viernes, 6 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 20

—No lo harás mientras sigas encerrada aquí. No debería haberte dejado volver a casa después de tu primer año de universidad. Debería haberte obligado a seguir. Créeme, me he arrepentido mucho, más de lo que imaginas. La verdad es que, después de que Melina se fuera, necesitaba que me ayudaras con Abril. Estaba perdido, intentando llevar el rancho y cuidar de ella al mismo tiempo. La verdad es que elegí el camino fácil en vez del correcto.

—No elegiste nada. Fui yo. Yo quería volver a casa. Lo habría dejado igual aunque no me hubieras necesitado.

—No si yo no te hubiera facilitado tanto las cosas.

Paula no sabía si sus hermanos la culpaban por los asesinatos de sus padres. Ella siempre había tenido miedo de preguntar y ellos nunca habían hablado del tema. ¿Cómo podrían no culparla en cierto modo? Ni sus padres ni ella deberían haber estado en casa aquella noche. Esa era la razón por la que un simple robo había acabado siendo un doble asesinato cuando su padre había intentado detener a los ladrones. Habría muerto con ellos si su madre no la hubiera empujado hacia la despensa y le hubiera ordenado que se escondiera. A veces sentía que llevaba desde entonces escondida allí.

—Tú deberías ser la nueva veterinaria del pueblo, y no un recién llegado de la costa oeste —continuó Federico—. He estado dándole vueltas desde que apareció Alfonso. Siempre quisiste ser veterinaria. Sé que el doctor Harris esperaba que tú siguieras sus pasos. No puedo evitar pensar que, si las cosas hubieran sido diferentes, tú podrías haberte hecho cargo de su clínica.

Esa era la razón de su inquietud. Pedro Alfonso estaba viviendo su sueño. Resultaba difícil de admitir, sobre todo porque sabía que no tenía derecho a estar triste.

—Tomé mis decisiones, Fede. No me arrepiento. Ni por un momento.

—Necesitas una vida propia. Un hogar, una familia. Nunca tienes citas.

—Puede que me vaya con el nuevo veterinario. Entonces, ¿Qué harás tú?

En cuanto dijo aquello, deseó haber mantenido la boca cerrada. Otra vez. ¿Qué se le había metido en la cabeza para decir algo así? Ridge arqueó una ceja y se quedó mirándola fijamente.

—Yo me alegraría por ti siempre que sea un buen hombre y te trate bien — respondió su hermano. Antes de que pudiera responder a eso, Abril bajó por las escaleras del granero.

—¡Ya están aquí! Acabo de ver dos coches acercándose.

—Genial —murmuró Paula intentando sonar contenta.

—¿Crees que traerán a Luca?

—Supongo que ahora lo averiguaremos.

Salieron los tres del establo y vieron como ambos vehículos se acercaban. Ninguno de los coches tomó la bifurcación que conducía hacia la casa del capataz. En su lugar, se dirigieron hacia la casa principal y estacionaron en la entrada. Pedro salió del coche mientras Federico, Abril y ella se acercaban. El estómago volvió a darle un vuelco. En las últimas horas se había olvidado de lo guapo que era. Pensó en lo que acababa de decirle a su hermano. «Puede que me vaya con el nuevo veterinario. Entonces, ¿Qué harás tú?». La verdadera pregunta era dónde estaría ella. Podía imaginarse a sí misma quedando como una idiota con aquel hombre, y debía asegurarse de que eso no sucediera, sobre todo porque no podía encontrar la manera de esquivarlo, teniendo en cuenta que ella se dedicaba a entrenar perros y él era el único veterinario del pueblo.

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