Pedro la observó mientras ella daba un sorbo con la cabeza inclinada hacia atrás y el esbelto cuello estirado. Se acordó de cómo la había besado hasta que se estremeció, de cómo había susurrado su nombre mientras se deleitaba con cada centímetro de ella. Miró a otro lado y también dio un sorbo.
—Pedro, ¿Te pasa algo?
—No, estaba pensando en la recaudación de fondos.
Ella sacudió la cabeza.
—No voy a obligarte a que cumplas tu oferta. La inauguración de Alfonso’s Place es una noche especial. El restaurante y tu familia deberían ser el centro de atención.
—Mi padre y yo lo hemos hablado. El club infantil es importante para el pueblo. En realidad, creemos que eso podría llevar a más gente, aunque solo sea por curiosidad.
—Será algo más que curiosidad.
Pedro se apoyó en la encimera para parecer relajado.
—Hay mucho apoyo e interés en la posible reapertura del club. Las mujeres de Puntada con Hilo van a donar dos colchas de retazos. Podemos hacer una rifa. Podemos añadir algunas botellas de Alfonso’s Legacy y cupones para comidas gratis. Podríamos sacar algún dinero.
Él asintió con la cabeza.
—Hemos hablado de dar algunos aperitivos gratis con cerveza y una cata de vino, claro.
A Paula le pareció que estaba emocionándose con la ida.
—Estoy segura de que Yanina donaría algunos helados —Paula lo miró—. Está ayudándome con la campaña y veré qué puede hacer para anunciar el acto.
—Todavía son amigas íntimas, ¿Eh? Me acuerdo de cuando eran inseparables en el instituto.
Paula se quedó impresionada. Ellas solo eran unas novatas cuando Pedro ya era el veterano más codiciado.
—¿Te acuerdas de nosotras?
Él esbozó su sonrisa marca de la casa.
—Lo suficiente para saber que tenía que mantenerme al margen. Eras una tentación prohibida, eras menor. Eso por no hablar de tu padre y de tu protector hermano.
Pedro había omitido comentar que, además, estaba saliendo con Nadia Haynes, la animadora principal. Su padre tenía una pequeña fábrica a las afueras del pueblo y a Nadia le gustaba ser la hija rica y malcriada.
—Parecías muy ocupado con tu novia.
—Agua pasada —replicó Pedro con el ceño fruncido.
—Te alistaste en el ejército justo después de la graduación — comentó ella con curiosidad.
—Era lo que tenía pensado.
Entonces, ella se acordó de que había oído decir que había perdido la beca. Pedro miró hacia otro lado y se apartó de la encimera.
—¿Se te ocurre alguien más que esté dispuesto a donar algo?
Evidentemente, no quería hablar del pasado.
—Se lo preguntaré a Yanina. ¿Cuándo es la inauguración?
—Dentro de doce días, el sábado veintidós. Es posible que haya algunas cosas sin rematar, pero tendré cocinero, alguien en la barra y cuatro camareras.
—¿Puedo hacer algo? Quiero decir, puedo fregar vasos, limpiar la barra, amontonar cosas.
—No. Si no recuerdo mal, tú también tienes mucho trabajo con Vista Verde —Matt señaló con la cabeza hacia el dormitorio—. Además, está C. J.
—Ayudar al niño es lo más fácil. Tú también le has dedicado tu tiempo. Sin embargo, la inauguración es igual de importante.
—Hablando de todo un poco, este fin de semana tengo que reunir el ganado de Triple A.
—¿Cómo vas a hacerlo? —preguntó ella parpadeando.
—Con ayuda. Con vecinos y un buen capataz.
Pedro sabía que no daba abasto. Todo lo que tenía que hacer era muy importante pero, al mirar a Paula en esos momentos, no podía pensar en otra cosa que no fuese ella. Por eso tenía que largarse inmediatamente. Sería un disparate plantearse siquiera intentar retomarlo donde lo habían dejado. El problema era que no hacía mucho caso de sus propios consejos.