miércoles, 25 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 52

Se inclinó hacia él y le señaló con un dedo. En la penumbra, sus ojos color esmeralda brillaban, amplios y luminosos, atrayéndolo.


-Nada de manos. Nada de besos. Ni siquiera me roces con un pie. ¿De acuerdo?


-Sí, señorita. Me comportaré mejor que nunca -le dijo en tono diligente-. Pero lo mismo te digo a tí.


-¿Crees que no puedo controlarme? 


-Creo que estás loca por mí y tienes miedo de reconocerlo.


Paula se dió la vuelta.


-Tengo cuidado, Pedro. No seas arrogante.


Pero no hubo malicia en su tono.


-No me dejas dormir -le susurró-. Ahora duérmete, e intenta no soñar conmigo.


Ella se echó a reír y se acurrucó hacia el otro lado. Pedro se agarró a su lado del colchón para no darse la vuelta y abrazarla. Imaginó su pierna enroscándose a las suyas, su pecho aplastándose contra él, su boca sensual besándole en el cuello... 


De pronto se oyeron unos gemidos que provenían de encima de la cabina. Pedro escondió la cabeza debajo de la almohada. Los gemidos se intensificaron, seguidos por los chirridos de la cama que tenían encima. Gemidos, gruñidos y ruidos de placer. Cerró los ojos, pero eso sólo consiguió empeorar las cosas. Con los ojos cerrados sólo veía la imagen de Paula, pidiéndole más, rogándole que continuara... Se agarró con más fuerza a la estructura de metal de la cama. Le estaba matando el deseo desesperado que sentía por la mujer que estaba a menos de veinte centímetros de él. Apretó los dientes e intentó pensar en otra cosa que no fuera Paula y los ruidos que hacían los recién casados. ¿Cómo se le habría ocurrido invitar a Nancy a cenar? Por la mañana le diría que se olvidara de la cena. Y cuando terminara aquel concurso tal vez pudiera convencer a Paula de que no era la misma persona con la que había crecido. Los chirridos comenzaron de nuevo. Rafael era joven. Aquello podría durar horas. Se tapó la cabeza con la almohada otra vez, pero permaneció atento a Paula, a cada movimiento de su respiración. Cinco minutos antes la cama le había parecido de lo más cómoda. En ese momento era una auténtica tortura. 



Paula, tumbada en la cama en la oscuridad, esperó el amanecer. Con Pedro a su lado, su mente se negaba a desconectarse. Todos los ruidos la molestaban, tanto los suaves ronquidos de Lester, como la respiración de Adrián mientras se quedaba dormido. Rafael y Julia habían hecho una pausa en su luna de miel. Seguramente se habrían desmayado de agotamiento. Gracias a Dios.


-¿Pedro? ¿Estás dormido? -le susurró, y se dió la vuelta para comprobarlo.


Pedro estaba casi cayéndose de la cama, totalmente tenso.


-No.


Paula suspiró.


-No puedo dormir.


-Intenta contar ovejas.


-Ya lo he hecho.


-Pues cuéntate un cuento.


-No me sé ninguno.


Él se dió la vuelta y se colocó de espaldas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario