lunes, 29 de abril de 2024

Pasión: Capítulo 71

Celos. Por primera vez en toda su vida. Fue en ese momento cuando, sintiéndose más vulnerable que nunca, decidió apartarse de algo que le parecía peligroso. Él sabía mejor que nadie lo voluble que era la gente y también que no podías confiar en nadie. Sus propios padres lo habían decepcionado separándolo de su hermano, decidiendo sus diferentes destinos como si fueran dioses griegos jugando con meros mortales. Durante años había tenido pesadillas en las que sus padres tiraban de sus brazos y los brazos de Federico hasta que sus miembros estaban tan mezclados que ya no sabía quién era uno u otro. Paula lo afectaba demasiado, se metía bajo su piel. Y él la había juzgado tan mal… Acababa de mantener una conversación con su hermano, que estaba en Río por un asunto de negocios, y se sentía más culpable y más idiota que nunca. Y, sin embargo, mientras la miraba desde la puerta del dormitorio, su hermoso pelo extendido sobre la almohada, empezó a quitarse la ropa sin pensar. Quería meterse en la cama con ella, perderse en ella en un intento desesperado de olvidar cómo estaba cambiándolo aquella mujer. Cuando Paula despertó y giró la cabeza para mirarlo Pedro se apoderó de sus labios sin decir nada. Tenía que ser fuerte porque aquello terminaría pronto, en cuanto supiera lo que su hermano le había contado. Porque entonces el pasado que los ataba habría desaparecido. Pero aún no.


Cuando Paula despertó al amanecer estaba sola en la cama, pero el cosquilleo en su cuerpo y el placentero escozor entre las piernas le decían que no lo había soñado. No había soñado la pasión de Pedro, que la había llevado al precipicio una y otra vez hasta que estuvo agotada, deshecha, suplicando que tuviese compasión.  Era como si se viese empujado por algo, como si estuviera desesperado. Parpadeó, intentando despertar del todo. Aunque estaba saciada y letárgica después del encuentro, tenía el corazón pesado. Amaba a Pedro, pero sabía con certeza que él no la correspondía. La deseaba, nada más. Lo único que le importaba de verdad era su compromiso con el medio ambiente, hacer un mundo mejor en la medida de sus capacidades, no ser como sus antecesores. Ella podía entenderlo y sabía que no podía seguir enamorándose de él porque el dolor de la separación sería terrible. Suspirando profundamente, notó el roce de algo cuando movió la cabeza y vió una nota sobre la almohada. Paula abrió el papelito y leyó: "Por favor, ve a mi despacho cuando despiertes. Pedro". De nuevo, tuvo un presagio. Empezaba a entender las desesperadas caricias de la noche anterior. Iba a decirle que todo había terminado. Las señales habían estado ahí durante días, desde que fueron a la favela. Y, de repente, se enfureció. Estaba dispuesto a decirle adiós después de saciar su deseo… Un deseo que, evidentemente, había desaparecido. Pero ella disfrutaba tanto trabajando en la fundación, necesitaba tanto ese trabajo. 

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