martes, 2 de junio de 2015

Actitud Incorrecta: Capítulo 6

Paula tragó saliva. El senador Miguel Chaves , político respetado, había utilizado a su familia para lanzar su carrera, y en cuanto ésta había despegado... bueno, Delfina y ella habían, sido relegadas a la parte de atrás, para ser expuestas según lo necesitara, tal como había sucedido con su esposa, Alejandra.
Se preguntó si las cosas habrían sido diferentes si Delfina  y ella hubieran sido varones. Su padre siempre había lamentado la falta de un hijo que siguiera sus pasos... como si ella no hubiera podido hacerlo.
De hecho, había dedicado la vida a hacer cosas que el senador quería, con el fin de obtener su aprobación, del mismo modo que Delfina había dado problemas para llamar su atención.
Y aparte de mostrarse como una esposa modelo cuando la situación lo exigía, su madre siempre había seguido su propio camino, su propia vida, sin importarle en apariencia que su marido, el senador, la descuidara.
Se preguntó si después de resolver esa crisis tendría el valor de hacer lo mismo y alejarse de la influencia de su padre de una vez por todas.
-¿Quizá el buen senador no quiere que los focos brillen sobre él cuando el público puede ver algo negativo? -especuló Pedro.
Paula tuvo que reconocer que siempre había sido intuitivo. Pero hasta no tener la certeza de disponer de su lealtad, no pensaba reconocerle nada.
-Mi padre es muy cuidadoso con su reputación -se humedeció los labios-. No quiero un investigador privado, Pedro. Te quiero a tí -horrorizada por su falta de voluntad, se dio cuenta de que era verdad, y en el sentido más físico-. Y bien, ¿lo harás? ¿Por mí?
Pedro  contuvo una carcajada y notó la celeridad con la que Paula se ruborizaba.
Paula Chaves jamás lo había querido. Había jugado con él. Probablemente había sido la niña más rica del instituto y él el chico más pobre, sin ninguna duda. Pero en ese momento las reglas habían cambiado. Necesitaba algo de él y él no quería saber nada de ella. No pudo evitar preguntarse cómo la hacía sentir eso.
-¿De verdad pensaste que iba a funcionar? - preguntó.
-¿Funcionar?
-Venir a verme.
-¿Cómo va el negocio? -preguntó de repente.
Desconcertado por el súbito cambio de tema, dijo:
-¿Perdona?
Nadie parece tener una dirección tuya a excepción de ésta -miró alrededor del estudio y se detuvo en la cama arrugada-. Ningún apartamento, lo que puede sugerir que andas escaso de dinero - volvió a mirarlo y la expresión le reveló que creía volver a tener el control-. A mí no me falta el dinero, Pedro, como bien apuntaste antes. ¿Cuánto?
Pedro sintió un puño cerrarse en sus entrañas. Intentaba comprarlo con dinero... lo mismo que se había interpuesto entre ellos siendo adolescentes.
Nada había cambiado.
-No quiero tu dinero.
-Entonces, ¿qué quieres? ¿Trabajo? Puedo conseguírtelo.
-¿La siguiente campaña de tu padre? -quiso saber, conociendo la respuesta-. ¿Me garantizas que podré producir su publicidad? -ése sería un pago digno de saborear, pero sólo si se lo daba por escrito.
-No... no tengo control sobre papá. Pero dispongo de otros contactos y podría ver qué puedo hacer.
-No me interesa.
Lo único que le interesaba era ver hasta dónde estaba dispuesta a llegar para conseguir lo que buscaba. Posó la vista en los pechos plenos que el traje formal no podía ocultar. «Sólo sería un ejercicio intelectual, desde luego», pensó mientras se parapetaba contra la reacción instantánea que le producía.
-¿Qué otra cosa quieres? -preguntó ella-. Dilo.
La quería a ella. Ahí. En ese momento. «Diablos, en cualquier momento». Quizá de esa manera conseguiría quitársela de la cabeza.
Que le hubiera partido el corazón, que lo hubiera dejado vacío por dentro, no parecía importar. Lo había lanzado al peor año de su vida, un año de desesperación en el que había hecho cosas de las que no se sentía orgulloso para sobrevivir.
Paula lo desconocía, ¿y por qué iba a importarle a menos que probara un poco en persona?
Algo centelleó en su cabeza. Supo la forma de deshacerse de ella.
Esbozó una sonrisa irónica...

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