Paula Chaves. Sólo ver ese nombre le alegraba el día.
Pedro Alfonso había establecido su residencia en el Andy's Cybercafé, un establecimiento de moda pintado de un amarillo pálido y amueblado con sofás y sillas confortables. Estaba sentado cerca de la chimenea, ante uno -de los ordenadores alineados contra la pared, para su dosis de Internet junto con el café de la mañana. Su disco duro se había averiado hacía un par de meses, y aún no lo había cambiado porque siempre encontraba un uso mejor para el dinero.
Andy lo había interrumpido cuando leía una invitación a una fiesta de póquer que le había enviado por correo electrónico uno de sus viejos colegas de la cadena de televisión donde había trabajado como cámara hasta el otoño anterior. Tocó la tarjeta que Andy le había entregado... la tarjeta de Paula, y admiró la textura del papel y la elegancia del diseño antes de tirarla a la papelera más cercana.- ¿Qué? ¿De verdad no vas a ponerte en contacto con ella? -quiso saber Andy Puente, un bombón rubio, propietaria del cibercafé.
-No.
Ella entrecerró los ojos verdes.
-¿No sientes curiosidad por saber qué quiere?
Pedro pensó en ello unos momentos y mintió:
-No.
-Pero debe de ser importante... ha llamado todos los días que has estado fuera.
Esa última vez se había ausentado más de una semana, lo que demostraba que Paula era persistente, además de elegante, inteligente y una mujerzuela.
-No me interesa lo que pueda tener en la cabeza una pobre niña rica -indicó.
-¡Pues a mí sí!
-Eso es porque quieres dirigir la vida de todo el mundo.
-Al menos yo tengo una. No desaparezco de la vida de mis amigos durante días o incluso semanas -afirmó irritada-. ¿Dónde estabas cuando Lucía nos necesitó?
Pensando en los problemas de su amiga, qué habían aumentado durante su ausencia, Pedro se ruborizó con culpabilidad.
-No pude evitarlo. Lucía ya está bien. Mejor que bien. Ha encontrado al hombre idóneo para ella. ¿O no estás de acuerdo?
Manuel Rodríguez, propietario de la Inmobiliaria Cornerstone y del edificio comercial en el que los tres tenían sus negocios. Andy había mostrado suspicacia hacia su arrendador desde el principio, cuando había invitado a Lucía vestido de cuero y conduciendo una Harley, un cambio radical de su personaje de hombre de negocios. Pero Pedro había sabido en todo momento cuáles eran las intenciones de Manuel; de hecho, le había dado unos consejos al respecto, y en ese momento se sentía contento de no tener que lamentarlo.
-Manuel al final terminó siendo Superman -reconoció Andy-. Me equivoqué.
-Es un buen comienzo... Me refiero a que lo reconozcas.
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