viernes, 16 de junio de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 50

 –Como de costumbre, Paula, estás desviando la conversación –dijo Carolina–. No quieres seguir hablando del tema… De acuerdo, no hablaremos más de ello. Pero, por favor, ten cuidado. Pedro es sumamente reacio a las relaciones serias y duraderas, no quiere comprometerse con nadie. Creo que es por tener un padre como el nuestro.


–No creo en absoluto que Pedro sea como vuestro padre.


–No lo es, pero da igual –dijo Carolina con una nota de advertencia en la voz–. Conozco bien a mi hermano. Pedro es más terco que una mula.


Paula no pudo evitar sonreír.


–Sí, ya me he dado cuenta.



Pedro compró ropa y prendas de lencería para Paula en una boutique de Bloomsbury y volvió andando a su casa. No podía evitar estar en conflicto consigo mismo. Hacer el amor con ella había sido maravilloso, una experiencia única; sin embargo, a la vez, no podía evitar sentirse como pez fuera del agua. Le producía un gran desasosiego intimar tanto con una mujer, le desestabilizaba. Era como caminar sobre la superficie helada de un lago sin saber el grosor del hielo, con cada paso cabía la posibilidad de hundirse en gélidas aguas. Cada paso podía ser mortal. Con Paula había bajado la guardia, le había contado cosas que jamás había contado a nadie. Al mismo tiempo, ella también le había hablado de su doloroso pasado. La confesión de Paula le había hecho sentirse… Digno de su confianza. Sí, eso era. Ella le había confiado un secreto, la verdadera y triste realidad de su infancia, la avergonzante realidad que intencionada y desesperadamente había ocultado tras las mentiras de sus artículos en la revista, igual que hacían los magos para despistar a su público. La aparente vida perfecta de Paula era una ilusión.  En ese caso, ¿Por qué demonios se había metido él en ese lío? ¿Por qué se había prestado a hacerse pasar por el príncipe azul de Paula? ¿Por qué iba a llevarla de vacaciones a una isla privada? ¿En qué demonios había estado pensando? Ese era el problema, no lograba pensar cuando estaba con ella. Su cuerpo se imponía a su mente y el deseo le obnubilaba. No podía resistirse a ella. Estaba perdido desde el primer beso; a partir de entonces, había perdido el control sobre sí mismo. Esos besos le habían hecho rendirse a ella, fracasar en su intento de resistirse a la atracción que Paula ejercía en él. Era su kriptonita, sus cacahuetes. No conseguía saciarse de ella. Y durante una semana, la semana siguiente, ni siquiera iba a intentarlo. 

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