lunes, 8 de junio de 2015

Actitud Incorrecta: Capítulo 37

-¿No vas a desvestirte?
-Pensé que te lo dejaría a ti.
-¿Tendré que ponerte de pie para poder hacerlo?
-Me apiadaré de ti -se incorporó.
Paula no estuvo muy segura de eso. Cuando Pedro se detuvo directamente delante de ella, quiso golpearlo por confundirla de esa manera.
Y con igual intensidad, tuvo ganas de besarlo.
El pensamiento la dejó consternada. Un beso era algo muy personal. Demasiado emocional. No podía besarlo y luego seguir adelante.
Le sacó la camiseta de los vaqueros. Con los dedos le rozó los abdominales, duros como rocas, y vio que él contenía el aliento.
-¿Tienes mucha experiencia desvistiendo a hombres? -quiso saber él.
-La suficiente.
-Imagino que los otros llevarían trajes , corbatas Y camisas con botones pequeños que...
-¡Para! Por favor -le levantó la camiseta y él alzó los brazos. Aun así, tuvo que acercarse más para quitarle la maldita prenda-. ¿Tenemos que hablar? -se atragantó cuando los pechos le rozaron el torso ya desnudo-. ¿No podemos hacerlo y nada más?
Él titubeó sólo un momento antes de replicar:
-Supongo que realmente puedes.
No tenía ni idea de lo que podía significar eso. Por suerte, una de las velas se había apagado, de manera que no podía verlo muy bien. Hacerlo en la oscuridad la ayudaría a mantenerse desapasionada.
Pero desvestir a un hombre no se lo ponía fácil, sin importar lo rápida o clínica que tratara de ser. El sonido de la cremallera pareció reverberar por el edificio abandonado. Resultó especialmente complicado quitarle los calzoncillos, ya que el pene prácticamente saltó a su mano. Al mismo tiempo, oyó que él emitía un sonido profundo.
También ella contuvo el aliento al rodearlo con dedos trémulos. Él emitió otro sonido, pero era evidente que intentaba guardar silencio, contenerse de disfrutar demasiado.
Pero aceptó el desafío, deslizó la mano por toda la extensión de Pedro con agónica lentitud hasta que lo hizo gemir en voz alta. Su respuesta fue instantánea. Los pechos se le contrajeron, las puntas se le endurecieron y marcaron la tela que los contenía .Y con cada caricia, la sensación se extendió y ahondó hasta que tuvo su propio núcleo en llamas.
Como si lo supiera, como si pudiera oler su calor, Pedro gimió y alargó las manos hacia ella. Le desabrochó los vaqueros, metió la mano dentro y la probó a través de las braguitas, que no tardaron en mojarse bajo los dedos.
-Estás preparada -susurró, bajándole los vaqueros hasta los tobillos.
Pensó que podría tomarla allí mismo, pero se agachó y le quitó los zapatos y los calcetines, luego la liberó de los vaqueros, sin dejar de acariciarle las pantorrillas y las piernas, hasta que cedieron y cayó a su lado.
Se arrodilló en la sábana y se quitó la camiseta. Él estaba tumbado boca arriba, con una rodilla ligeramente levantada. Apenas podía verlo, pero los destellos de la vela le mostraban suficiente cuerpo masculino como para no poder evitar estar excitada...

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