Tan importante que en sólo una mañana había pasado de pensar que iba a dejar de verlo a reconocerse que tenía sueños a largo plazo en los que él estaba involucrado. Sueños de anillos. Sueños de boda y más hijos.
No podía decírselo a él. Era verdad que él había hablado del futuro, pero no había dicho nada concreto.
¿Estaría él pensando lo mismo que ella? Se imaginó que la única forma de saberlo sería esperar a ver qué pasaba.
-Quédate un rato -la levantó de su regazo con una facilidad que a ella la emocionó íntimamente. Él se arregló un poco la ropa y fue a la puerta.
-No puedo -dijo ella mientras se estiraba la falda y sintiéndose inmoral al notar el aire en la piel desnuda-. Pablito se despertará pronto.
Él asintió con la cabeza.
-De acuerdo. Te acompañaré a casa.
-No -dijo ella con cansancio-. No hace falta.
Pilar podía estar en la cocina y si los veía llegar juntos... ataría cabos. Su ropa interior era un montón arrugado y decidió ponerse sólo las bragas y dejar las piernas desnudas.
Pedro la observaba con el ceño fruncido. -¿Estás avergonzada de lo que ha pasado? ¿De nosotros?
Ella se quedó paralizada.
-No es que esté avergonzada exactamente, sólo estoy... incómoda. No estoy acostumbrada a ocultarme, pero tampoco estoy preparada para que Pilar sepa que estamos liados.
-¿Liados? -Pedro se rió-. Paula... Pilar no es ciega. Seguramente, anoche no bajó intencionadamente.
Ella lo miró fijamente.
-¿Lo dices en serio?
Pedro la abrazó y le acarició la espalda.
-Estoy seguro. Es posible que Pilar sea mayor,pero no es tonta.
Ella gruñó y apoyó la cara en el pecho de él.
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