miércoles, 24 de noviembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 56

Pero el día tocaba a su fin. Sus párpados caían lentamente. Intentó mantenerse despierta, pero el sueño la venció. Pedro la abrazó con fuerza. Sintió cómo se relajaban sus piernas y cómo aumentaba el peso de su cabeza sobre su pecho. Paula dormía mientras él clavaba la mirada en las sombras. Frunció el ceño. Su apasionada bailarina de tango tenía un secreto que todavía la hacía sufrir. Él quería que se diera cuenta de que, fuera lo que fuera, ya había pasado. Que el futuro les pertenecía. Y que iba a ser maravilloso.


Al despertarse en una cama extraña, Paula no supo dónde estaba. Pero sí que tenía frío. Debería haber encontrado unos brazos a su alrededor. Estaba segura de que se suponía que aquella mañana no tenía que haberse despertado sola. Entonces, escuchó la voz de la memoria: «Hemos intercambiado feromonas». Se sentó de un salto. No, por supuesto que no debería estar sola. ¿Dónde estaba Pedro? No se habría arrepentido de lo ocurrido, ¿Verdad? No, pensó, abrazándose a sí misma. No podía haberse arrepentido después de lo de la noche anterior. Aun así, debería estar a su lado para poder decírselo personalmente. Así que renunció a intentar dormirse otra vez y salió a buscarlo. Encontró fuera una escena devastadora. El pueblo estaba cubierto de ramas caídas, tejas sueltas y todo tipo de objetos arrastrados por el viento. Un árbol caído cortaba la carretera. Había cinco o seis personas en la calle, caminando en silencio. Parecían estupefactas. Todas excepto Pedro, que parecía estar haciéndose cargo de la situación. Lo miró atónita. ¿Cómo podía haber dejado la cama sin decir una sola palabra para ponerse a organizar aquella operación cívica? Y lo estaba haciendo perfectamente, sin levantar siquiera la voz. Se quedó completamente helada. Pedro parecía haberla sacado por completo de su mente. Entonces él la vió. Ella supo que la había visto porque alzó la mano y le sonrió. Pero no era aquella la sonrisa que esperaba. Era una sonrisa amistosa, pero en absoluto íntima.


–Hola –la saludó sin acercarse siquiera. Por supuesto, no la besó. Despuésde toda la pasión que habían compartido, ni siquiera la besó-. Me alegro de que te hayas levantado. Nos vendrá bien otro par de manos.


Paula sintió que se helaba por dentro. Era una sensación que ya conocía.


-Iré a buscar mi abrigo -dijo con voz queda.



Paula trabajó tan duramente que terminó con todas las uñas rotas. Pero apenas lo notó. Estaba demasiado ocupada observando a Pedro. Y dándose cuenta de que, a pesar de las íntimas revelaciones de la noche anterior, no lo conocía en absoluto. Cuando la carretera estuvo despejada, se sentó por primera vez. Le temblaban las piernas. Pedro caminó a grandes zancadas hacia ella. Estaba riéndose.


–Estás muy seria, ¿Te pasa algo?


Paula lo fulminó con la mirada. De todas formas, no iba a dejar que se diera cuenta de cómo se sentía. Y tampoco se iba a permitir a sí misma pensar siquiera que su rechazo la afectaba. Así que dijo lo primero que se le ocurrió:


–Me he roto las uñas.


–¿Y eso es un problema?


–Trabajo en una revista de moda –improvisó Paula–. Tendré que ir a la manicura antes de volver al trabajo.


Pedro la miró sonriente. Tenía una mancha de barro en la mejilla y los ojos brillantes. Tenía un aspecto increíblemente sexy.


–Entonces no vayas. 

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