viernes, 1 de julio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 23

Sus tíos estaban todavía levantados cuando Ezequiel la llevó a casa, así que preparó café para todos. Al chico le pareció divertido que no los dejaran estar solos y por fin se levantó y se fue.

—Se están poniendo peor que padres —bromeó al salir.

—No digas eso —Paula hizo una mueca—. Ya tuve bastante de padres por hoy.

—¿En serio?

—Olvídalo Eze —aconsejó, percatándose de que estaba revelando demasiado.

Nadie tenía que saber acerca de Priscilla y su padre sino hasta que ella estuviera lista para aceptarlo—. He estado desanimada los últimos días, creo que por reacción retardada.

—No importa, cariño, recuerda que tienes a tía Susana, al tío Arturo y que siempre me tendrás a mí.

—Gracias. No sabes cómo me consuela eso.

—Sólo yo soy capaz de lograr que una hermosa chica como tú quiera ser mi amiga —dijo molesto—, o mi hermana, lo que es peor. ¡Esa es mi suerte!

—Gracias por estar aquí —Paula lo besó en la mejilla.

—¿Cuando me necesitabas?

—Sí.

—Buenas noches, cariño —se inclinó para besarla en la boca, sonriendo al ver su sorpresa—. Privilegio de hermano.

—Me lo imagino —rió ella.

Cuando la chica regresó, sus tíos seguían en la sala y la sorprendió su expresión grave.

—Tuvimos una visita esta noche —le dijo la tía.

—¿Ah, sí?

—Un tal señor Pedro Alfonso—comentó el tío.

—¡Tenía que venir! —Paula respiró enfadada.

—Parecía preocupado por tí, quería asegurarse de que estabas bien.

—¿Qué pensó que haría? ¿Suicidarme?

—Vamos, Paula —bromeó su tío—, no necesitas hablar así. Susana y yo agradecimos mucho su visita.

—Les dijo, ¿verdad? —acusó indignada—. ¿Por qué no se preocupa de sus propios asuntos?

—Creyó que era su obligación —intervino la tía con suavidad.

—Sabía que no lo era… le dije que no era asunto suyo.

—Paula…

—No tenía derecho a venir aquí ¡Ningún derecho! Es problema mío…

—Jamás fue sólo tu problema —afirmó su tía—. Ambas familias están comprometidas y el señor Alfonso se va a casar con tu hermana. No pude creer cuando la gente comenzó a confundirte con Priscilla. Por supuesto que habíamos visto fotos suyas, la familia Chaves  sale  a menudo en las columnas sociales, pero aun así, no teníamos idea de que el parecido fuera tal. El señor Alfonso dice que es casi imposible saber quién es quién.

—¿Casi imposible? A él le cuesta bastante trabajo distinguirnos.

—¿De veras?

—Sólo mi pa… sólo Miguel Chaves—continuó enseguida—, notó la diferencia. Supo al verme que yo no era Priscilla —se preguntó ¿cómo lo supo?

—¿Cómo está Miguel? —preguntó su tío.

—Un poco confundido, por el momento. Me temo que esta tarde lo dejé plantado.

—El señor Alfonso nos lo dijo —comentó la tía.

—¿Qué más les dijo?

—Que te habías enterado de que Priscilla es tu hermana y que tu padre vive. Pensó que debíamos saberlo.

Pedro Alfonso tomaba muchas atribuciones. A Paula no le gustaba que dirigieran su vida de esa manera. Y si pensaba que lo lograría, se llevaría una sorpresa.

—No voy a preguntarles las razones, porque estoy segura de que serán tan incapaces de dármelas como el señor Chaves.

—Probablemente —asintió su tía—. Pero puedo decirte que tu madre se arrepintió toda su vida de lo sucedido.

—¡No lo creo! Fue felíz con Manuel, ellos…

—No esa parte —la interrumpió la tía—. Alejandra siempre se arrepintió de haberte separado de tu hermana. Creo que al final hubiera preferido perderte por completo que correr el riesgo de que sufrieras el dolor que sientes ahora.

—¡No! —gritó Paula con voz entrecortada—. No, ella me amaba, ella…

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