viernes, 19 de marzo de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 19

Había dejado marchar al amedrentado gamberro, se había acercado a Paula y se había ido con ella, llevándole los libros.


 —Lleva siempre la cabeza bien alta —le había dicho—. No permitas nunca que un canalla como ése te domine.

 

Ahora, sentado junto a ella, mientras recordaba aquel consejo, la vió con los músculos de las piernas tensos bajo la mesa como si estuviera dispuesta a echar la silla atrás, dar un salto y echar a correr. No podía permitirlo. Como le había dicho en aquella ocasión, tenía que llevar la cabeza siempre bien alta. Le puso la mano en el brazo, con la palma de la mano estirada, dejando suavemente los dedos sobre su piel, tratando de transmitirle un poco de seguridad. Sintió los ojos de ella en su cara, pero él no la miró, tenía puesta toda su atención en el hombre que la había atemorizado, como si aún siguiera siendo aquella niña tímida que bajaba con sus libros por Main Street camino de casa. Estaba alerta, dispuesto a protegerla con su propia vida si fuera necesario. Lo que no estaba dispuesto era a dejar que saliese huyendo, no podía permitir que quien quiera que fuese ese hombre tuviera tal poder sobre ella.  ¿Por qué lo hacía?  El extraño subió las escaleras, con sus sandalias de diseño sin calcetines, y les miró a todos con una radiante sonrisa.


 —Doctor Alfonso… Señora Chaves.


No pareció importarle el que nadie se mostrase feliz de verle. Frunció el ceño al ver a Pedro y le tendió la mano.  Pedro se levantó a medias de la silla y le estrechó la mano con un poco más de fuerza de la que aconsejaba la buena educación.

 

—Pedro Alfonso—dijo presentándose a sí mismo.

 

—¡Nuestro veterano de guerra! ¡Cuánto honor! ¡El héroe vuelve a casa! Permítame presentarme, soy Franco Hamilton —dijo con un tono de superioridad.


¡Vaya, los Hamilton! Los señoritos de la ciudad. Una familia rica, con solera. Eso explicaba su desdén hacia un servidor público.

 

—Creo que fuiste al colegio con mi hermano Diego.


 «Sí, lo recuerdo, creo que debí haberle dado más de un repaso detrás de la escuela por tener exactamente la misma mirada de estúpido que tú», pensó Pedro. Pero, durante su adiestramiento en el ejército, había aprendido a controlar sus impulsos. Era algo de lo que se sentía orgulloso, aunque sabía que su padre a eso no le daba ningún valor. Así que se encogió de hombros, tratando de no exteriorizar lo más mínimo el desprecio que sentía hacia aquel hombre.

 

—Paula, mamá me dijo que se pasó ayer por aquí. Sólo quería reiterarte su invitación para que asistieras a mi fiesta de compromiso con Mari. A todos nos gustaría que fueras. Creo que te caerá muy bien Mariana. Estoy convencido de que acabaréis siendo buenas amigas.

 

Sara Chaves susurró algo en alemán parecido a «Vete al cuerno, gusano». Pedro lo entendió todo. Relacionó la imagen de Paula vestida de novia la noche anterior, quemando en la hoguera sus cosas de la boda, con la tensión que le había producido la llegada inesperada de aquel tipo.  ¿Habría estado Paula a punto de casarse con ese tipo? 

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