viernes, 17 de diciembre de 2021

Seducción: Capítulo 33

 —Ya nos conocemos —comentó P.J., mirando a Gustavo con expresión irritada antes de dirigir un conato de sonrisa a Paula—. Encantada de conocerte, robanovios —dijo en un tono que quería ser de broma, aunque no del todo—. Me alegro de que por fin hayamos aclarado el malentendido.


Con las mejillas sonrosadas, Paula no sabía qué responder. Y antes de poder reaccionar, Pedro se deslizó en el asiento junto a ella.


—Paula, necesito consejo —dijo poniéndose serio—. ¿Te importa?


—Oh —Paula sabía que tenía que ser sobre el niño—. No, claro que no —y se volvió hacia él preocupada.


—Eh —protestó P.J., todavía de pie en el pasillo, con una mano en la cadera.


Entre la melena pelirroja y la poca tela del vestido que apenas le cubría, estaba atrayendo muchas miradas.


—Siéntate si quieres —dijo Pedro señalando con la cabeza al hueco que había junto a Gustavo, que inmediatamente sonrió y le hizo un sitio.


—Venga —dijo Gustavo a P.J.—. No soy tan malo.


—Ja —exclamó ella, pero se sentó a su lado.


Pedro la ignoró y se inclinó hacia Paula. Llevaba otra vez su traje de seda italiano, con la camisa blanca desabrochada, y un aspecto muy elegante y europeo. Se había afeitado, lo que era una lástima, la verdad. Aunque seguía estando muy sexy.


—Cuando me he ido, la niñera estaba intentando darle el biberón — explicó Pedro—. Pero ni lo ha tocado. Ni siquiera ha dejado que se lo metiera en la boca.


Paula frunció el ceño, preocupada.


—¿Estaba llorando?


—No, sólo gimiendo —dijo Pedro tras quedar pensativo un momento— . Pero esta tarde ha llorado muchísimo.


—¿Y estás seguro de que no le dolía nada?


Pedro sacudió la cabeza, confuso.


—Pues la verdad es que no lo sé. En principio diría que no, no he visto indicios de que le doliera nada, pero es difícil saberlo, con un crío tan pequeño. 


Paula se mordió el labio, asintiendo con la cabeza. Recordó las muchas noches en vela meciendo a Candela y sin saber si debía llamar al médico o no.


—Y necesito saber una cosa —continuó el mirándola intensamente a los ojos—. ¿Despido a la niñera?


Paula lo miró sabiendo que Pedro no tenía derecho a pedirle aquel consejo. Ella no tenía ni responsabilidad ni vínculos con el niño. Aunque por otro lado, quería asegurarse de que el pequeño Joaquín estaba bien cuidado. Las negligencias con los niños la horrorizaban. Los niños necesitaban protección en todo momento.


—¿Puedes llamar a otra nueva? —preguntó ella.


Pedro negó con la cabeza, sin dejar de mirarla a los ojos. Era evidente lo mucho que le preocupaba, y a Paula le sorprendió. Nunca hubiera pensado que fuera un hombre tan sensible. Y eso era bueno. Aunque su incapacidad para soportar el llanto de un niño era un aspecto muy negativo, para ella una bandera de aviso de peligro. Cada vez que Candela lloraba, gemía, o emitía algún ruidito, Franco se ponía furioso, y eso fue lo que desencadenó la pesadilla de la noche del accidente. Pero ahora no podía pensar en eso. La situación era totalmente diferente. Pedro no era Franco. Y oír llorar a un niño podía resultar muy frustrante, especialmente cuando no lo conocías.


—Déjalo hasta mañana —sugirió ella—. Para entonces ya la conocerás lo suficiente como para saber si quieres que se quede o se vaya.


P.J. estaba pendiente de la conversación, mirando de uno a otro como si fuera un partido de ping pong. 

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