—Estoy segura —respondió.
—En ese caso, conozco el lugar perfecto.
—Este sitio es encantador.
—Y la comida es magnífica.
Paula miró a su alrededor. Estaban sentados a una mesa del pequeño local, lleno de gente. Era un clásico bar estadounidense con suelos arlequinados y mesas y sillones de plástico.
—Estoy hambrienta —confesó ella.—Yo también.
Pedro tomó los dos menús, que estaban junto al servilletero y le dió uno a Paula.
—Gracias.En ese momento se acercó una camarera y preguntó:
—¿Quieren café?
—Sí, por favor —respondió Paula.
—Hola, Pedro... —dijo la mujer.
—Hola, Mariela. ¿Qué tal te va?
—Muy bien —respondió, mirando a Paula con curiosidad—. ¿Habías estado antes aquí?
—No, ella no había estado antes —explicó él—. Es una amiga de California.
—Encantada de conocerte. Me llamo Paula.
Pedro intervino porque temía que la reconociera.
—Hacía tiempo que no te veía, Mariela.
La camarera se encogió de hombros.
—He estado ocupada. La semana pasada tuve una entrevista en la agencia de modelos —explicó.
—No sabía que querías ser modelo.
—Siempre lo he deseado, desde niña.
Paula se preguntó si alguna vez había sido tan inocente y joven como Mariela. Ya no lo recordaba.
—No es una vida fácil —comentó ella—. ¿Estás en la universidad?
—No, no quiero perder el tiempo.
—Aprender nunca es perder el tiempo —comentó Pedro.
—Pero yo no puedo permitirme ese lujo. Tengo que aprovechar ahora, que soy joven, porque ser modelo es un trabajo muy exigente —dijo Mariela, mientras miraba a Paula—. Me resultas familiar. ¿Estás segura de que no nos habíamos visto antes?
Pedro volvió a interrumpirla.
—Bien, yo ya sé lo que quiero desayunar. ¿Y tú?
—Sí, yo también —dijo Paula, agradecida por el cambio de conversación.
—¿Quién cocina hoy? ¿Diego o Sergio? —preguntó él.
—Diego.
—Entonces dame un número cinco. Y algo de fruta.
—Muy bien, tortilla vegetariana... —dijo, mientras tomaba nota—. ¿Y tú?
—Tomaré lo mismo.
—De acuerdo, enseguida vengo.
Cuando la chica se marchó, Pedro preguntó:
—¿Estás bien?
—Sí. Por cierto, me ha extrañado que pidieras un plato vegetariano...
—Hay que comer de todo de vez en cuando. ¿Qué creías, que sólo como carne cruda? Pues para tu información, hasta me gustan las verduras.
La camarera regresó unos minutos después y los dos comieron en silencio. Cuando terminaron, él dijo.
—No puedo creer que te lo hayas comido todo...
—Ni yo. Pero estaba realmente hambrienta, ¿Sabes?
—Unos kilos más no te vendrían mal.
—No deberías decirle esas cosas a una modelo. Especialmente a esta modelo en particular —espetó, bromeando.
Por desgracia, Mariela se acercaba en ese momento para darles la cuenta y oyó a Paula.
—Claro, ya sabía que te conocía de algo... ¿No solías ser Paula Chaves?
—Sigue siéndolo —dijo Pedro.
—Oh, lo siento, no pretendía insinuar nada... Es que me ha sorprendido mucho. Paula Chaves es un mito en este trabajo; todo el mundo hablaba sobre tí... Pero ¿Qué pasó? De repente desapareciste.
—Eso no es asunto de nadie salvo de ella —intervino Pedro—. En fin, te agradecería que me dieras la cuenta.
—Disculpenme, no pretendía molestar.
Pedro pagó la cuenta y se marcharon rápidamente.
—¿Te encuentras bien? —preguntó él, mientras se dirigían a su coche.
A ella no la había molestado que la reconocieran. Bien al contrario, le había gustado. Pero le había agradado aún más que Pedro saliera en su defensa.
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