– ¡Pedro!, pueden vernos.
– Tranquila, todavía siguen viendo el partido – respondió y volvió a besarme, pero después de unos segundos lo separé.
– Basta, no es bueno tentar a la suerte.
Me sonrió y luego bajó las bolsas de la cajuela, caminamos a la cocina y dejamos todo ahí, en efecto, Jennifer y Facundo seguían viendo el partido. Él me preguntó por las cervezas y le dije que se nos olvidaron, sólo esperaba que no notaran que nos tardamos más de la cuenta, pero al verlos tan emocionados siguiendo el partido descubrí que no habían sentido el tiempo pasar.
Subí a darme una ducha y cuando bajé ya había terminado el partido. Jennifer y Pedro estaban en la cocina y no pude evitar sentir celos de esa escena, pero cuando él se dió cuenta de mi presencia me guiñó un ojo y se me aceleró el corazón, olvidando la molestia. Facundo estaba afuera de la casa, hablando por celular otra vez, así que me puse a preparar el flan.
Era una situación tan extraña, Pedro partía las lechugas mientras Jennifer preparaba la pasta y yo estaba poniendo los ingredientes en el molde, entonces extrañamente, noté que la actitud de ella estaba un poco diferente, no estaba tan efusiva con Pedro y por primera vez escuché que lo llamó por su nombre en lugar de decirle “baby”, que por cierto, odiaba que le dijera así.
Facundo entró finalmente y también se puso a ayudarnos, puso el vino en el refrigerador y comenzó a separar las uvas de los racimos. Parecíamos cuatro buenos amigos de toda la vida compartiendo un agradable momento culinario, incluso las cosas entre Pedro y Facundo estaban más relajadas, se habían olvidado del acalorado partido de ping pong y, como mi novio estaba distante conmigo, Pedro se estaba comportando tranquilamente. Como a las seis estaba lista la cena, Jennifer y yo pusimos la mesa y después nos sentamos los cuatro a comer mientras seguíamos platicando.
– ¿Por qué no mezclas los alimentos Paula?, de todas maneras se mezclan en el estómago – preguntó Jennifer divertida.
– No sé, es una manía que tengo desde niña, creo que fue a raíz de una vez que me enfermé del estómago.
– Que curioso, nunca había conocido a alguien así y yo que pensaba que era rara.
– Creo que todos tenemos alguna manía, la de Facundo es hablar por teléfono.
– Cariño, no es algo que disfrute mucho, créeme, es sólo por el trabajo.
– Yo también trabajo mucho Facundo, pero no soy esclavo del teléfono – dijo Pedro serio mientras lo fulminaba con la mirada porque me había agarrado la mano, pero yo la retiré suavemente para que él no notara nada extraño.
El comentario de Pedro sumado a la charla que yo había escuchado en la mañana y al volver a verlo hablando por celular, me llevaron a la conclusión de que Facundo escondía algo, quizá no era una amante, pero había algo raro en su vida que no quería que yo supiera y lo analicé con la mirada unos segundos tratando de descubrir que era lo que me escondía.
Después que terminamos de cenar vimos una película de acción y luego jugamos Jenga. Hubo un momento en el que entré a la cocina por un vaso de jugo y Pedro entró tras de mí.
– Por favor, quédate esta noche conmigo, es la última que estaremos aquí, el lunes viajo muy temprano a Londres a ver lo de un nuevo hotel y regresaré días antes de la boda de Luciana– me pidió parándose frente a mí con cara de gorrión herido.
– Pero Pedro, ¿cómo me pides eso?, ¿qué quieres que le diga a Facundo?
– No sé, ármale un pleito y le dices que te dormirás en la otra recámara, por favor – suplicó no sólo con palabras sino también con su mirada.
– No sé Pedro… me pones en un aprieto.
– No es mayor al que tú me pones, Pau, no vamos a vernos como en mes y medio, regálame esta noche, por favor – insistió tomando la punta de mis dedos.
– Mira, hagamos esto, subiré y cuando esté dormido me escapo, Facundo tiene el sueño muy pesado y seguro no se dará cuenta.
– Está bien – aceptó con una gran sonrisa mientras acariciaba mis dedos.
– Chicos me voy a dormir – anunció Jennifer entrando a la cocina y separamos abruptamente las manos mientras la mirábamos asustados.
– Hasta mañana niña, que tengas dulces sueños – dijo Pedro cariñosamente y yo lo miré seria y salí de la cocina después de despedirme de ella.
Facundo estaba sentado en el sillón cambiando de canal en canal. Jennifer pasó, se despidió de él y subió. Pedro salió de la cocina y se sentó en el otro sillón sin decir nada. Minutos después Facundo se levantó y le dió el control remoto.
– Ya es tarde, vámonos a dormir, cariño – exclamó volteando a verme.
Pedro me dió una mirada suplicante que Facundo no percibió porque estaba dándole la espalda y entonces recordé las misteriosas llamadas telefónicas.
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