miércoles, 18 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 44

Ella tuvo que darse la vuelta y concentrarse en los hogares por los que pasaban, en las luces de Navidad que brillaban bajo la luz de la luna. No era una mala manera de pasar la noche, incluso con los villancicos, estaba rodeada de la familia a la que quería, de un paisaje precioso y de la serenidad de una noche invernal. Se alegraba de haber ido. Después de eso, las chicas comenzaron a cantar Silent Night. Ella se dedicó a tararear suavemente mientras que Sofía mezclaba las palabras, pero hacía lo posible por seguir el ritmo. En mitad de la canción, Pedro volvió a inclinarse hacia ella.

—¿Por qué no cantas? —le preguntó en un tono que le provocó escalofríos.

Ella se encogió de hombros, incapaz de responder. No estaba segura de poder contárselo, y menos en un carro rodeada de su familia y de las amigas de Abril.

—En serio —insistió Pedro, y se apartó un poco cuando la canción terminó y pudieron conversar más fácilmente—. ¿Tienes alguna objeción religiosa o ideológica a las canciones navideñas que yo deba saber?

—No. Es solo que… yo no canto.

—No le hagas caso —dijo Iván. Debía de haber hablado más alto de lo que pretendía si su hermano había podido oírla—. Paula tiene una voz preciosa. En la escuela y en el coro de la iglesia solía cantar solos. En una ocasión incluso cantó ella sola el himno nacional en un partido de fútbol del instituto.

Dios. Ella apenas se acordaba. ¿Cómo podía recordarlo Iván? Cuando ella estaba en el instituto, él era bombero forestal y viajaba por el oeste con su escuadrón, aunque ahora recordaba que, en esa ocasión, había ido a visitar a Laura y había aprovechado para ir a oírla cantar en el partido de fútbol. De pronto recordó lo nerviosa que se había puesto al agarrar el micrófono y ver a toda la multitud allí reunida. A pesar de sus horas ensayando con su profesor de canto y con el director del coro, el pánico se había apoderado de ella y se había olvidado por completo de las primeras palabras; hasta que había mirado hacia las gradas y había visto a sus padres y a Iván con Laura. Entonces la calma había invadido su cuerpo, había borrado el pánico y le había permitido cantar perfectamente. Algunos meses más tarde, sus padres habían muerto por su culpa y todas las canciones en su interior habían muerto con ellos.

—Ya no canto —respondió con la esperanza de no tener que dar más explicaciones.

Pedro se quedó mirándola. El carro dió un bote debido a un surco del camino y sus hombros se chocaron. Ella podría haberse apartado lo suficiente para no tocarse, pero no lo hizo. En su lugar, apoyó la mejilla en el pelo de Sofía y se entretuvo tarareando O Little Town of Bethlehem, contemplando las pocas estrellas que se veían a través de la luna mientras esperaba a que terminara el paseo.

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