—No quiero morir sola —susurró—. No quiero que me odien. Quiero que me quieran.
—Lo sé —Paula la abrazó—. La mejor forma de recibir amor es ser amable.
Gloria no replicó, se puso tiesa, se recostó contra las almohadas y se enjugó las lágrimas.
—Según tú, no debo temer que se aprovechen de mí. No duraré tanto como para preocuparme.
—No es exactamente lo que quería decir, pero si a tí te sirve, adelante.
—¿De verdad crees que puedo cambiar?
—Sólo si quieres que tu vida sea distinta. Depende exclusivamente de tí. Tienes la capacidad de hacer lo que quieras. ¿Te importa realmente esto? ¿Quieres que tus nietos te quieran y te echen en falta cuando hayas muerto?
—Sí —contestó con un susurro.
Una hora más tarde, Gloria estaba dormida y Paula fue a la sala para rehacerse. Se sentía como si un tren le hubiera pasado por encima. ¿Había hecho lo correcto al presionar a Gloria? ¿Ese choque emocional tendría repercusiones en su recuperación? Si Gloria conseguía cambiar lo suficiente para reconciliarse con su familia, habría compensado. Paula miró por la enorme ventana. Hacía un día muy nítido y el cielo era de un azul que sólo se veía después de semanas lloviendo. Quizá también hubiera hablado para sí misma, pensó sin estar muy segura de querer saber la verdad pero sin poder eludirla. Quizá tuviera que ser un poco menos insoportable con su familia. No era insoportable con Delfina, pero siempre había una ambivalencia de fondo; por no decir nada de todos los contenciosos que tenía con su madre. Quizá debiera…
—Vaya, estás aquí —Pedro entró en la habitación—. He estado buscándote. Tenemos que hablar.
Ella se dió la vuelta lentamente y lo miró. Seguía siendo uno de los hombres más guapos que había visto. No era perfecto, pero sí atractivo en muchos sentidos. Quiso recostarse en su cuerpo y sentir su calor. Quiso que la abrazara, que la tocara. Quiso entregarse a él con un abandono que la dejó sin aliento. A la estela del deseo llegó la rabia; consigo misma por ser tan débil y con él por provocarla. Era muy fácil reprochárselo, sobre todo, después de enterarse de lo que se había enterado hacía poco.
—No sé qué hacer —dijo él mientras se acercaba, mirándola a los ojos—. Tienes que ayudarme. Estoy completamente destrozado. ¿Te acuerdas de los niños que se quedaron sin billete de vuelta? —Pedro no esperó la respuesta—. Llamé a su entrenador. Quise hacerlo bien. Germán mandó un cheque y creí que todo estaba arreglado. Y resulta que el canalla sólo les mandó mil dólares. A una familia le embargaron el coche por mi culpa y mi representante sólo mandó mil dólares —Pedro se pasó la mano por el pelo y se acercó vacilantemente a la ventana—. ¿Como pudo pasar? ¿Por qué se complicaron tanto las cosas? ¿Sabes lo que me dijo el entrenador? Le ofrecí mandarlos a Disney World para compensarlo y él me despreció, me dijo que no podían permitirse mi caridad —la miró sinceramente desconcertado—. Soy yo…
Algo crujió en el interior de Paula. Pudo oírlo.
—Eres exactamente igual que tu abuela —dijo ella en voz baja para no despertar a Gloria—. Eres un egocéntrico absoluto. Creía que había una persona dentro de tí, y ahora me siento como una estúpida. Creía que tenías una pizca de dignidad, pero no la tienes. Sólo eres un majadero ávido de sexo. Ocupas un espacio que debería ser de alguien que mereciera la pena —Paula apretó los puños con ganas de golpearlo para que espabilara—. Empieza a ser responsable. No dejas de culpar a tu representante, pero, en definitiva, tú eres el responsable. Da la cara, haz lo que tienes que hacer. No es tan difícil. Entiendo…, tendrías que dejar de ser el centro del universo y eso sería horrible.
—¿Qué mosca te ha picado? —preguntó él sin dejar de mirarla.
—Claro, soy yo, ¿no? Soy una histérica. A lo mejor tengo el período… Sería una buena excusa. Sin embargo, voy a decírtelo: despide a tu representante. Hace que parezcas un necio. Aunque eso ya lo haces tú solo perfectamente, no hace falta que pagues a nadie para que te ayude. Eres un jugador de béisbol muy admirado. Bien, eso conlleva responsabilidades. Deja de defraudar a niños pequeños. Madura.
—¿Por qué estás tan furiosa conmigo?
—Porque podrías ser muchas cosas y no lo intentas siquiera. No soporto que se desperdicien las posibilidades.
Él siguió mirándola con perplejidad, como si supiera que eso no podía generar tanta contundencia.
—¿Cuál es el verdadero problema?
—¿No te parece bastante verdadero? Observa tu vida. En Internet hay fotos tuyas acostándote con una mujer. Los periodistas te persiguen para hablar de lo inepto que eres en la cama. Se burlan de tí en la CNN. ¿Captas algo en común? Ni siquiera puedes contratar unas enfermeras para tu abuela sin acostarte con ellas. Te acostaste con Sandy y Kristie en las entrevistas. Eso no se hace. Es una vulgaridad, no está bien. Sinceramente, no me extraña haber leído que eres una nulidad en la cama. No serlo significaría que piensas en alguien más aparte de tí.
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