser una más de su interminable lista de mujeres. Además, si no me quiso la primera vez, ¿Por qué iba yo a pensar que va a cambiar?


Se dirigió hacia al pasillo y encontró su bolso. Entonces, se acordó de la primera vez que Pedro volvió del ejército. Estaba trabajando en Austin y él la llamó, pero en cuanto vió su número, dejó que saltara el contestador automático. Borró el mensaje sin oírlo. Seguía demasiado dolida, vulnerable, y nunca contestó la llamada. Yanina la alcanzó.

viernes, 20 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 15

 —Había venido para comprobar las mejoras que necesita.


Súbitamente, el viento volvió a rugir y a sacudir el ventanuco que había en lo alto de la pared.


—La lista es muy larga, cariño.


—Bueno, me gustaría oírla… Luego, cuando no esté… Pensando en otra cosa.


—No voy a permitir que te pase nada.


Un estrépito parecido al de un tren que se acercaba ahogó sus voces. Se oyó el ruido de la madera al astillarse y él tumbó a Paula y la cubrió con su cuerpo. Toda una serie de recuerdos le invadió la cabeza y rememoró la noche que pasaron juntos. Su voluptuoso cuerpo debajo del de él, los seductores sonidos que dejaba escapar su boca. Ella le rodeó la espalda con los brazos y lo estrechó más contra sí.


—Pedro… —le susurró ella al oído—. Tengo miedo.


—No va a pasar nada, Paula.


Notó que ella temblaba y rezó. Cerró los ojos durante lo que le pareció una eternidad mientras la tormenta azotaba el edificio y hacía un ruido como si estuviera arrancando el tejado. Por fin, la tormenta pareció alejarse, se hizo el silencio y empezó a llover a raudales. Paula notó su tensión, los latidos acelerados de su corazón y el sudor que le mojaba el cuerpo. Se apartó un poco y le tomó la cara entre las manos. A pesar de la penumbra, pudo ver su mirada perdida.


—Quédate conmigo, Pedro. Vamos, casi ha terminado.


Él parpadeó y la miró. Había vuelto a pasarle. Intentó adaptarse a la oscuridad y vió que Paula lo miraba fijamente. Sintió una opresión en el pecho por un deseo que no había sentido desde hacía mucho tiempo.


—Al parecer, estamos a salvo —comentó ella casi sin aliento.


—No, seguimos en peligro.


Incapaz de contenerse, se inclinó y la besó en la boca como si se alegrara de seguir vivo. Paula no se lo impidió. Él la agarró de la nuca para inclinarle la cabeza y profundizar el beso. Le pasó la lengua por los labios y ella los separó. Entonces, dejó escapar un leve gemido y él se dejó arrastrar. Que Dios se apiadara de él. No era de piedra. Cuando por fin dejó de besarla, parecía tan aturdida como se sentía él. No pudo encontrar las palabras adecuadas e hizo lo que haría cualquier hombre con sangre en las venas que tenía una mujer hermosa entre los brazos: Volvió a besarla. No apartó la boca hasta que oyó que alguien la llamaba.


Mi Destino Eres Tú: Capítulo 14

Lo observó fingir unos regates con el balón, saltar, lanzarlo… Y encestar. Lo repitió varias veces sin parar ni aminorar el ritmo. Al parecer, el hombro no le dolía. Abrió la puerta y avanzó por el borde de la habitación para no molestarlo. Pedro siguió como si alguien lo persiguiera. Lanzaba con un salto una y otra vez. Fue hasta otra canasta, recogió otro balón y también lo lanzó. Los truenos retumbaban, pero parecía como si ese hombre tuviera una tormenta mayor dentro de sí y no pudiera contenerla. Entonces, el sonido de una sirena se abrió paso en el silencio. Se acercaba un tornado. Se quedó petrificado, pero se dió la vuelta y la vió.


—¿Puede saberse…? —Pedro soltó el balón y se acercó corriendo a ella—. Tenemos que ponernos a cubierto.


—¿Dónde? —preguntó ella aterrada.


Él la agarró de la mano.


—Vamos.


La llevó al pasillo. Pedro prefirió no pensar cuánto tiempo había estado ella observándolo. No se había dado cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Sin embargo, en ese momento, con el sonido de la sirena en los oídos, se daba cuenta perfectamente. Arrastrando a Paula, se dirigió hacia la zona donde estaban las duchas y, entonces, todas las luces se apagaron. Paula contuvo el aliento, pero él la metió en una habitación a oscuras. Se oyó el estruendo de otro trueno.


—No te preocupes, conozco bien este sitio.


Notó que a ella le temblaba la mano mientras la apoyaba contra la pared de baldosas. Olió a moho.


—¿No deberíamos bajar al sótano? —preguntó ella con la respiración entrecortada.


—No sé si sabría llegar desde aquí. No quiero arriesgarme a dar vueltas para intentar encontrar la puerta. Aquí estaremos a salvo. Estamos cerca de la fontanería y en un muro maestro.


—¿Crees que el tornado pasará por el pueblo?


Él seguía agarrándola de la mano y no iba a soltarla.


—No lo sé y no voy a ir a comprobarlo.


—Perfecto, porque no quiero que me abandones —dijo ella casi sin poder hablar.


Entonces, el viento cesó y a él no le gustó. Algo iba a ocurrir. Lo notó en las entrañas.


—¿Ha pasado?


—Ojalá. Como dicen, solo es la calma antes de la tormenta.


Se agachó pegado a la pared e hizo que ella también se sentara mientras se preguntaba si podría tomar alguna otra precaución. No se trataba solo de él. Hizo un esfuerzo para que nada le impidiera proteger a Paula. Se centró en la situación para que nada más lo alterara.


—¿Puede saberse qué hacías en la calle con este tiempo? —le preguntó a ella.


—Podría preguntarte lo mismo. Además, este sitio lleva meses cerrado.


—Hay formas de entrar si las conoces. Federico y yo prácticamente vivimos aquí cuando éramos niños. ¿Y tú?

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 13

Al día siguiente, Paula se dedicó a ir arriba y abajo de la calle principal para intentar conseguir votos y enterarse de lo que querían los dueños de las tiendas. Recibió algunas respuestas pero, en general, querían que hubiera más comercios en el centro del pueblo. Los locales vacíos al final de la calle también les preocupaban. El viento le agitó el pelo y se lo apartó de la cara mientras entraba en la heladería Shaffer para recoger la llave del club infantil. Yanina Shaffer estaba atendiendo clientes detrás del mostrador. Yanina, su mejor amiga desde el instituto, se había hecho cargo de la heladería desde que sus padres se jubilaron y se marcharon a Florida. La rubia alta y atlética fue quien la convenció para que se presentara a las elecciones del Ayuntamiento cuando volvió a Kerry Springs.


—Espera un par de minutos —le pidió su amiga saludándola con la mano.


—Tranquila.


Como Yanina había puesto un menú de mediodía, su actividad había aumentado, sobre todo, en pedidos que se llevaban otros comerciantes de la calle principal. Además, como el bar de Juan estaba cerrado provisionalmente, la actividad era mayor todavía. ¿Pedro pensaba abrir a mediodía? No pudo evitar pensar cómo estaría. ¿Tendría mejor el hombro? Se olvidó de la pregunta. Él podía cuidarse y tenía una familia que lo ayudaría. Lo que menos le apetecía hacer era estar cerca. Alguien entró en la tienda y el viento abrió más la puerta. Cuando consiguió cerrarla, la mujer, de mediana edad, se colocó bien el pelo.


—Está poniéndose feo —comentó la mujer—. Se acerca una tormenta y hay aviso de tornado.


Paula asintió con la cabeza y cierta preocupación.


—Es la primavera en Texas…


—Sí. En cuanto recoja mi pedido, me marcharé a casa y me encerraré en el sótano.


Paula miró a la calle y vió unas nubes negras y amenazadoras que se acercaban. Quizá también debiera darse prisa e ir al club infantil.


—¿Puedo tomar la llave del club? Quiero ver cómo está el edificio antes de que estalle la tormenta.


Yanina también miró al exterior, rebuscó debajo del mostrador y le dió a Paula la llave que le había confiado el director del club.


—Gracias. Intentaré llegar… Si puedo.


Paula salió apresuradamente, recorrió dos manzanas con locales vacíos y llegó a un edificio de ladrillo. La puerta doble tenía tallado, aunque casi borrado, Club infantil. Entró justo cuando empezaba a caer una lluvia torrencial. Los rayos rasgaron el cielo y un trueno retumbó con estruendo. Se alegró de estar a cubierto. Podría esperar a que pasara la tormenta si era necesario. Se alisó el jersey azul de manga corta y la falda azul marino y miró alrededor. Encendió la luz del vestíbulo y comprobó que llevaba años abandonado. Las paredes estaban sucias y, el suelo, desgastado. Encendió otra luz y recorrió un pasillo con cuartos a los lados que, al parecer, se usaban de trasteros. Fue hasta el gimnasio y entonces oyó un ruido. Había alguien, pero ¿Quién? El edifico estaba cerrado indefinidamente. Echó una ojeada por el ventanuco de la puerta batiente. En la penumbra, vió a alguien que jugaba con un balón de baloncesto en el extremo más alejado de la pista. Lo observó un instante antes de reconocer a Pedro. Fantástico. ¿Qué estaba haciendo allí?

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 12

Afortunadamente, consiguió volver de su misión por el extranjero, pero con algunos problemas. Había visto y había vivido cosas que lo habían cambiado. Le quedaron cicatrices, aunque fuesen invisibles. Paula ya había vislumbrado su angustia. Aun en el supuesto de que quisiera tener alguna relación con ella, ¿sería capaz? Más aún, ¿Le daría ella una segunda oportunidad?


—¿Ya estás vagueando otra vez?


Pedro dió un respingo, se dió la vuelta y vió a Federico, su hermano mayor.


—Tengo derecho a descansar de vez en cuando.


—¿Necesitas ayuda? —le preguntó Federico con una sonrisa.


—No puedes ayudarme con el problema que tengo.


—Inténtalo…


Pedro miró fijamente a su hermano. Federico siempre lo había ayudado. Lo cuidó durante unos años, después de que Ana Alfonso decidiera que no necesitaba a dos hijos y un marido que la ataran.


—¿No tienes una esposa encantadora y un par de hijos en casa?


Él sonrió al acordarse de Florencia, Camila y Agustín.


—Puedo dedicarle un par de minutos a mi hermano.


Federico se casó siendo bastante joven y consiguió sobrevivir a una unión sin amor que dio como fruto a Camila. Cuando murió Karen, él se encerró en el trabajo e intentó criar a su hija, hasta que Florencia apareció en su vida y le enseñó el amor verdadero.


—Efectivamente —siguió Federico—, puedes descansar un rato. Deja que tu cuerpo se recupere.


—Tengo que terminar esto.


—¿Por qué? Puedes pagar la hipoteca aunque abras después de la fecha prevista —Federico frunció el ceño—. ¿Hay algo más que te preocupa?


Pedro negó con la cabeza.


—¿Seguro? Esto huele a problema de faldas.


Pedro esbozó una sonrisa forzada.


—¿De dónde iba a sacar tiempo para las mujeres? He estado trabajando aquí día y noche.


—Te conozco, hermanito. Encuentras la compañía de una mujer en los sitios más insospechados —Federico se quedó pensativo—. Sin embargo, me parece que llevas un tiempo sin ninguna, salvo que contemos a esa mujer tan guapa que iba de un lado a otro de la sala de espera del hospital esta mañana.


¿Paula se había preocupado por él?


—El único motivo para que Paula Chaves se preocupara por mí era porque podía darle mala imagen ante sus electores.


Federico se cruzó de brazos.


—A mí me parece que fue por algo más. Sería la mujer ideal para tí.


Pedro intentó no inmutarse.


—Vaya, hermano sabiondo, ¿Podrías decirme por qué lo piensas?


—Lo mejor es que no es tu modelo habitual. Me extrañaría que se tragara toda tu palabrería. Un poco, como Florencia.


Él se acordó de Paula y sintió una punzada de anhelo, pero la sofocó inmediatamente.


—Te olvidas de lo más importante. Yo, al revés que tú, no quiero sentar la cabeza.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 11

Su encuentro casual en el Roadhouse Bar hacía tres años fue un golpe de suerte. Pedro estaba de permiso con tiempo por delante y, al sentirse inquieto, salió a beber algo. Paula y un par de amigas de Austin habían salido a dar una vuelta por los arrabales cuando las vió entrar por la puerta de un tugurio country-western de las afueras de Kerry Springs. El personal era rudo, en general cowboys que querían desfogarse y, con un poco de suerte, encontrar a alguien con quien pasar la noche. Si hubiese sido listo, se habría ocupado de sus propios asuntos y habría terminado la partida de billar. Sin embargo, cuando Damián y Mariano Jankins empezaron a molestarlas, no pudo mirar hacia otro lado y desentenderse. No era tan majadero. Consiguió salvar la situación sin derramamiento de sangre. Tuvo que invitar a los vaqueros a una ronda, pero sacó a las mujeres de allí. Las amigas de Paula volvieron al hotel, pero ella acabó con él y no tuvo reparos en dejar muy claro cuánto lo deseaba. Acabaron en la casa de ella, la vieja residencia familiar del rancho de los Chaves. Pasó los dos días siguientes en la cama de Paula. Esa fue la primera de sus reglas que infringió: Nunca pasar la noche entera. La segunda era nunca hablar del futuro. Con Paula, había perdido la cuenta de la reglas que había infringido. 


Cuando acabó dándose cuenta de lo profundamente que estaba enamorándose, se largó inmediatamente. No podía permitir que aquello siguiera más. No quería nada permanente con una mujer desde que su madre los abandonó, a su hermano y a él, cuando eran niños. Además, no aprendió la lección y le volvió a ocurrir en el instituto con Nadia Haynes. Entonces, ella lo abandonó antes de marcharse a la universidad y lo dejó tirado cuando perdió la beca deportiva por una lesión y una nota media baja. Entonces, Nadia le comunicó que iba a encontrar un hombre con un porvenir mejor y que pudiera ofrecerle la forma de vida que a la que ella aspiraba. Durante años, solo salió con chicas a las que les explicaba las reglas. Entonces, Paula Chaves se cruzó en su camino y todo el sentido común salió volando por la ventana. Por eso, antes de que pasara una tercera vez, consiguió dejar la cama de ella. Efectivamente, fue un cobarde y se marchó antes del amanecer sin despedirse siquiera. Supo que no podría soportar ver su dolor y solo así pudo sobrevivir el año siguiente. Se iba al extranjero y no podía arriesgarse a pensar en ella y a preguntarse si estaría esperándolo cuando volviera. No, no volvería a ser vulnerable otra vez. Siguió la regla de salir pitando.

miércoles, 18 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 10

Entonces, súbitamente, se acordó de Pedro Alfonso. Ningún hombre tenía derecho a ser tan sexy. ¿Había pensado alguna vez en ella? Que hubiesen pasado un fin de semana ardiente no quería decir que fuese memorable para él. Dejó a un lado los recuerdos para volver al presente.


—He pensado que podía pasar por todas las tiendas y hablar con ellos de uno en uno. Así, podría saber cuáles son sus mayores preocupaciones. Lo que esperan de mí cuando esté en el Ayuntamiento.


—También está bien —reconoció él—. Vas a competir contra Leticia Peters y ella tiene mucho apoyo aunque esté anclada en el siglo pasado. Te beneficia que lo que quiere para el pueblo sea que siga igual. Tu proyecto de reformar el extremo sur de la calle principal es excelente. Necesitamos que Kerry Springs reciba más ingresos.


Siguió pensando en Pedro. Tenía un local fantástico. ¿También pensaba reformarlo por fuera?


—Está bien que los Alfonso se hayan quedado con el bar de Juan.


—Sí. Es una esquina muy buena. También estaría bien que el pueblo tuviera más restaurantes de cierta categoría.


—¿De cierta categoría?


Su padre sonrió.


—Según me ha contado Horacio, Pedro piensa ofrecer un menú mejor y un comedor renovado. Es justo lo que necesita el pueblo. Kerry Springs necesitaba muchas cosas.


—Me gustaría reformar y reabrir el club infantil.


Su padre frunció el ceño.


—Es una idea ambiciosa, sobre todo, con el presupuesto tan limitado del pueblo.


—Lo sé, pero hay muchos niños que necesitan un sitio así para ir después del colegio y en verano.


Entonces, él sonrió.


—Puedo ayudarte a recaudar fondos, a que empiecen las donaciones y a buscar subvenciones federales.


—Papá…


Miguel Chaves no estaba escuchando.


—Tengo amigos en Austin.


Ella adoraba a ese hombre que siempre había estado cuando lo había necesitado.


—Papá, te agradezco tu ayuda, pero tengo que hacerlo por mi cuenta.


Él asintió con la cabeza.


—¿Puedo decirte lo orgulloso que me siento de tí y de tu trabajo como directora del proyecto Vista Verde? Sin embargo, siempre serás mi niñita y es natural que quiera ayudarte.


Paula se levantó, se acercó a él y le dió un beso en la mejilla.


—Y yo te quiero por eso. Tu ayuda ha sido muy valiosa para mí, pero si quiero que la gente me tome en serio, tengo que hacer esto yo sola. Pienso hacer un cálculo básico de lo que costaría reparar el club infantil antes de siquiera ir al Ayuntamiento.


Su padre sonrió.


—Parece que tienes claras las cosas.


Paula creía que las tenía hasta que se encontró con Pedro. Miró a su padre.


—Bueno, soy la hija de Miguel Chaves y he tenido el mejor maestro.



Ese día, más tarde, Pedro soltó una maldición cuando el dolor del hombro le impidió terminar la moldura. No quería retrasarse en la fecha de la inauguración. Además, si seguía pensando en Paula Chaves cada dos por tres, acabaría perdiendo tiempo y dinero. ¿Qué estaba pasándole? Ella llevaba meses en el pueblo y a él le había dado igual. Se habían mantenido alejados el uno del otro. Aunque tampoco debió tener una aventura con ella. Una Chaves… ¿En qué estaría pensando? Debió dejarla en paz aquella noche. Ese era el problema. No había pensado en otra cosa que en lo que sintió al tenerla entre los brazos y en su sabor.