—El doctor Karsh dice que tengo definir mis sentimientos hacia él. Quizá lo haga —explicó e hizo una pausa—. Karsh tenía razón respecto a Nico. Sin duda, también acierta con esto.
—Te apoyaremos en lo que decidas, tesoro.
—Lo sé. Los quiero. Hablamos luego.
Cuando Paula colgó, revisó los folletos en busca de un buen sitio donde cenar. Un panfleto sobre la Villa del Curry llamó su atención. Había pizza y platos mexicanos, perfecto para el niño. Cenarían y se acostarían temprano. En dos días, Nico y ella dejarían el pasado atrás y, con suerte, las pesadillas del niño desaparecerían. Sintiéndose inquiera, llamó a la recepción del hotel para pedir el teléfono de la central del parque. Luego, pidió la extensión del jefe. La conectaron con él.
—Despacho del señor Alfonso. Marcela Henderson al habla.
—Hola. Soy Paula Chaves. Me pregunto si mi sobrino sigue allí.
—Claro que sí. ¿Quiere hablar con él?
—No hace falta. ¿Puede decirle que voy a ir a buscarlo para cenar? Dígale que me espere en la entrada.
—Lo haré. Es tan rico que me gustaría llevármelo a mi casa, pero el jefe se me adelantaría.
Paula sonrió. Pensó que Nico se iría a casa de Pedro con mucho gusto.
—Es muy amable. Gracias. Estaré allí dentro de un minuto.
Después de peinarse, se pintó los labios y salió del hotel. El corazón le latía a toda velocidad. Hasta que no llegó a la central del parque y vió a Pedro charlando animadamente con Nico y una de las guardabosques, no admitió la razón de su azoramiento.
—¡Pau! —llamó Nico y corrió hasta el coche para asomarse por la ventanilla de su tía—. ¿Sabes qué?
—¿Qué?
—La guardabosques Davis está a cargo de los Jóvenes Castores del parque. Van a hacer una gran fiesta con una película y comida en el auditorio ahora. ¿Puedo ir?
—Hola —saludó la guardabosques con una sonrisa—. Se lo pasará muy bien. Yo lo traeré de vuelta al despacho del jefe cuando termine.
—Bueno, gracias por la invitación. Suena divertido, Nico. Sé obediente.
—Lo seré. Hasta luego.
El niño corrió detrás de la mujer y desaparecieron dentro del edificio. En cierto modo, se sintió aliviada porque Nico quisiera estar con alguien que no fuera Pedro. Seguro que él también se alegraba.
—¿Puedes llevarme a mi casa?
Su pregunta la sorprendió. Una oleada de excitación la recorrió.
—Sí, claro. Entra, por favor. Tendrás que indicarme el camino.
Pedro la guió hasta una casita de estilo ranchero, con aspecto de ser de los años cincuenta. Paula lo miró, esperando a que él saliera, pero Pedro hizo algo inesperado.
—Me gustaría hablar contigo en privado y ésta puede ser nuestra única oportunidad. Entra y prepararé unas enchiladas.
Ella se quedó perpleja, parada en el coche, mientras él salía y daba la vuelta para abrirle la puerta y ayudarla a salir. Cuando sus brazos se tocaron, una corriente eléctrica la atravesó. Entraron en la casa y Paula miró a su alrededor. La casa había sido decorada en tonos amarillos y verdes y tenía muebles de cuero de color marrón oscuro. Un hogar masculino donde los hubiera.
—El baño está al final del pasillo, por si quieres refrescarte.
—Gracias.
Lo siguió a la cocina, grande y con una enorme mesa de madera con sus sillas. Estaba impecable.
—¿Qué quieres beber? —ofreció Pedro.
—Ahora mismo nada, gracias.
—Entonces, siéntate —la invitó él y se lavó las manos antes de empezar a sacar los ingredientes de la nevera.
—Deja que te ayude —se ofreció ella y se lavó las manos también.
—Yo haré la carne si tú preparas la ensalada —propuso él, sonriendo.
Durante los siguientes minutos, estuvieron ocupados con sus tareas. Después de su desagradable comienzo hacía días, era difícil creer que estuviera en casa del guardabosques jefe, ayudándolo a preparar la cena en total armonía, pensó ella.
Ay! Cada vez más cerca! Muy lindos capítulos !!!
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