lunes, 31 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 58

 –Me voy a quedar unos días –anunció–. Mi mujer y yo tenemos que hablar. ¿Me indica cuál es mi habitación, por favor? ¿Cuándo va a volver, por cierto? –preguntó utilizando adrede la palabra «Mujer».


Llevaban separados más de nueve meses, se le estaba agotando el tiempo y aquella visita era muy importante para él.

 

–No lo sé –contestó la mujer–. La señora Paula no está ahora mismo en Kooraki. Está enseñándole Alice Springs y los monumentos del desierto a nuestro invitado.


Marcos se obligó a sonreír.


–Ah, qué bien, los Chaves siempre tan hospitalarios. No tengo prisa. Tengo una semana entera. Por favor, acompáñeme a mi habitación –insistió–. Ha sido un viaje muy largo y me gustaría comer en, digamos, una hora.


Marcos vió cómo la mujer tomaba aire furiosa, pero no podía hacer nada. No podía echarlo. Aquello lo divirtió. Al fin y al cabo, era el marido de Paula y, además, se había comportado con educación. Quería hacerles creer que no iba a poner ningún impedimento al divorcio. Estaba acostumbrado a eso, a hacer creer a los demás lo que no era.



Paula y Pedro volvieron al día siguiente por la tarde. Nula Morris le había dejado un mensaje el día anterior en el hotel en el que se hospedaban, así que sabían a lo que se iban a enfrentar. Marcos Fernandez jamás se habría atrevido a poner un pie en Kooraki si el señor de la casa hubiera estado allí, pero Gonzalo y Brenda estaban en Roma en aquellos momentos. Pedro tenía muy claro que iba a proteger a Paula de lo que fuera necesario. Por lo que le habían contado Gonzalo y Brenda y lo que había oído a los demás, nadie tenía en gran estima por allí a Marcos. Todos creían que no era buen marido para Paula, que ella se había casado con él dejándose llevar por la desesperación de salir de casa de su abuelo, pero el remedio había sido peor que la enfermedad, según le habían dicho. Por eso, se quedó estupefacto al encontrarse con un hombre increíblemente guapo y agradable. Se parecía a un actor inglés rubio y de ojos azules. Era evidente que aquel hombre seguía enamorado de su esposa. Cuando se habían reencontrado, se le habían llenado los ojos de lágrimas. Por lo visto, había aceptado con estoicismo y dolor, aunque intentaba disimularlo, su deseo de divorciarse… O eso era lo que les quería hacer creer. Ni rastro de celos, hostilidad ni rabia. Paula nunca le había hablado mal de Marcos y Pedro suponía que estaba dispuesta a asumir su parte de culpa en el divorcio. Así que Marcos Fernandez no era ningún ogro. Pero Paula se negó a sentarse frente a él para cenar.

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