lunes, 8 de junio de 2015

Actitud Incorrecta: Capítulo 34

Físicamente, sí, estaba preparada. Pero en lo más hondo de su ser, desconocía si alguna vez estaría preparada para la situación en la que se había metido.
Los ojos de Pedro se habían adaptado lo suficiente como para poder ver los movimientos espasmódicos de Paula mientras luchaba con los bordes de la sábana. Tuvo ganas de decirle que no se preocupara, que él la había dejado allí antes, cuando Manuel le dio la llave del edificio, ya que era propiedad del amor de Lucía. Pero no quería que supiera que había preparado las cosas para facilitarle la vida en las calles. Quería que aprendiera de la experiencia. Quería que supiera lo que él había sentido al estar en la calle, sin nada ni nadie a quien poder recurrir.
Quería que hiciera algo al respecto.
Pero al ver lo tensa que estaba, no pudo soportarlo.
-Vamos, siéntate. Come. Te sentirás mejor con el estómago lleno.
-Probablemente me produzca acidez.
-Siempre viendo el lado bueno de las cosas.
-Esta situación no tiene ninguno -afirmó ella.
-Cambiarás de parecer cuando encontremos a Delfina.
-¿La encontraremos?
-Si hubieras pensado que iba a ser fácil, no harías recurrido a mí -había pensado mucho en el tema, y tuvo que preguntarlo-. ¿Por qué recurriste a mí, Paula?
-Ya lo sabes.
-En realidad, no, no lo sé.
Y ella no parecía inclinada a esclarecérselo. La luz de las velas titilaba y proyectaba haces plateados sobre su cabello. Casi parecía... inocente Y desdichada. Le extendió un taco envuelto en papel.
-Toma, come.
A regañadientes, lo aceptó y le quitó el envoltorio. Luego dio un mordisco tentativo.
-Mmm, sabe bien.
Pedro sonrió. Paula se lamía los labios como si fuera lo más rico que hubiera probado jamás Cuando tienes hambre después de días de no haber comido nada, cualquier cosa te sabe a manjar.
Con la boca llena con el resto del taco, ella farfulló:
-Menos mal que nosotros no sabemos lo que es eso, ¿verdad?
Pedro evitó responder. Le entregó otro taco, que Paula atacó con tantas ganas como el primero. La observó, hipnotizado por el modo en que mordía la comida, el brillo de sus labios y cómo sacaba la lengua para limpiarse la grasa de la comisura de la boca.
De pronto, preguntó:
_-¿Qué es lo que quieres de la vida, Paula?
-¿Qué? -tragó el trozo que masticaba- ¿Estás de humor para una pregunta clase filosófica?
-Sólo me preguntaba en que había te has convertido, la clase de persona que había sido en todo momento. Porque la verdad era que no la conocía en absoluto.

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