–Paula, antes de conocerte mi vida era gris, monótona y estaba vacía.
–Tienes un gran trabajo y eres bueno en él. Te has acostado con muchas mujeres. ¿Eso puede ser aburrido?
–Mi carrera profesional solo me asegura que puedo vivir bien. No tiene nada que ver con una pasión o un deseo. Y las mujeres... –se pasó la mano por el rostro–. Ninguna de ellas me robó el corazón. Cuando te conocí supe que guardabas un secreto. Supe que tu vida nunca sería gris, ni estaría vacía. Me pregunté por qué no podía ser feliz si se suponía que lo tenía todo. Así que me dediqué a observarte, a conocerte, para poder descubrir cómo habías aprendido a disfrutar de la vida y por qué veías todo con más alegría que yo.
–¿Y encontraste la respuesta?
–Sí. El secreto está en saber amar –dijo él–. Tú no tienes miedo de amar. Te interesas por muchas cosas diferentes y eso te aporta vitalidad, entusiasmo y alegría. Entonces, me percaté de que me había pasado la vida tratando de no interesarme por nada ni nadie porque no sabía cuándo me decepcionarían.
Paula le acarició la mejilla.
–Oh, Pedro –susurró.
–No quiero seguir viviendo así, Paula. Desde que te conozco no he tenido ni un momento de aburrimiento. Quizá muchos momentos de frustración, pero ninguno de aburrimiento. Haces que mi vida sea mucho más alegre, mucho mejor. Te quiero. Nunca imaginé que fuera capaz de querer tanto a alguien. Por favor, Paula, ¿Te casarás conmigo? ¿Construirás tu vida a mi lado? ¿Serás mía para siempre?
Paula se quedó sin habla unos instantes.
–Pedro, si me marchara ahora de tu lado, ¿Qué harías?
Paula necesitaba saber la respuesta pero sospechaba que también era muy importante para él.
–No te culparía por ello. Te he tratado muy mal. ¡Pero no haré lo que hizo mi padre! no me derrumbaré. Él pensaba que solo podía encontrar el sentido de la vida en sus relaciones con mujeres. Tú me has demostrado que eso no es cierto. Seguiré esforzándome. Haré nuevas amistades. Buscaré aficiones y me dedicaré a ellas – tragó saliva–. ¿Vas a marcharte, Paula?
–¿Estás seguro de que sabes dónde te estás metiendo? Quiero un perro.
–Tendremos dos.
–Quiero una casa en las afueras.
–Una grande, para que podamos llenarla de niños. Y no muy lejos de donde vive Miguel para que pueda venir a vernos cuando quiera.
–No quiero un esposo que se pase dos o tres meses lejos de casa.
–No voy a separarme de tí ni dos o tres días, así que mucho menos dos o tres meses –negó con la cabeza–. Vamos a montar el restaurante de tus sueños. Tú y yo. Preparas los mejores platos que he comido en mi vida, pero no eras capaz de diseñar un plan de negocios, así que te gastarías el presupuesto. Ahí es donde me necesitas. Yo me ocuparé de que no te excedas en el presupuesto. Además, podré ayudarte cuando me necesites. Y alguien tendrá que cuidar de los niños cuando estés ocupada.
Ella le sujetó el rostro y lo miró.
–Pedro, quiero que seas feliz. No tienes por qué querer todo eso. Te aceptaré tal y como seas. Podemos comprometernos y...
–No quiero comprometerme, Paula. Esas son las cosas que quiero. Esa es la vida que quiero. Contigo.
–Pedro –susurró ella–. Más que nada, te quiero a tí. Sí, me encantaría casarme contigo. Nada me haría más feliz.
Él sonrió.
–¡Has dicho que sí! ¡Has dicho que sí! –exclamó.
Paula comenzó a reírse a carcajadas.
–Se supone que es ahora cuando deberías besarme.
Pedro la rodeó por la cintura y la estrechó contra su cuerpo. Con la mano libre, la sujetó por la barbilla.
–Todo lo que desees –murmuró él contra sus labios, antes de capturárselos para besarla de forma apasionada.
Paula deseó que aquel beso no terminara nunca.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario