La había atrapado.
Ése fue el primer pensamiento que cruzó por su cabeza al asimilar la aceptación demasiado fácil de Paula.
Parecía demasiado segura, controlada. Probablemente suponía que encontraría a Delfina de inmediato y que no tendría que cumplir con su parte del trato.
-No te creo -afirmó, cruzando los brazos.
-¿No crees qué? -inquirió-. ¿Que mi hermana me importa lo suficiente como para hacer lo que sea necesario para encontrarla? ¿O cuestionas mi ética? -se alejó de él e inspeccionó la cámara-Jóvenes que se fugan de casa... ¿por qué elegiste ese tema para tu documental?
-Creo que es un problema creciente en muchas familias disfuncionales.
-¿Y crees que tú podrás encontrar una solución?
-No es mi trabajo.
-Entonces, ¿cuál es tu trabajo?
-Enfocar mi lente sobre un aspecto específico de la sociedad y hacer que la gente piense en ello. -Quieres que tu público piense en los jóvenes que se marchan de casa. ¿Y luego qué?
-En el mejor escenario posible, hacer algo. -¿Como qué?
-Como ayudar a un chico en la calle -respondió-. O, mejor aún, aprender a reconocer las señales de advertencia y hacer lo que sea necesario para evitar que un chico se vaya antes de que suceda.
Lo miró con ojos centelleantes.
-¿Me estás diciendo que debería haber sabido que Delfina iba a irse?
-No he dicho eso -se encogió de hombros. -No sé cómo alguien puede decir con certeza lo que pasa por la mente de otra persona.
-Todo depende del enfoque.
-¿Cómo lo enfocas tú? Quiero decir, ¿cómo obtienes información de las personas?
-Me acerco a ellas sin prejuicios -repuso-.
Simplemente apunto la cámara hacia los chicos y ellos hablan.
-¿Así de fácil? ¿Enfocas con una cámara y ellos te cuentan sus historias?
-Bueno, no siempre, pero ha habido momentos. ¿Quieres que te lo muestre?
-Claro, me gustaría ver parte de lo que has grabado.
-Pensaba más en términos de una demostración en vivo -indicó. La tomó del brazo y la guió hacia la cámara y el taburete que había colocado delante-. Siéntate.
-¿Y qué?
-Habla.
-¿Yo? ¿De qué?
En vez de responder directamente, le indicó que debería sentarse. Reacia sólo por un momento, lo hizo. Él encendió la cámara y miró por el visor. Centró un primer plano de sus facciones. De sus labios. Plenos, sensuales, tentadores.
Recordó su sabor, la sensación que le producían en la lengua.
Con las entrañas tensas, buscó una toma de media distancia, de cintura para arriba; apretó el botón de grabar y retrocedió para que, al mirarlo a través de los focos que brillaban sobre ella, no pudiera verlo con claridad en la zona ensombrecida que había detrás de la cámara.
-¿Cuál es el objetivo de este juego? -preguntó ella, recuperado el control en apariencia.
-Háblame de tí.
Parpadeó.
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