— ¿Por qué estás tan enfadado? ¿No te das cuenta de que es lo mejor que podía pasar?
— ¿Lo mejor? ¿Lo mejor para quién?
—Para tí, por supuesto. Ahora eres libre.
— ¿Libre? Pau, ¿de qué estás hablando?
—Eres libre para empezar una nueva vida.
Pedro no respondió inmediatamente. Se acercó hacia la ventana y miró al exterior. Cuando habló, lo hizo sin darse la vuelta.
—Ya veo. Eres muy generosa. ¿Y qué ocurrirá contigo?
— ¿Conmigo?
Se dió la vuelta, pero la distancia y la oscuridad hacían que Pau no pudiera ver su expresión.
— ¿Qué vas a hacer tú con tu vida?
—Ya pensaré en algo. Pero eso no es importante. Sólo quiero que sepas que eres libre y que no tendrás que volver a arrepentirte de nada.
— ¿Tú crees que no tendré que arrepentirme de nada ahora que soy... libre? —preguntó suavemente.
Pau suspiró, sintiéndose muy, muy cansada.
—Sé que no, así que ya ves, ha sido lo mejor que podía pasar.
— ¿Crees que no te quiero, Pau?
—Sé que no quieres quererme. Te arrepientes de ello.
Hubo un silencio que duró hasta que fue roto por Pedro.
— ¿Por eso saliste corriendo? ¿Porque crees que me arrepiento de todo, incluido el niño? —su voz sonaba como si le costara trabajo hablar.
—Eres un hombre de palabra, Pedro, y era un lazo que no podías romper —dijo simplemente porque era así de simple para ella.
—Pau, creo que no me he portado de forma muy honorable.
—No importa. Ya no importa nada, ¿verdad? Estoy cansada. De verdad, vete a dormir, Pedro. Tienes que ir mañana al despacho, ¿o era hoy? Bueno, tienes que dormir de todas maneras. No querrás decepcionar a nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario