Un escalofrío de miedo bajó por la espalda de Paula al oír el tono lúgubre de Pedro. No tenía miedo por sí misma, sino por Delfina, y todos esos chicos que intentaban cuidar de sí mismos y se veían abocados hacia el lado oscuro para lograrlo.
De algún modo, Pedro creía que podía ayudar, y algo en ella respondió a esa fe. Su padre rara vez le reconocía cosas, y sólo lo hacía cuando se aplicaba a lo que le beneficiaba.
Pero ¿qué podía hacer para marcar una diferencia?
Se dirigieron hacia las luces brillantes de las seis esquinas donde Pedro hacía negocios y vivía. En ese momento la zona se hallaba atestada de gente que entraba y salía de restaurantes y tiendas. Los turistas se mezclaban con la gente sucia.
Continuaron en dirección sudeste. A poco más de una manzana llegaron a un negocio llamado EyeCandy, una mezcla de local de tatuajes y piercings y boutique de gafas y bisutería. También exhibía una barra donde servían zumos.
Pedro apoyó una mano en la espalda de ella y la guió a la entrada. Paula sintió que se le aflojaban las rodillas al tenerlo tan cerca que casi podía sentir su calor corporal.
Se acomodaron ante la barra y notó que Pedro y ella eran los más mayores, incluidos los empleados del local.
Miró alrededor y se preguntó si eran chicos con hogares, como la joven que se estaba haciendo tatuar una mariposa en el hombro o el chico que se hacía atravesar la lengua. Apartó la vista.
¡Todos eran tan jóvenes! De hecho, más que Delfina. No podían estar solos. En ese momento, Pedro le entregó un vaso.
-Por la buena salud -brindó.
-¿Qué es?
-Bébelo. Es bueno para tí. Necesitarás la energía.
Paula observó con suspicacia el líquido espeso de color indeterminado.
-¿Tengo que beberlo?
Pedro la miró en silencio y se bebió su zumo. Con una mueca, pero decidida a que no le ganara, lo imitó.
-Argghh. Esto es seguro, ¿no?
Pedro enarcó las cejas.
-Dime si sientes algún efecto secundario luego añadió-: Es hierba de trigo. Te prometo que sólo te hará bien.
La sorprendió descubrir que Pedro tomaba productos sanos, algo que ella nunca había hecho.
Aunque por el aspecto de su torso y brazos, era evidente que creía que su cuerpo era su templo. No pudo evitar preguntarse cómo serían las regiones bajas, una vez que Pedro ya era un hombre plenamente desarrollado.
Cuando Pedro le quitó el vaso y sus dedos se rozaron, le echó la culpa a la hierba de trigo por el fuego que sintió en las entrañas. Lo vió dejarlo sobre el mostrador.
-¿Y ahora qué? -preguntó ella.
Buenos caps, aunque me gustaría q ya pase algo más.
ResponderEliminarbuenos capítulos! Espero que encuentren pronto a Delfina!
ResponderEliminarEs medio lenteja pedrin o me parece a mi !! Jajajajqjqjq
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