martes, 2 de junio de 2015

Actitud Incorrecta: Capítulo 7

-Jamás lo aceptarías, Paula. Si me pusiera a buscar a tu hermana, y lo digo con grandes reservas, tendrías que venir conmigo.
-Desde luego, no esperaba otra cosa.
De pronto ella se sintió viva, y el alivio la hizo brillar, dándole una visión momentánea de la joven que había sido. En realidad, de la joven que él había creído que había sido.
Yo misma la he estado buscando desde que se fue de casa -prosiguió Paula-.He recorrido este vecindario... Su amiga Jose vive en Wicker Park y Delfina ha pasado mucho tiempo por aquí, incluyendo la visita que el otro día...
-Creo que no lo has captado. Cuando digo buscarla, me refiero desde dentro.
-No entiendo.
Las calles, Paula. Tendrás que abandonar tu acogedor hogar y tu bonita ropa y tus comidas en restaurantes elegantes. Tendrás que acompañarme por las peligrosas calles de Chicago como alguien sin hogar, mendigando y durmiendo en tugurios quién sabe dónde.
Durante un momento fantasioso, esperó que aceptara sus condiciones.
-¿Qué? -parecía conmocionada-. ¿Por qué?
-Si quieres encontrar a alguien que vive en las calles, debes caminar con sus mismos zapatos.
Se puso pálida.
¿Crees que Delfina está viviendo en la calle?
¿En qué otra parte? Los hoteles no le abren las puertas a los chicos fugados, a menos que esté usando la tarjeta de crédito de papá.
-Delfina tiene su propia tarjeta de crédito, pero no la está usando. Lo comprobé.
-Chica lista. No quiere que la localices.
¡Pero tiene que haber otros sitios... algo!
-¿Y no los has agotado?
-Los que yo conozco o me han contado, sí. Fui a un par de albergues, pero dicen que los chicos a los que acogen están con sus padres.
Pedro asintió.
-Sólo hay unos pocos albergues en la zona metropolitana que acogen a jóvenes sin hogar, y están financiados por fondos privados. Razón por la que los chicos no suelen recurrir a ellos.
-Santo Cielo, entonces ¿cómo sobreviven ?
-Del modo que pueden, Paula. Mendigando... timando... prostituyéndose.
Al final, la magnitud de la situación en la que se hallaba su hermana pareció alcanzarla. Blanca como una sábana y temblorosa hasta la médula, aceptó la silla que le había ofrecido momentos antes.
-Oh, Delfina, Delfina-murmuró con voz desgarrada.
Pedro  estuvo a punto de ceder y de aceptar buscar a la muchacha.¡No! No pensaba hacerlo. No volvería a pasar por ese infierno. ¿En qué estaba pensando? Paula Chaves era veneno para él. Había estado a punto de destruirlo. No debía olvidar eso en ningún momento.
-Creo que hemos terminado -se puso de pie para acompañarla a la puerta.
-No. Me has hecho una oferta...
-Dije «sí» -le recordó-.Y se trata de un «si» enorme.
-Iré contigo -susurró-. Viviré en las calles.
Haré lo que sea necesario para encontrar a mi hermana.

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