miércoles, 17 de abril de 2024

Pasión: Capítulo 51

Estaban en una colina desde la que se veía toda la ciudad y el miedo de Pedro se intensificó. Recordó a Paula diciendo que le gustaría ver una puesta de sol… ¿Habría ido a la playa a esas horas de la noche?  El miedo se convirtió en pánico. Sacó el móvil y llamó al de Paula, pero estaba apagado. Río era una ciudad majestuosa, pero algunas zonas eran las más peligrosas del mundo, sobre todo de noche. ¿Dónde demonios habría ido?


Paula entró en el apartamento y cerró de un portazo, temblando de rabia. Se quitó los zapatos y salió a la terraza para respirar un poco de aire fresco. Maldito fuera Pedro Alfonso. No debería importarle lo que pensara de ella, pero después de todo lo que habían pasado juntos en la selva creía tontamente que había empezado a verla de otro modo. Aquella era la auténtica Serena; una mujer que quería trabajar, hacer algo importante y no volver a aislarse de la realidad. La chica que había sido siete años antes había nacido de las retorcidas maquinaciones de su padre. Se apoyó en la barandilla, disgustada consigo misma. Pensar que había estado dispuesta a acostarse con un hombre que la despreciaba… ¿Dónde estaba su precioso amor propio, el que había conseguido que rehiciera su vida? Pero sabía dónde. Se había disuelto en cuanto Pedro se acercó a ella. Y, sin embargo, eso no era del todo justo. Debía reconocer que él la había tratado de igual a igual en la selva y esa mañana, en la fundación, se había sorprendido al saber que ya había empezado a hablar sobre la tienda con los productos de los poblados, dándole crédito a su idea. Oyó un ruido a su espalda y se puso tensa. No estaba preparada para volver a ver a Pedro y se dió la vuelta a regañadientes. Él se acercaba con el rostro ensombrecido mientras tiraba del lazo de su corbata. El mentón afeitado debería darle un aspecto más civilizado, pero no era así. Pedro tiró la pajarita antes de salir a la terraza.


—¿Dónde demonios has estado? Te he buscado por todas partes.


Su enfado aumentó al ver que Paula se ponía en jarras con gesto desafiante.


—¿Pensabas que estaba en alguna discoteca? ¿O que había ido a buscar una farmacia para comprar fármacos?


Pedro se detuvo. Debía reconocer que era un alivio verla allí, a salvo. Pero seguía furioso porque lo había dejado plantado. Claro que la había acusado de estar interpretando un papel… 

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