Ella dejó de comer y lo miro.
-¿Quieres decir si soy como mi padre? Sí, en algunos sentidos, lo soy.
-No hacía falta que me dijeras eso. Ya lo había descubierto.
-No me refería a eso, Pedro.
-¿A qué?
-Al modo en que rompí contigo. Te refieres a eso, ¿no?
-¿Piensas que es lo único que tengo en la cabeza?
Ella frunció el ceño.
-Bueno, teniendo en cuenta las circunstancias... quizá.
-¿Qué circunstancias?
-Que vamos a... mmm... que voy a... bueno, el trato que hicimos y todo eso.
«Olvida el maldito trato. Sé honesta conmigo. Eso lo único que busco de ti», pensó él.
¿Quién era el mentiroso en ese momento? Por supuesto que quería más, no sólo las cartas que había recibido. Pero al final no llegaría hasta el final del trato, no la usaría, aunque ella lo hubiera utilizado en una ocasión.
-De acuerdo -aceptó al final-. Reconozco que he pensado algo en la última vez que nos vimos.
Paula permaneció muy quieta. Cuando habló, lo hizo en un murmullo.
-Lamento haber sido tan cruel.
Pedro quedó sorprendido. Lo último que había esperado era una disculpa.
Recordó aquella noche desesperada en que había ido a buscarla para decirle que estaría un tiempo sin verlo. La había encontrado con sus amigas y al intentar ir a un aparte con ella, se había reído de él, le había dicho que había sido un experimento y que ya se había aburrido. No sólo lo había echado, sino que le había clavado una estaca en el corazón.
-¿Por qué, Paula? -No importa. -¡Claro que importa!
-He dicho que me equivoqué. ¿No te basta eso?
¿Bastarle? -¡No!
-Te hice un favor -repuso, incapaz de mirarlo-. No teníamos ningún futuro juntos y yo lo sabía. Diablos, tú lo sabías. Tenía dieciséis años, era demasiado joven para una relación seria Y tú ibas retrasado en el instituto.
-Lo que tu padre odiaba
-Chaves lo había considerado inútil sin conocer las circunstancias-. Estoy seguro de que cada vez que le surgía la ocasión.
-Sí, mi padre odiaba que fueras retrasado un año, igual que odiaba cada vez que desaparecías.
No puedes culparlo por no querer que su hija estuviera con un chico al que no consideraba estable.
-¿Eso sentías tú?
Apartó la vista.
-Estabas listo para graduarte -continuó Paula- y hablabas de no ir a la universidad...
-¡La universidad no lo es todo en la vida! Además, hace falta dinero para ir a la universidad.
-Pues al final fuiste, ¿no?
-Con el tiempo -respondió después de estudiar su perfil perfecto.
Alguien con todos los privilegios en la vida no tenía ni idea de lo que mentalmente había necesitado para estudiar. Ésa había sido la parte más difícil... creer lo suficiente en sí mismo como para recibir una educación.
-Pero por aquel entonces, te habrías quedado por mí -musitó ella.
-¡Te amaba! -exclamó...
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