lunes, 18 de marzo de 2024

El Elegido: Capítulo 79

 -Me parece que sí. Al menos podías haber elegido a alguien como Daniel Riley con el que pavonearte ante mí. Sentir envidia de un hombre como Diego Gordon ha sido un golpe para mi ego.


-Por favor, no me lo recuerdes. Tampoco ha sido una de mis mejores planes -dijo Paula hundiendo la cara entre las manos.


-Al contrario que el de decidirte a buscar marido sólo porque un idiota te trató mal en la calle.


-¿Cómo lo has sabido? ¡Pablo! ¿Te lo dijo él? ¿O fue Macarena? Sabía que no podría estar callada. ¿Lara? Esa chica no sabe tener la boca cerrada.


-¿Qué importa ahora? Caí bajo tu hechizo mucho antes de averiguar esa jugosa información -dijo Pedro sonriendo y Paula le dió un golpe cariñoso en el brazo. Entonces él le tomó la mano y se la llevó a los labios. -Lo cierto es que cuando te ví con aquellas ridículas botas de goma amarillas el día de las carreras me hiciste tuyo, Paula Chaves.


-¿El día de las carreras? -preguntó ella mirando cómo Pedro le seguía depositando suaves besos en la mano.


Paula pensó entonces en todo el tiempo que había pasado. La había amado desde mucho antes de que ella le contara los detalles sobre su niñez. Se había mostrado protector con ella porque la amaba, no porque sintiera lástima de ella. Era maravilloso. Sin más, se levantó y se sentó en el regazo de él y empezó a darle besos en el cuello, la barbilla y todo el rostro hasta llegar a su boca expectante. Nunca lo dejaría escapar.


-¿Qué puedes decir en tu defensa, señorita Chaves?


-Te amo con toda mi alma y mi corazón, Pedro Alfonso-contestó ella incapaz de seguir guardando para sí sus intensos sentimientos.


-Bueno, eso ya lo sabía.


Paula lo miró sorprendida.


-¿No te han dicho nunca que tienes una cara de póquer muy mala?


Paula no podía hacer nada más que mirar sin salir de su asombro.


-Lo que quiero decir, señorita Chaves, es que no has contestado a mi pregunta.


-Pedro, te adoro, pero no podría vivir sabiendo que te sientes atrapado por mi culpa. Una vez me dijiste que no había que anclarse a un solo proyecto mucho...


-Tú no eres un proyecto, Paula -la interrumpió él-. Eres la mujer que quiero. Es cierto que he pasado gran parte de mi vida adulta convenciéndome de que quería ser libre, pero era una libertad falsa porque siempre llevaba conmigo mi enorme muro protector. Entonces llegaste tú con la escalera necesaria para ayudarme a saltarlo.


-¿Y has tardado tres semanas en subir unos cuantos escalones? - preguntó Paula llena de alegría.


-Era un muro muy alto -señaló él al tiempo que depositaba una riada de pequeños besos por el hombro de Paula.


-Pero saber que estaba buscando marido debió influirte de alguna manera...


-Paula, ¿No puedes callarte ni un momento? Ésta es mi última oferta, la tomas o la dejas.


Paula calló.


-Trabaja conmigo en Alfonso; vive conmigo, en tu casa o en la mía, me da igual; si decido ir a algún sitio, sólo lo haré si tú estás a mi lado; pero cásate conmigo. Me temo que eso es imprescindible para que haya trato.


-Pero, pensé que sólo querrías contratarme si no estaba casada.

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